domingo, 2 de octubre de 2022

Zapatos para no olvidar el horror

Leo en prensa que la organización 'Marcha por la vida' ha comenzado una campaña de preservación y restauración de los más de ocho mil pares de zapatos infantiles que se conservan en el campo de concentración de Auschwitz. El tiempo los deteriora y estas prendas son testigo fiel de las atrocidades cometidas durante la barbarie nazi.
Este trabajo se lleva a cabo conjuntamente con la Fundación Auschwitz-Birkenau, el Memorial de Auschwitz y la Fundación Neishlos. El proyecto, denominado 'Del alma a la suela', continuará por dos años.
En esta página (https://www.motl.org/soultosole/es/) pueden conocerse más detalles y donar si así lo deseas.
Del casi millón de niños judíos que había en Polonia en 1939, solo sobrevivieron alrededor de 5.000, la mayoría en la clandestinidad.
Del gueto de Podgórze y del barrio de Kazimierz, ambos en Cracovia, salieron decenas de camiones transportando niños hacia Auschwitz. Kazimierz, donde por entonces residían los judíos más ortodoxos y modestos de la ciudad, quedó prácticamente deshabitada tras la Segunda Guerra Mundial. Durante las siguientes décadas, el encanto de sus antiguas casas y sus calles quedó eclipsado por la pobreza y la mala fama de quienes ocuparon el barrio. Fue a partir de los años noventa cuando las administraciones responsables comienzan a darse cuenta del potencial de la zona, los empresarios a invertir en negocios -especialmente del sector servicios- y Kazimierz se convierte en uno de los enclaves turísticos de primer orden de Cracovia. En ello influyó mucho el rodaje de 'La lista de Schindler', de Steven Spielberg, que transformó escenarios de este barrio en el antiguo gueto de Cracovia, dado su buen estado de conservación.
En el corazón de Krazimierz, en la Plac Nowy, se encuentra el café Alchemia. Sus paredes y decoración, conservada de aquellos años en los que los judíos acudían a aquella modesta tienda de bebidas, albergan ahora reuniones de jóvenes universitarios, músicos, artistas que exponen sus pinturas y fotografías en sus paredes y turistas que curiosean y preguntan por la historia de ese lugar.
En una de las fotos que hice, Aurora tomando un café en el Alchemia. En color, como es ella. En la otra foto, el salón del local, como lo capté, virado al blanco y negro. Como la propia historia de un lugar, un pueblo, un país, masacrados a lo largo de los siglos.




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