
No sabría afirmar a ciencia cierta si el miedo a resucitar grupos de chicos como 'Los Goonies', finales como el de 'ET el extraterrestre' o guiños musicales como los de Williams ha imperado por la inoperancia de los directores o por la equivocada idea de que ya no venden historias ¿ingenuas? en productos a los que quizá han pensado sólo les falta un casposo tecnicolor. Lo cierto es que el resquemor siempre ha existido y el talento que rezumaban aquellas producciones de Spielberg de los ochenta ha sido sustituido por comedias zafias de jóvenes descerebrados o aparatosidades de explosiones imposibles.
De ahí la paradoja de 'Super 8': Bajo su apariencia de revival de una época cinematográfica de millones de espectadores treintañeros y cuarentones y una vuelta de tuerca a 'Exploradores' de Joe Dante -todo gira entorno al maestro de 'Tiburón', no lo olviden-, bajo su impronta de pastiche oportunista de la que va desprendiéndose paulatinamente conforme avanza un impecable rodaje en todos sus aspectos, irrumpe una película fresca en la que, tan inteligente ha sido partir conceptualmente de contentar al público de cierta edad -que aporta además mucho dinero al cine- como, en el estricto sentido direccional y guionístico, plasmar actualizaciones que aprueban con nota de momentos memorables en el cine como la marcha del extraterrestre incomprendido más famoso del celuloide, los guiños a George A. Romero o la sustitución de Jonathan Ke Quan 'Data' exclamando "¡Voy a poner tuampaz!" por un Ryan Lee 'Cary', pirómano perdido tan inconmensurable como el resto del elenco infantil, donde brilla especialmente la pareja protagonista.
En definitiva, 'Super 8' hará las delicias de los que tuvieron la suficiente sensibilidad como para guardar en un rincón de su corazón, traspasando las fronteras selectivas de la retina, aquellas inolvidables producciones de goonies, jóvenes Sherlock Holmes, carreras en bicicletas con adolescentes y el maravilloso aderezo de los sones de Williams, Broughton o Horner, que en esta ocasión son 'actualizados' con un Michael Giacchino que se merece la nominación al Oscar sólo ya por el tema de la resolución del filme, y canciones de la época, entre ellas el 'Don't Bring Me Down' de la ELO del que tanto disfrutamos los que ya caminamos lentamente hacia el medio siglo y silbamos entre amigos el 'Fratelli's Chase' de Dave Grusin. El cóctel de este maravilloso, inconfeso pero diáfano revival sobrevive a un debilitamiento progresivo del desarrollo guionístico a mediados del metraje. Todo es perdonable ante un producto inusual y talentoso.