Debería copiar cada una de las palabras escritas por Antonio Burgos el pasado 27 de junio en 'El recuadro' de ABC y plasmarlo inmisericorde. Me convertiría en plagiador, pero me quedaría más a gusto que él aunque le estén lloviendo las críticas de quienes comienzan a verse descubiertos tras las crecientes voces que reclaman soluciones al dislate que expone el escritor sevillano.
Les resumo y sin paliativos: Burgos se ceba en los protagonistas que proliferan en las hermandades, en los ufanos de gloria que portan una vara en cualquier procesión creyéndose alguien; aborda el numerito de la fotografía del Cristo de las Panaderos a las puertas de la máquina del TAC mientras sonríen rodeando a la imagen como ejemplo de la necesidad de figureo que hoy día se aprecia en una parte de los dirigentes cofrades, y acuña cáusticamente el término 'Kodakofrades' para los chupadores de cámara. Dice textualmente Antonio Burgos que "son plaga en las cofradías. Por culpa de este exhibicionismo tenemos la inflación cofradiera que padecemos, esto de que todo el año sea Semana Santa... Para que ellos sigan luciéndose. Y en las televisiones locales, ni te cuento. ¡Qué horror! Qué tíos más jartibles los telecofrades y los que hacen esos programas, a los que ponen los kodakofrades como lumbreras del periodismo patrio, ¿no los van a poner, si los están sacando en pantalla todo el año?".
En otro momento y casi al término de su artículo, surge de su pluma el silogismo del millón. "En Semana Santa todos estos señores de las cofradías van con el rostro oculto por al antifaz, ¿no? ¿Por qué entonces el resto del año se dedican a este exhibicionismo ególatra, a esta vanidosa emulación, en su insaciable afán de protagonismo? Insisto: se impone el apagón cofradiero".
Lo que escribe Burgos para aplicar a Sevilla es perfectamente trasladable a otras ciudades, entre ellas San Fernando. "Con notable acierto, en los comienzos de la inflación de las cofradías y del sacamiento de quicio y de la pérdida de medida y de papeles en los asuntos de la Semana Santa, mi admirado Carlos Colón acuñó el término 'kofrades', aplicado a los que ahora llaman frikis: a los jartibles degenerativos de la cuestión", especifica en otro apartado de un artículo en el que queda reflejado a partes iguales el figurón con vara o el aficionado a los pasos amante de las cursilerías más ridículas a la hora de escribir en facebook, generalmente cada par de horas, acompañado de una foto de un santo o de una procesión de miles.
Ahí queda eso, culminado con una petición al nuevo delegado diocesano de Cofradías, al que le dice que se emplee "duro con los frikikofrades, con los telecofrades y con los kodakofrades" entre exclamaciones. Aunque lo sugiere, le falta a don Antonio ahondar en otro aspecto, que es la tan cacareada -y falsa- justificación de la bonanza económica que genera en una ciudad cada parafernalia cofrade de culto externo fuera de los siete días preceptivos. Y lo dice alguien que se refiere a una ciudad donde seguramente se han registrado beneficios económicos ante la diezmillonésima procesión innecesaria hace unas cuantas semanas, esa en la que la Macarena -perdónalos, porque no saben lo que hacen- fue paseada de un lado a otro -esta vez sin intenciones olímpicas- mientras cientos, varios miles de excursionistas con bocadillos de mortadela y latas del mercadona parecían acudir a ver 'El último tango en París'. Si Antonio Burgos comprobara los 'beneficios' que en La Isla dejan tantas procesiones, sabe Dios lo que sería capaz de escribir. Esas que no interesan a nadie, o la nueva tendencia de parihuelas con bandas de música, o colegiales durante cuatro horas paseando santos mientras nuestros niños no tienen ni puñetera idea de escribir, ni de hablar, ni de la historia de todo lo que les rodean y los días, semanas, transcurren perdidos entre fiestas del santoral o conmemoraciones locales de poca monta...
Dice Antonio Burgos que los medios de comunicación tienen que protagonizar "un apagón periodístico, fotográfico y televisivo" con respecto a tanto desmadre. Vía twitter le contesto que me parece genial, pero si las convocatorias llegan las redacciones, ¿qué podemos hacer? "No ir, joé, José Carlos..." Me contesta lacónica y concisamente. En twitter está escrito, por si alguien duda de mis palabras.
El problema, querido amigo Antonio, no son principalmente los medios, porque si el mío no cubre estas cosas, irán otros -legales e ilegales, que esa es otra- a captar la 'brillante iniciativa' en cuestión, que ya le digo que el corporativismo jamás ha existido en el periodismo, profesión en la que el pisoteo mutuo es patente de corso. El tema en concreto es que esta gente se pasea a sus anchas con banderas y enchaquetados con una pértiga cada par de días con cualquier justificación mientras se dan puñaladas en la espalda en sus propias instituciones supuestamente cristianas ante el absoluto pasotismo de los directores espirituales, los obispos y la Iglesia en general, que de complicaciones no quieren saber nada. Mientras nos tengan entretenidos sacando pasos, no molestamos, y ya puestos, no miramos a nuestro alrededor lo que no interesa que veamos, ni en la Iglesia ni en ciudades que se mueren lentamente, incapaces de crear iniciativas de progreso. Y la Iglesia es la que debe poner pie en pared ante este cachondeo, sin paños calientes. Pero resulta que hay sotanas que permiten llevar la comunión a los enfermos como si fuera un cortejo solemne o una magna pontificia, alientan a que rebotados le quiten el polvo a alguna imagen mediana para sacarla en procesión o aprueban la erección de nuevas hermandades, asociaciones parroquiales, grupos de devotos o llámese como quieran a las que no va nadie a ver ni dentro ni fuera del templo. En definitiva, cosas puestas en marcha que no son las que necesitamos para encauzar una fe perdida en un escenario tan pacato y vacío, incapaz de mirar más allá. Y así estamos.