martes, 23 de julio de 2013

Nueve años sin Jerry Goldsmith

El 21 de julio de 2004 estaba de vacaciones durante unos días en un chalet de Conil. Trataba de descansar todo lo que me permitía la empresa en la que trabajaba por entonces, experta en joderte los necesarios y justos días de asueto bien a través de amables mensajes telefónicos escritos por su consejero delegado o mediante uno de los perros de presa que utilizaba para llamarte y hacerte regresar antes de tiempo por alguna (sin) razón (des)organizativa.

La convulsa noticia que recibí ese día no fue a través del teléfono, sino en los informativos televisivos. Saturado de medios de comunicación durante todo el año, trataba de permanecer medianamente alejado de lo que sucedía durante las mañanas de sol al borde de una piscina. Aún no había llegado la crisis, aunque jamás he necesitado reponer fuerzas en lugares de lujo. En aquel coqueto campo alquilado por mi familia a buena gente de Conil, pude presenciar -en apenas un minuto- unas imágenes en las que aparecían varias escenas de películas con un denominador común que no tardé en descubrir. Es lo que tiene el frikismo cinematográfico: todas las imágenes pertenecían a filmes que había musicalizado Jerry Goldsmith.

Sin tiempo para asimilarlo, los informativos de televisión no destinaron más de un minuto para anunciar la muerte del compositor norteamericano, tras cumplir 75 años en febrero. Acababa de fallecer uno de los creadores más importantes de la música cinematográfica desde que el cine comenzara su andadura. Algún que otro canal temático ofreció pinceladas de la historia de Goldsmith, pero las televisiones generalistas españolas prefirieron dedicar los días, las semanas, meses posteriores, a elucubrar sobre la muerte de Carmina Ordóñez, señora sin oficio ni beneficio, que murió 48 horas después que Goldsmith.

Al fin y al cabo, no debería haberme sorprendido. El 27 de julio de 1995 falleció Miklos Rozsa, el compositor de origen húngaro de cuya grandeza interior nacieron partituras inmortales como 'Ben-Hur', 'Spellbound' o 'El Cid'. Ni siquiera revistas especializadas de cine le dedicaron las páginas que se merecía tanto por su obra como por ser directo heredero de la música romántica que los compositores europeos trasladaron a América debido al exilio político, partituras de un legítimo legado de las inconmensurables fuentes clásicas de aquellos grandes del XIX e inicios del XX. No digamos ya las televisiones al uso, que el nombre de Rozsa les sonaba no a húngaro, sino a chino mandarín. Prefirieron también emplear decenas de días en descubrir los escabrosos motivos de la muerte de Antonio Flores, fallecido poco antes, y ahondar en la herida de una familia que perdió casi de una misma tacada a su faraona. Todo ello demuestra que la ignorancia de este país no ha sido especialmente cultivada en estos últimos tiempos convulsos y que de ello no son culpables ni Zapatero ni Rajoy. Somos unos catetos de gran categoría desde hace muchos años, quizá siglos, y de ello incluso nos jactamos porque seguramente el tema de amor de Ben-Hur es tremendamente casposo respecto a Lady Gaga o 'Desafío total' ni siquiera sabemos que es de Goldsmith y la conocemos porque la rebautizamos ignorantemente como "la música del fútbol de Canal Plus". Ahora enchufas lo del campamento de Telecinco y habría que preguntar a los integrantes de esta parada de los monstruos catódica y a los propios espectadores si conocen la sintonía principal que utilizan. Si Elmer Bernstein supiera que 'La gran evasión' iba a terminar sirviendo para tamaño engendro televisivo, posiblemente hubiera dejado de componer bandas sonoras.

Pero yo no tenía intención de insultar a los ciudadanos de un país a cuya mayoría nos importa un carajo pagar cientos de euros por una entrada para ver tocar el balón un par de veces a tipos multimillonarios pero no somos capaces de encadenarnos para acabar con el abuso del IVA a la cultura que, siguiendo con el concepto equivocado que nos han implantado los que no la conocen, nunca deja dinero y siempre es costosa. La mantenida, la puta del Rey, la rinconera inútil de la que no puedes esperar nada más que vestirla con croché para ocultar los efectos de la polilla y colocar una foto del nieto cuando la mili en Carraca. Yo quería recordar al mejor compositor del que ha disfrutado el cine si de conjunción imágenes-música se trata. Porque llevamos nueve años sin Jerry Goldsmith, al que algunos apuntaban con el dedo haciendo señas alrededor del cuello porque no les convencían 'El primer caballero' o 'Mulan', cuando ahora mismo daríamos un oído y parte de otro por disfrutar de scores de ese calado que han venido a ser sustituidos por miméticos trabajos de Hans Zimmer, el hombre que ama las redondas en un pentagrama o reescribe 'Llamaradas' varias veces al año.

Mis compositores preferidos siempre han sido Bernard Herrmann y Miklos Rozsa, pero ello no es óbice para reconocer que no ha existido jamás un creador de música de cine como Jerry Goldsmith. Galardonado solamente una vez en su vida con el Oscar por 'La profecía', jamás dudó de que sus composiciones acompañaban a las imágenes como principal protagonista del concepto etimológico del Séptimo Arte. Por ello fue capaz de componer bandas sonoras con apenas doce minutos de duración, -'Siete días de mayo' sirve como ejemplo-, al entender de manera preclara que el silencio también es música en la retina y en el oído. Lejos del apabullamiento magistral de John Williams, sobrado de virtudes creadoras para solapar lo que contemplamos en pantalla, o del lucimiento orquestal de Rozsa y Steiner, capaz de ser adivinado en su estilo a poco que disfrutemos de sus temas sin que ello quedara definido por la instrumentación empleada, Jerry Goldsmith siempre supo -y así lo aseveró en numerosas ocasiones- que las bandas sonoras son músicas DE cine, es decir, pertenecen a lo que vemos y a ello se debe. Por ello, desde el punto de vista más completo y acertado, Goldsmith fue el mejor.

Creó el mundo auditivo átono que necesitaba un planeta lleno de monos; hasta en sus composiciones más desconocidas siempre supo hacer llegar al espectador, de manera inconsciente, lo que estaba sucediendo o alertaba de ello. Como mi buen amigo Francisco Javier Belizón explicó en su día en el programa que dirigí dedicado al cine durante casi dos décadas, 'Último Estreno', solo él era capaz de componer scores como 'Malicia', en la que unas notas sin sentido alguno tocadas en el piano descubrían la naturaleza y limitación de un personaje clave. Prolongó su música en el tiempo del compás cuando se trataba de trasladarnos con ellas al cielo en 'The Blue Max', aportando con ello la sensación de permanecer volando en el aire. Sumamente complicado resulta encontrar una atmósfera igual a la lograda con su obra maestra para 'Alien' de Ridley Scott, director al que demostró en 'Legend' su capacidad a la hora de trabajar compases distintos como el 3/4 que tanto nos maravilló también en los valses de 'Los niños del Brasil' o 'Papillón'.

Jamás pudo decir nadie que sus notas melancólicas para el personaje de Stallone en 'Acorralado' (una de sus más brillantes partituras), admirablemente descriptivo de aquel excombatiente nómada, fueran similares a las de otros personajes como el de 'Powder'. Su riqueza para la aventura le sobraba cuando de escribir los compases de 'Gremlins' o 'Pequeños Guerreros' se trataba, o para un cine más grabado en letras de oro en la historia del celuloide, prologando doce minutos de 'El tormento y el éxtasis' con una elegancia absolutamente magistral o empleando el jazz más sublime en 'Chinatown'. Escuchar apenas unos segundos de sus bandas sonoras era descubrir a Goldsmith, pero no como lo hacemos con James Horner, Hans Zimmer o incluso Herrmann. Hay algo en su música que la hace inconfundible, pero no hay nada aparentemente similar en sus compases, siempre ajustados a la imagen, logrando la conjunción, las medidas perfectas en el vaso mezclador del que surge una película cuyos resultados o previsiones a nivel de público y crítica le eran indiferentes al maestro. Era un profesional como pocos y comprendió desde el principio que la calidad de una producción no era motivo para relajarse frente al piano a la hora de que afloraran las primeras notas de la banda sonora. Y así quedaron para la posteridad partituras para reconocidos cineastas como Franklin J. Schaffner o Robert Wise, al igual que las joyas que compusiera para nombres irrelevantes: 'La casa rusia' para Fred Schepisi, 'Eternamente joven' de Steve Miner...

Tuve la inmensa fortuna de conocer a Jerry Goldsmith en 1998. El 4 de noviembre dirigió a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla (ROSS) en los extintos Encuentros de Música Escénica y Cinematográfica, con un concierto dedicado precisamente a la música de Bernard Herrmann. Para los músicos y el director fue agotador, lo que vino a corroborar que estábamos recordando a uno de los grandes entre los primeros. No es fácil dirigir ni interpretar 'Marnie', 'Psicosis' o 'Con la muerte en los talones'. Se le rogó un bis de algunos de los scores, pero Goldsmith se dirigió al público en perfecto castellano y dijo "Muchas gracias, pero no más música". Se le veía muy cansado, Herrmann casi acaba con él y con la ROSS. Examen que hasta los propios maestros deben superar cuando de otros maestros se trata. Ya el sábado, tres días después, dirigió a la orquesta con suites de su autoría, en las que se le vio más suelto. 'Mulan', 'Star Trek Insurrección', 'El tormento y el éxtasis', 'El planeta de los simios', 'El desafío'... fueron algunas de las bandas sonoras que hicieron vibrar a los espectadores que abarrotaron el Teatro de la Maestranza hispalense. Ofreció algún bis, se puso un sombrero cordobés regalado por un espectador y después del concierto nos recibió en su camerino.

De estos encuentros tengo una anécdota que, tras suceder, aún desconozco cómo conservo la amistad de mi buen amigo y músico Paco Belizón. Acreditados como prensa por el programa 'Último Estreno', Rocío Castro, jefa de comunicación del Teatro de la Maestranza, nos esperaba en la mañana del miércoles 4 de noviembre para entrevistar a Jerry Goldsmith en Sevilla antes del concierto y previamente a la rueda de prensa con los medios de comunicación que estaba prevista a las doce del mediodía. Nuestro único medio para llegar a la capital hispalense era el tren, así que quedamos en la estación de San Fernando. Llegué apenas unos segundos después de que el regional partiera, lo vi marchar mientras Paco se encontraba en el andén esperándome. No pudimos subir y no hubo manera de encontrar otro medio de transporte para llegar a la hora acordada. Siempre recordaré la cara de Paco, que para ese momento se había colocado hasta corbata. Ha sido la única vez que lo he visto así vestido, espero que no se me enfade al revelar este contratiempo que le impidió conocer a su compositor favorito de todos los tiempos con mucha mayor atención y relajación que por la noche, cuando decenas de aficionados se agolpaban a las puertas de su camerino y apenas puedes estar unos minutos con el compositor en un ambiente nada distendido para conversar. Jamás me lo perdoné, pero aun hoy día sigo siendo un impuntual sin remisión, sin remedio. Este artículo se lo dedico a Paco con todo mi cariño, aunque resulte estéril a la hora de tratar de redimirme por mis constantes demoras.

Mi recuerdo más emotivo para Jerry Goldsmith, maestro de maestros. Aquí os dejo algunas de sus composiciones para mí más extraordinarias.



jueves, 18 de julio de 2013

La muerte del cine


El 23 de agosto se reestrena en los cines 'Parque Jurásico'. La excusa para ello es su remasterización y haberla adaptado a 3D. Mejorar en imagen y sonido una película de tan solo veinte años de existencia es una soplapollez, teniendo en cuenta además la productora y el equipo técnico responsable de ésta, y volverla a proyectar es un ejemplo más del alarmante empobrecimiento en el que está sumido el cine desde hace ya tiempo.

Recuerdo perfectamente aquellos años noventa en los que la ceremonia de los Oscar nos servía para revisar secuencias de excelentes películas que, escasas semanas antes, nos habían dejado un estupendo regusto. No es necesario trasladarse a los años cincuenta o sesenta para reivindicar el buen cine, hoy perdido. Basta advertir -ya llevaba unos años haciendo mi programa cinematográfico en la radio- que en 1991 competía 'JFK' con 'Thelma y Louise' o 'La bella y la bestia', y varias ceremonias después, 'Lo que queda del día', 'En el nombre del padre' o 'La Lista de Schindler', que era realmente la película que quería rodar Spielberg en aquellos años 1992 y 1993, no la de los dinosaurios. Pero a los que le daban la pasta para ello les sonaba a locura rodar un filme de tres horas en blanco y negro y de nuevo sobre nazis malísimos. Al final los convenció haciendo como el que rodaba 'Parque Jurásico', a la que no le prestó atención durante la mitad de la producción. De hecho, con la excepción de alguna que otra secuencia o detalle -el velociraptor dejando su marca al respirar en el ojo de buey es absolutamente spielbergiano- la película me pareció una gilipollez, por mucho que John Williams estuviera inspirado -no más que en otras y en este caso con un tema principal deudor de 'El color púrpura' de Quincy Jones- y los bichos se movieran a sus anchas. Si en 1993 la ILM no era capaz de hacernos creer a los dinosaurios, entonces apaga y vámonos. Claro que la Digital Domain quería que nos tragáramos lo del Titanic cuatro años después y los FX eran una mierda. Sirva como ejemplo aquel plano general del barco de popa a proa en el que los tripulantes se mueven como el protagonista del 'Manic Miner', aquel osito bimbo del famoso juego de ZX Spectrum del año 1982.

Me detengo cebolléticamente en décadas pasadas y me quedo sin hablar de ese estupendísimo ejemplo de la situación del cine actual que demuestra la originalidad con la que nos topamos en las pantallas: veinte años después, y nos colocan 'Parque Jurásico'. Recientemente hemos visto otra película de temática inédita, la releche como soplo de aire fresco: trata de aquel superhéroe del que hicieron ya un buen puñado de películas y hasta la Cannon se atrevió a estropear la saga con su cuarta parte. Lo bien que estábamos recordando a su protagonista con aquel golpe de cojones dando la vuelta al mundo para que su insulsa amada no sufriera aquel accidente en su coche. O su enfrentamiento con los tres cabrones más grandes del universo vestidos de coro de eurovisión. Y aquella ostia en el bar en el que Superman descubre que tiene sangre, ¿qué? Si ya nos contaron hasta la humanización humillante del hijo de Jor-El, si ya John Williams hizo la música inmortal del superhombre, ¿para qué puñetas lo convertimos en un personaje 'oscuro', cuentan algo innecesario, contratan a Zimmer para que haga las mismas mierdas que lleva haciendo desde hace años y, lo peor de todo, algunos aplauden semejante timazo? ¿Desde cuándo Superman ha sido un personaje 'oscuro'? ¿En qué se parece a Batman, a Spiderman, aparte de lo pleonásmico de su reaparición en las pantallas?

Lejos de vericuetos sobre los cómics, que no me interesan, volvamos al originalísimo cine de hoy día. ¿Necesitaba Sam Reimi producir un remake de 'Evil Dead'? Menos mal que Roque Baños nos consuela. ¿Cuántas más van a salir sobre Bat Man, Harry Potter? ¿La nave de Star Trek ha sufrido ya los suficientes reciclajes? Cuando Robert Wise acudió invitado al Festival de Sitges en 1995, le entrevisté y me habló con absoluta desidia ya de la primera. Entonces, ¿para qué once secuelas más? Si ya conocemos la historia de Gatsby, ¿es necesario que nos la cuenten de nuevo?

Una lástima, pero la fe en el cine es algo que he perdido casi por completo. No digamos ya de aspectos técnicos fundamentales como su música. Aviso a los navegantes: Las taquillas han tocado fondo el pasado mes de mayo, cuando en un fin de semana, todos los cine de España apenas llegaron a recaudar algo más de dos millones de euros y solo 300.000 espectadores acudieron a las salas. No me invento las cifras, aquí están pormenorizadas: http://www.diariosur.es/20130618/mas-actualidad/cultura/recaudacion-taquilla-espanola-toca-201306180108.html.

Basta fijarse en los títulos de las películas estrenadas en ese momento: una tercera y una sexta parte de dos sagas, por poner varios ejemplos. ¿Crisis o divorcio de espectadores ante filmes sonrojantes? Si fuera lo primero, se verían afectados otros ámbitos relacionados en mayor o menor medida con el mercado audiovisual. Pero las cifras revelan que no es así: el mercado mundial de vídeojuegos alcanzará un valor de unos 76.000 millones de dólares estadounidenses a finales de 2013, lo que significará un crecimiento de 9% respecto al año anterior, de acuerdo con la firma de análisis Business Insights.

El cine ha muerto. Viva el cine.

lunes, 15 de julio de 2013

¿El sistema, en peligro?

 Imaginemos por un momento que Mariano Rajoy dimite de la Presidencia del Gobierno. Si es sustituido por Soraya Saenz de Santamaría, como dice el charlatán de Revilla, ¿ello nos garantiza acaso una regeneración democrática, una limpieza en profundidad de la pudredumbre de los partidos, o solo serviría para calmar temporalmente una crispación que volvería a surgir en cuanto afloren otros previsibles casos de corrupción?

Si se opta por convocar elecciones anticipadas, ¿el resultado nos salvaría porque el PP limpiaría sus listas, cargos a todos los niveles; el PSOE sería capaz de borrar del mapa su imagen provocada por el caso de los eres entre otros, actuando con una decidida renovación de sus políticos aspirantes a gobernarnos? Lo más probable es que también 'sirva' exclusivamente para calmar a los votantes hasta que vuelvan a aparecer contabilidades paralelas, sobres, cargos imposibles de fiscalizar con la actual ley... No soy defensor del bipartidismo, pero incluir en estas suposiciones a IU o UPyD no tiene sentido alguno por irrelevancia a la hora de optar a gobernar.

Conclusión: el problema de este país no es Rajoy, sino un sistema viciado más allá de nombres. Y si a España le costó generaciones enteras alcanzar la democracia (partitocrática, eso sí), a este ritmo tendrán que volver a sucederse décadas para regenerar la organización política de un país basado en partidos y con una división de poderes que provoca la risa floja.

El problema empezará a ser realmente grave cuando el ciudadano crea que el sistema democrático actual resulta consustancialmente viciado y aparezca un lider mesiánico que asegure que los partidos deben ser disueltos, 'abriendo los ojos' hacia otro tipo de 'democracia'. Al fin y al cabo, izquierdas y derechas fueron creadas hace apenas doscientos y pico de años, no más. Entonces, ¿entrará España en esa creciente preocupación que no queremos ver aunque se palpe, en la que ya está enfrascada Francia, donde los obreros están encumbrando partidos de ultraderecha? Sin tratar de ser alarmista, ¿vamos camino de repetir la historia?

miércoles, 10 de julio de 2013

Concha García Campoy en San Fernando


Mi amigo y compañero periodista David Doña Guillón ha colgado en facebook esta fotografía para recordar las figura de Concha García Campoy. A los 54 años, la informadora nos ha dejado tras luchar contra la leucemia. En el texto explicativo de la imagen, David comenta que está captada bien por Paco Martín o por Práxedes Mateo, y corresponde a los años 1995 o 1996. Acierta en sus apuntes porque en aquellos tiempos, trabajábamos juntos en la redacción del desaparecido diario San Fernando Información, los dos citados eran los redactores gráficos del rotativo y David cubría las noticias relacionadas con Bazán, Faba o San Carlos como jamás se hizo, ni antes ni después, en el periodismo de esta ciudad.

David aparece detrás de los protagonistas de la fotografía: Manuel Pérez, por entonces director de la fábrica; Rafael Román, presidente de la Diputación, y la periodista fallecida hoy como madrina de uno de los buques botados. David permanece 'al acecho', como bien revela su mirada por encima del hombro de Román, cubriendo como siempre las noticias relacionadas con la industria local y de la Bahía, de manera sobresaliente... Otros tiempos en los que compartíamos redacción durante doce, catorce horas al día, en los que creímos en un proyecto periodístico, en los que nos forjamos a nosotros mismos, nadie vino a enseñarnos. Hemos visto tanta gente, tantos planes ajenos políticos, económicos, y tantos propios, que ha transcurrido el tiempo y con imágenes como estas nos quedamos, rememorando lo que nuestra retina vio en su momento.

Descanse en paz la gran Concha García Campoy.