viernes, 23 de marzo de 2018

El sueño imposible



Soy tan egoísta con Él que no hubiera dado la más mínima concesión a la duda, al debate. Sé que eso no estaría bien, pero lo he dibujado en mi imaginación tantas veces cimbreando lo justo por el celaje del cielo de La Isla, que aquella impresión de niño se transformó en ilusión de adolescente y en fijación de adulto. Un imposible, como los amores de la infancia; un sueño como todos los que tenemos: hecho realidad en nuestra mente sin interferencias de los demás, ni siquiera propias. Un déjate llevar por lo que anoche creó la mente sin prisa por despertar.
Y le pongo ruán morado y esparto, y hombres y mujeres mayores de 18 años sin calzar, portando cirios infinitos al cuadril, tan interminables como los capirotes más largos del mundo. Y un paso tallado de filigranas por mi amigo Manuel Guzmán que no se pareciera a ningún otro salido de sus manos y ni siquiera de las del maestro, como le gusta a Manolo llamar a su padre. Algo único e irrepetible, dorado con 24 kilates y sin las prisas que hoy ganan a la paciencia, a las cosas hechas para escribir la historia. Con solo dos jarras a cada lado para varias piñas de lirios morados, que se está perdiendo el color penitencial. Un paso que sale de rodillas por el medio punto del Carmen, sin que se oiga un cargador, sin ni siquiera dar oportunidad a saber quiénes son. Como tampoco conocer quiénes se ocultan tras los antifaces con baberos hasta la última hebilla del cinto. Sin guantes, para que se vean las arrugas de las manos maduras, de quienes llevan mucha vida caminada y sufrida con el rostro por delante para que se lo partan. Sin música, para no distraer los sentidos. De cuatro a ocho de la tarde el Sábado Santo. Cuatro horas bastan para no dejar huérfana la Semana Santa isleña el día de mayor luto del año, que pide para sí una humanidad necesitada de reflexión; un dolor callado en la calle que marca la cuaderna maestra de la ciudad, por donde va y por donde regresa, adivinándose su escorzo entre una gran nube de incienso provocada por un grupo de turiferarios cuarentones que no alzan la vista del adoquinado. Y tal como pasa ante nuestros ojos, se va. Y tal como sale, se recoje. Y hasta el año próximo sigue en su ornacina, con la excepción de su triduo de Dolores. Y una junta de gobierno a la que no se la ve, ni se la oye, ni se la conoce. Ni carteles, ni pregones, ni extraordinarias, ni certámenes, ni asambleas de cargadores, ni casetas, ni verbenas, ni entrevistas, ni polémicas... Eso para los demás.
No hay más. No es tan difícil. Un sueño de un cofrade como yo, descreído y que hace tiempo dejé de ser de este mundo. Un imposible hecho hermandad que solo sucede una vez al año en mi mente. Y que no puede venir nadie a fastidiarlo como seguramente, si se llevara a efecto, ocurriría ante estos tiempos tan convulsos y de tan bajos vuelos. Así que me quedo con mi ideario, que nadie puede arrebatarme, y lo tiño con el azul y negro del Jueves Santo, el de toda la vida. Un soñar despierto que colma mis anhelos cofrades. Con eso ya me basta aunque el sueño, ese sueño en concreto, jamás se haga realidad.

domingo, 4 de marzo de 2018

Noche de los Oscar


Noche de los Oscar. Me vienen a la memoria tantos años retransmitiendo nada menos que ocho horas de programa en 'Ultimo Estreno' cuando llegaban estas madrugadas tan apasionantes para los que amamos el cine.

Entre los colaboradores habituales, el gran Carlos Pumares. Era un fijo cada noche de los Oscar en mi programa y hablábamos un rato por teléfono mientras la alfombra roja. En teoría de lo que iba a suceder poco después, pero ya sabéis que Pumares era-es indomable. Toda la entrevista es una anarquía pura, un dislate, un maravilloso desastre y un "darvuader" por ahí impagable. Pero conforme avanzamos hay titulares de peso a cada 30 segundos. Ya lo veréis. 

Cuando coincidía que iba a Hollywood a cubrirlos se buscaba garitos para recibir la llamada y el jaleo de fondo formaba parte de la magia de la noche. Siempre le agradeceré su predisposición y su comportamiento conmigo durante tantos años.
Eran noches de muchas anécdotas en el estudio con mis colaboradores y con otras circunstancias. En 1994 la ceremonia terminó a las 07:55 h. y yo hacía la mili (soy viejo, qué le vamos a hacer) y en Capitanía tenía que estar a las 08:00 horas. Y allí no había flexibilidad que valga. Cuando llegué, el jefe de guardia me había estando escuchando. Menos mal.
Se podría hacer un libro entero. No es mi intención aburriros, pero sí deleitaros con algo de hace nada menos que quince años.
Aquí tenéis la entrevista en directo a Carlos Pumares en el programa especial de los Oscar en el año 2003. En aquella ocasión estaban 'en el ajo' películas como 'Chicago', 'El pianista', 'El señor de los anillos: las dos torres', 'Las horas', Gánsters de Nueva York'... Nuestro gran Pedro Almodóvar (mal que les pese a ciertos sectores) como director por 'Hable con ella'... ¡Y nos parecían unos Oscar flojos!
Bueno. Disfrutad de alguien que nos acompañó durante muchas noches de estudio en el instituto, en televisión y con el que he compartido festivales inolvidables: