Hoy, 13 de febrero, es el Día Mundial de la Radio. Naciones Unidas estableció esta celebración en 2011, cuando hacía años que ya había dejado mi intensa actividad en ella. Siempre tuve claro que es el medio más maravilloso que existe, el más mágico, y que soporta como puede los embates de las nuevas tecnologías y, desde antes de eso, de quienes especulan con ella ya sea por intereses ideológicos o económicos.
Ahí está, aguantando, mientras las emisoras de ciudades de grandes cadenas se convierten en cementerios sin personal, o las locales han sido destrozadas por borricos pardos a los que solo les interesa la publicidad malvendida y completar parrilla con gente ufana de gloria que te viene gratis.
El 15 de octubre de 1989 se emitió el primer programa de #UltimoEstreno, hace ya casi 36 años. Fueron tiempos muy bonitos pero algunos cometimos el error de aferrarnos al romanticismo que genera la radio para atraparte y, cuando menos lo esperas, llevas demasiado tiempo creyendo que todo es como el primer día. Y pierdes oportunidades que pasan de largo por seguir un camino de un paisaje que nada tiene que ver con el de aquellos finales de los ochenta, cuando ni siquiera las televisiones privadas existían ni desde el poder político se había aún perpetrado planes maquiavélicos, como el 'antenicidio', para acabar con emisoras de las que muchos éramos acérrimos seguidores.
Algún día alguien tendrá que pagar por lo que sucedió en 1992.