Estamos en un país cuyos informativos de
determinada emisora de televisión destacan en sus titulares que un tío
ha ganado un concurso de cantitos y en casi todas, los profesionales de
la información dejan de hacerlo para, repentinamente, anunciar ING
Direct o una marca de cosméticos. ¿Qué nivel periodístico queremos que
exista con estos despropósitos?
Por cierto, ¿qué fue de esto? ¿'El tiempo' es información meteorológica, como se describe oficialmente? ¿La cultura? ¿El fútbol?
-http://www.formulatv.com/noticias/22615/ley-prohibe-publicidad-informativos-llegara-partir-7-enero/
jueves, 20 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
Esperanza
Buenos días, madre.
Es curioso. Hace años que dejé de celebrar los santos marcados en el calendario. Cuando el 19 de marzo era una fecha para reunir a la familia en torno al nombre más entrañable del santoral cristiano, prestaba especial y emocionada atención a su llegada, siempre inmersa en la Cuaresma, a veces en tempraneras Semanas Santas. Los tiempos cambian y sustituyeron la fiesta del patriarca por otras de coyunturales intereses políticos, lo que vino a constituirse en un empujón más hacia el desarraigo familiar cristiano y el apego a merodear por los centros comerciales antes y después, con excusas como la del Día del Padre.
Entonces comencé a hacer un paulatino caso omiso a los nombres de la gente hasta que las celebraciones por las onomásticas ya no las vivo y el recuerdo observando el calendario apenas es testimonial. Y te decía que es curioso porque, aun renegando obligadamente de conmemorar nuestros nombres, jamás me he olvidado de Ti cada 18 de diciembre. No sé qué haces para que sea la única fecha onomástica del año que, desde mucho tiempo antes, tenga marcada indeleble en el calendario de mi mente.
Verás... En San Fernando no pertenezco a las hermandades que tienen tu nombre como advocación mariana. Mi Virgen se llama Piedad, que eres Tú misma versionada por las manos de Luis Álvarez Duarte. De modo que no encuentro razón para considerar el 18 de diciembre como uno de los días más señalados del año. Pero como las cosas de la fe no se explican sino que se viven, tampoco trato de buscar lógica a esta desazón por lo paradójico y nunca por sentirme molesto.
Yo no falto a mi cita contigo cada Viernes de Dolores, lo sabes, pero el día de tu santo no parece que lo marque el destino para un reencuentro entre madre e hijo. El año pasado se nos cruzó un perro por la autopista, ¿recuerdas? Íbamos a verte aquella mañana fría de prolegómeno navideño y el accidente truncó el camino hasta San Gil, aunque en la distancia te dimos las gracias porque el único malparado fue el pobre animal. Y el coche, claro, traducido en euros.
Este año estoy aquí, sentado en mi despacho, que es la forma rimbombante de decir la habitación de mi casa donde me rodean mis periódicos, ordenadores, estanterías con miles de bandas sonoras, libros, cuadros de agradecimiento... Tampoco puedo ir a verte, y para qué te voy a mentir, ya no es cuestión de trabajo, que lo es, sino de otro asunto. Es cuando me viene la envidia, nunca sana, y añoro vivir en un rinconcito de la calle Feria para bajar y en cinco minutos sentarme en un banco de los del Viernes de Dolores a hablarte. Que hoy día no existen las distancias es una verdad a medias, es decir, la peor de las mentiras, y visitarte significa un coste que no tengo. Creo que el tren de ida y vuelta apenas supone treinta euros. Treinta euros... Todo un mundo si no tienes nómina mensual asegurada. Además, un poquito más de esa cantidad Te prometí hace poco que iría para un lugar que lo necesitan más que yo la satisfacción de verte, y mira que eso es difícil. Así que no puedo faltar a mi promesa por más tiempo y en cuanto los tenga se los doy a quienes Tú y yo sabemos.
Y yo me quedaré sin verte hoy, pero no sin rezarte, sin pedirte. Sin rogarte que alejes la negatividad que me rodea, sin implorarte un trabajo para Aurora, sin obviar la necesidad de que tu gracia plena reviva espiritualmente a quienes tengo cerca, sin exhortarte a que vean la luz los pequeños planes que nos salvarán del indefectible día a día. No puedo dejar pasar el 18 de diciembre no sólo para rezarte, sino también para preguntarte con la confianza que me da haberte visto desde que nací, reflejarme en tus ojos desde que crecí, sentirme parte tuya tras tantos años de plegarias confesadas en nuestra intimidad. Te pregunto sobre lo que cuesta encontrar respuesta del porqué a tanta maldad humana, tantos atriles para golpearse el pecho vacío, tanto odio en quienes hacen daño sin importar la razón, tanta conveniencia cobarde, tanta mentira e injusticia... Te pregunto de qué van estos que dicen practicar la caridad como cheque en blanco para hacer lo que quieran, sin que nadie les advierta que el mensaje de tu hijo se distingue precisamente de los demás porque Él vino a sacrificar su vida por la justicia social, no por la caridad. El mundo necesita justicia, no compasión. El ser humano reclama dignidad, no la argamasa que oculte el hueco de la necesidad en un muro en el que no hay material suficiente para pulirlo. Los hombres tienen un imperioso deber de levantarse contra el poder diabólico establecido como hizo Jesús ante los dirigentes políticos y religiosos, no dejar la hogaza de pan en la bandeja del tullido mientras te fotografían. No habrá suficientes chuscos para dar de comer al hambriento ni habrá justicia social si no ayudamos a la conversión de los corazones y los ponemos del lado más diáfano del necesitado, comprometiéndonos con el mensaje directo y reivindicativo del Jesús más humano.
Dame luz y esperanza, Señora. Me pregunto qué sucederá, quiénes seguirán con nosotros y quiénes nos dejarán, qué acontecimientos ocurrirán en este convulso mundo hasta que pueda verte en tu camarín o en tu paso. El miedo, la incertidumbre, seguro estoy que te llega a centenar y medio de kilómetros. Haz todo lo posible para que dentro de poco pueda ir a contemplarte. Te prometo hacerlo yo también.
Felicidades, madre.
Es curioso. Hace años que dejé de celebrar los santos marcados en el calendario. Cuando el 19 de marzo era una fecha para reunir a la familia en torno al nombre más entrañable del santoral cristiano, prestaba especial y emocionada atención a su llegada, siempre inmersa en la Cuaresma, a veces en tempraneras Semanas Santas. Los tiempos cambian y sustituyeron la fiesta del patriarca por otras de coyunturales intereses políticos, lo que vino a constituirse en un empujón más hacia el desarraigo familiar cristiano y el apego a merodear por los centros comerciales antes y después, con excusas como la del Día del Padre.
Entonces comencé a hacer un paulatino caso omiso a los nombres de la gente hasta que las celebraciones por las onomásticas ya no las vivo y el recuerdo observando el calendario apenas es testimonial. Y te decía que es curioso porque, aun renegando obligadamente de conmemorar nuestros nombres, jamás me he olvidado de Ti cada 18 de diciembre. No sé qué haces para que sea la única fecha onomástica del año que, desde mucho tiempo antes, tenga marcada indeleble en el calendario de mi mente.
Verás... En San Fernando no pertenezco a las hermandades que tienen tu nombre como advocación mariana. Mi Virgen se llama Piedad, que eres Tú misma versionada por las manos de Luis Álvarez Duarte. De modo que no encuentro razón para considerar el 18 de diciembre como uno de los días más señalados del año. Pero como las cosas de la fe no se explican sino que se viven, tampoco trato de buscar lógica a esta desazón por lo paradójico y nunca por sentirme molesto.
Yo no falto a mi cita contigo cada Viernes de Dolores, lo sabes, pero el día de tu santo no parece que lo marque el destino para un reencuentro entre madre e hijo. El año pasado se nos cruzó un perro por la autopista, ¿recuerdas? Íbamos a verte aquella mañana fría de prolegómeno navideño y el accidente truncó el camino hasta San Gil, aunque en la distancia te dimos las gracias porque el único malparado fue el pobre animal. Y el coche, claro, traducido en euros.
Este año estoy aquí, sentado en mi despacho, que es la forma rimbombante de decir la habitación de mi casa donde me rodean mis periódicos, ordenadores, estanterías con miles de bandas sonoras, libros, cuadros de agradecimiento... Tampoco puedo ir a verte, y para qué te voy a mentir, ya no es cuestión de trabajo, que lo es, sino de otro asunto. Es cuando me viene la envidia, nunca sana, y añoro vivir en un rinconcito de la calle Feria para bajar y en cinco minutos sentarme en un banco de los del Viernes de Dolores a hablarte. Que hoy día no existen las distancias es una verdad a medias, es decir, la peor de las mentiras, y visitarte significa un coste que no tengo. Creo que el tren de ida y vuelta apenas supone treinta euros. Treinta euros... Todo un mundo si no tienes nómina mensual asegurada. Además, un poquito más de esa cantidad Te prometí hace poco que iría para un lugar que lo necesitan más que yo la satisfacción de verte, y mira que eso es difícil. Así que no puedo faltar a mi promesa por más tiempo y en cuanto los tenga se los doy a quienes Tú y yo sabemos.
Y yo me quedaré sin verte hoy, pero no sin rezarte, sin pedirte. Sin rogarte que alejes la negatividad que me rodea, sin implorarte un trabajo para Aurora, sin obviar la necesidad de que tu gracia plena reviva espiritualmente a quienes tengo cerca, sin exhortarte a que vean la luz los pequeños planes que nos salvarán del indefectible día a día. No puedo dejar pasar el 18 de diciembre no sólo para rezarte, sino también para preguntarte con la confianza que me da haberte visto desde que nací, reflejarme en tus ojos desde que crecí, sentirme parte tuya tras tantos años de plegarias confesadas en nuestra intimidad. Te pregunto sobre lo que cuesta encontrar respuesta del porqué a tanta maldad humana, tantos atriles para golpearse el pecho vacío, tanto odio en quienes hacen daño sin importar la razón, tanta conveniencia cobarde, tanta mentira e injusticia... Te pregunto de qué van estos que dicen practicar la caridad como cheque en blanco para hacer lo que quieran, sin que nadie les advierta que el mensaje de tu hijo se distingue precisamente de los demás porque Él vino a sacrificar su vida por la justicia social, no por la caridad. El mundo necesita justicia, no compasión. El ser humano reclama dignidad, no la argamasa que oculte el hueco de la necesidad en un muro en el que no hay material suficiente para pulirlo. Los hombres tienen un imperioso deber de levantarse contra el poder diabólico establecido como hizo Jesús ante los dirigentes políticos y religiosos, no dejar la hogaza de pan en la bandeja del tullido mientras te fotografían. No habrá suficientes chuscos para dar de comer al hambriento ni habrá justicia social si no ayudamos a la conversión de los corazones y los ponemos del lado más diáfano del necesitado, comprometiéndonos con el mensaje directo y reivindicativo del Jesús más humano.
Dame luz y esperanza, Señora. Me pregunto qué sucederá, quiénes seguirán con nosotros y quiénes nos dejarán, qué acontecimientos ocurrirán en este convulso mundo hasta que pueda verte en tu camarín o en tu paso. El miedo, la incertidumbre, seguro estoy que te llega a centenar y medio de kilómetros. Haz todo lo posible para que dentro de poco pueda ir a contemplarte. Te prometo hacerlo yo también.
Felicidades, madre.
viernes, 14 de diciembre de 2012
Sonrojo
A mí que un medio escriba en twitter o en cualquier otro sistema de comunicación "No te pierdas las instantáneas de la matanza en Connecticut" me causa mucho sonrojo como ser humano. ¿Y a ti?
jueves, 6 de diciembre de 2012
6 de diciembre
Curioso país España, en el que la mitad de sus ciudadanos quiere cambiar la Constitución pero no lo hace. Quizá por miedo al futuro, complejos del pasado o suma pereza de quienes deben hacerlo, puede que sea ya imposible desenmarañar la madeja de los poderes que nunca estuvieron diáfanamente separados y la justicia la hacen los que la engañan como patente de corso. España de olvido hacia las madres de su Carta Magna, que también las tuvo, para hacer reinas a las mujeres en fiestas de poblados cebolleros, en pasarelas de objetos, en muros de redes sociales.
Apasionante nación la nuestra, donde la Constitución que celebramos hoy no fue secundada por díscolas comunidades autónomas, dejando ya claro sobre la mesa que los problemas continuarían presentes como rimbombantes 'señas de identidad', convirtiéndose la demamogia barata en asignatura obligada de diecisiete torres de babel. Triste realidad territorial en la que se han tomado medidas sibilinas durante estas décadas para hacer sangrar con inquina nuestra identidad y ahora tratamos de arreglarlo con leyes educativas, mientras en los libros de texto que nuestros hijos estudian en Barakaldo hablan de una España invasora y en los de Extremadura se narran los pruritos de conquista del malvado moro Musa.
Asombroso país en el que el santo y seña de los empresarios termina encarcelado por cometer sonrojantes delitos, como si en una escala más pequeña no lo hicieran los que nos rodean con sus empresas editoras de periódicos, sus ladrillos enfoscados, sus interventores intervenidos.
Desconcertante tierra nuestra en la que en una puerta de la alacena de un ultramarino aparece colgada una foto sepia de José Antonio, escondida sin esconder, que se adivina desde la clientela y todos la miran con frustrante devoción. "Si lo hubieran dejado...", dice una mujer de mediana edad. España capaz de dar su himno a chirlachis enlatados que nomadean por platós televisivos y rechazan la letra de un gaditano por dos palabras de paz y no de guerra, por el azul del mar y el caminar del sol...
Frustrante España que come, reza y ama con el paroxismo catódico de programas basura y fútbol podrido, títere de los usureros bancarios, escarnio de políticos mediocres, cultivo de una picaresca convertida en dudoso orgullo, vergel de bribones de mundiales del balompié mientras los barcos mueren lentamente en los arsenales abandonados, antaño santo y seña de la próspera economía naval, convertidos en palacios de cristal donde los almirantes sólo esperan invitaciones a procesiones de barriadas.
España, camisa blanca de mi esperanza, hombre del traje gris; a veces madre, otras madrastra, siempre prostituta de los intereses de sus hijos. Feliz día tengas en esta putativa jornada.
Apasionante nación la nuestra, donde la Constitución que celebramos hoy no fue secundada por díscolas comunidades autónomas, dejando ya claro sobre la mesa que los problemas continuarían presentes como rimbombantes 'señas de identidad', convirtiéndose la demamogia barata en asignatura obligada de diecisiete torres de babel. Triste realidad territorial en la que se han tomado medidas sibilinas durante estas décadas para hacer sangrar con inquina nuestra identidad y ahora tratamos de arreglarlo con leyes educativas, mientras en los libros de texto que nuestros hijos estudian en Barakaldo hablan de una España invasora y en los de Extremadura se narran los pruritos de conquista del malvado moro Musa.
Asombroso país en el que el santo y seña de los empresarios termina encarcelado por cometer sonrojantes delitos, como si en una escala más pequeña no lo hicieran los que nos rodean con sus empresas editoras de periódicos, sus ladrillos enfoscados, sus interventores intervenidos.
Desconcertante tierra nuestra en la que en una puerta de la alacena de un ultramarino aparece colgada una foto sepia de José Antonio, escondida sin esconder, que se adivina desde la clientela y todos la miran con frustrante devoción. "Si lo hubieran dejado...", dice una mujer de mediana edad. España capaz de dar su himno a chirlachis enlatados que nomadean por platós televisivos y rechazan la letra de un gaditano por dos palabras de paz y no de guerra, por el azul del mar y el caminar del sol...
Frustrante España que come, reza y ama con el paroxismo catódico de programas basura y fútbol podrido, títere de los usureros bancarios, escarnio de políticos mediocres, cultivo de una picaresca convertida en dudoso orgullo, vergel de bribones de mundiales del balompié mientras los barcos mueren lentamente en los arsenales abandonados, antaño santo y seña de la próspera economía naval, convertidos en palacios de cristal donde los almirantes sólo esperan invitaciones a procesiones de barriadas.
España, camisa blanca de mi esperanza, hombre del traje gris; a veces madre, otras madrastra, siempre prostituta de los intereses de sus hijos. Feliz día tengas en esta putativa jornada.
domingo, 2 de diciembre de 2012
Crisis? What Crisis?
Setenta euros la entrada más barata del partido de anoche entre el Real Madrid y el Atlético de Madrid. El estadio, abarrotado. Ahora, habladme de crisis.
sábado, 1 de diciembre de 2012
Incongruentes
La incongruencia, ese mal que afecta tanto a la humanidad, que la practica constantemente, desconozco si por falta de ideales o por descerebramiento generalizado. Junto con la envidia, motor del mundo hoy día. Aléjate de las personas incongruentes porque socavan tu dignidad, tus principios, tu honor y te arrastra como un pelele al socaire de las conveniencias.
No se puede tener dignidad figurando junto a personas indignas. No se puede defender la honestidad compartiendo con quienes son deshonestos. No hay mayor pecado que medir por el mismo rasero a la humanidad íntegra con quienes demuestran su debilidad más allá de las actitudes protocolarias abrazando a los incongruentes. Poner la vela a Dios y al diablo te dejará sin luz. Mantener las convicciones será una tarea que te provocará enemigos, pero fortalecerá tu alma apartando a quienes no te aportan nada en la vida, sólo incongruencia. Recuerda que ella viene además propiciada por la soledad de quienes la practican, de quienes viven en un mundo donde son el centro de la nada.
Buen fin de semana.
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