Me siento estafado. Y no me digan que debe ser porque voté al PSOE, no prejuzguen porque yo no les he preguntado cuál fue la opción por la que ustedes se decantaron el 27-M. Pero se me ha quedado cara de imbécil. A la de pocos amigos que ya presentaba se ha unido la de otro nuevo rictus.
Se alteró el orden en La Isla. Hemos pasado de las listas más votadas a los listos menos votados. Y de un plumazo. La perversión de la democracia es pactar (Pedemonte dixit), pero cuando se llega el último en la carrera de fondo electoral, nadie ha dicho nada de que Maquiavelo fuera perverso. Aquél que afirmó que el fin justifica los medios terminará siendo representado en una imagen que los populares sacarán en procesión, que para eso está de moda esta práctica, y pasearán por las calles de La Isla como los naranjitos católicos por los boulevares de Belfast, pavoneándose, provocadores, delante de las narices de los timados. Mis narices. Las de usted.
O se pacta o se va el partido a tomar viento, y vayamos de penitencia también delante de Maquiavelo, con túnicas blancas y verdes y cánticos que hablan de libertad para Andalucía, de esperanza, de la necesidad de acabar con las ataduras. Antes muertos que sencillos en los bancos de la oposición, y antes los pactos supramunicipales que lo que realmente necesita San Fernando. Si vamos a morir, más vale hacerlo tarde y no soltar la poltrona. La maté porque era mía. Deben ser cosas de no estar acostumbrados a perder. ¿O sí? ¿Será que toda la vida han sido unos perdedores? Qué apasionante enigma…
Andalucistas y populares gobernarán La Isla durante cuatro años. El mundo al revés, segundos y terceros ven pasar el cadáver de los primeros en cuyos bolsillos asoman 11.091 papeletas de votantes pisoteadas por traidores y manchadas por salteadores. Tu quoque, filii mei! Yo también, sí, por gobernar me da igual tragarme el tranvía, olvidar los numeritos plenarios, los ataques frontales... Sálvame, que soy un náufrago en la política de esta ciudad, antes de que inexorablemente me vaya a pique del todo por mor de las listas que me da por presentar en las elecciones. Pero dénle tiempo, que ya oiremos el SOS y los glú glús...
No sé lo que decidiré dentro de cuatro años. Podemos inventar otra procesión el día de las elecciones para arreglarlo, pero créanme, en La Isla hacen falta menos pasacalles y más calles arregladas para pasar. Puedo también crear un partido abstencionista para darles en las narices a toda esta banda de irrespetuosos, vencería sin duda con los 40.602 isleños que decidieron quedarse en el sofá de su casa, pero no tiene sentido, porque si voto entonces no practicaría la abstención. O me fijo en Jerez, en donde los ciudadanos han castigado tantos pactos y devaneos con una abrumadora mayoría para dejar las cosas claras. Qué cruel dilema se me plantea…
Por lo pronto, se me ocurre mostrar mi más absoluta repugnancia por la monstruosidad firmada por andalucistas y populares. Y más vale que no procesionen con Maquiavelo. O mejor, ni siquiera salgan a la calle, porque en la propia toma de posesión se pueden encontrar a todo un pueblo ejerciendo, frente al búnker en el que se van a refugiar de la Casa de la Cultura, su legítimo derecho a denunciar tamaño mercadeo que está dilapidando tanto esfuerzo y años de consolidación democrática.