jueves, 25 de octubre de 2007

Odiosa comparativa

Aborrezco el debate sobre las similitudes entre El Orfanato y Los Otros. Admito que, tras visionar la película e inconscientemente, la comparativa se produce, pero tenemos todo el tiempo del mundo posterior para reflexionar sobre el regusto que pueda dejarnos la obra de JA Bayona sin recurrir al recuerdo de la (loable) cinta de Amenábar.
Creo además que no es de justicia hacerlo porque si realmente existe algo interesante en El Orfanato es la constante presencia de la mano de Guillermo del Toro, que se ha tomado la producción del filme con la suficiente convicción como para poder haberla firmado como director, aun rodando Bayona secuencias con un estilismo direccional de pocas connotaciones comunes con el realizador mexicano. A fin de cuentas, ¿qué importa eso cuando la presencia de los famosos "monstruos" que siempre acompañan a Del Toro están también presentes en El Orfanato, sazonados con los brillantes ingredientes de su cine?

Se cometió una injusticia cuando aun muchos no lo consideraban un cineasta de altura y, tras presentar El espinazo del diablo, se le acusó de copiar a Amenábar. Como si éste fuera capaz de hacer Cronos o El laberinto del fauno. Ahora se vuelve al fantasma, pero al de la comparativa. Me niego tajantemente, porque en El Orfanato no hay cine deudor nada más que del propio Guillermo del Toro. ¿Quién es Tomás con su rostro oculto tras la capucha, sino aquél púber espectro de El espinazo del diablo? Esos pequeños atrapados en el tiempo, en un espacio que obsesiona al mexicano desde siempre como ya lo dejó claro en Cronos... Si alguien tiene dudas, atiendan a un diálogo en una secuencia de la película de Bayona, convertido en un guiño al filme de Del Toro de 2001, y que forma parte de aquella extraordinaria reflexión de Federico Luppi en voz alta al inicio de aquella joya de cinta: "¿Qué es un fantasma? Un evento terrible, condenado a repetirse una y otra vez, un instante de dolor, quizá algo muerto, por momentos vivo aún. Un sentimiento suspendido en el tiempo, una fotografía borrosa, un insecto atrapado en ámbar. Un fantasma. Eso soy yo".

Aclarados los puntos comunes de Del Toro consigo mismo y no con terceros, El Orfanato se convierte en un cúmulo de elementos costumbristas del cine psicológico y de terror hábilmente engarzados para cautivar al espectador en el que destaca su notable envoltorio, hecho con los mimbres de una brillante interpretación o la notable banda sonora de Fernando Velázquez que, tras una veintena de scores intrascendentes, seguramente ocupará un lugar preferencial entre los autores españoles a partir de las notas escritas para este filme. La sucesión de hechos bien trenzados y la atmósfera creada en la última media hora de la cinta, pulcramente encaminada a resolver y aclarar al espectador lo que está sucediendo, es suficiente para estimar la obra de Bayona, pero no para encumbrar una producción demasiado recurrente a los golpes de efecto vulgares tan (mal) utilizados en el cine de terror (toda la secuencia del atropello es lo peor de la película) o la prolongada carrera de la madre por la playa al creer ver a su hijo en la lejanía entre las rocas, por citar sólo dos de los numerosos ejemplos que afloran al pensar en que quizás hay un convencionalismo demasiado barato hacia el espectador poco exigente con vistas a recaudar en taquilla, antes que reflejarse en el espero de un buen cine algo más psicológico pero que el público rechaza en favor de lo fácil. Corren tiempos de poco pensar. E incluso en el cine de terror se piensa. Más de lo que muchos creen.

martes, 23 de octubre de 2007

Carta maldita

Así es una carta de despido enviada al juzgado. Miradla bien. El documento que contempláis con apenas una veintena de lacónicas y frías líneas es el fin de una vida laboral. Es tan temible como un folio membreteado por el servicio de diagnóstico de un hospital, un oncólogo,... al fin y al cabo, esta carta sirve para acabar con tu estabilidad, tu economía, tu modo de vida, la forma de pagar tus deudas o poder comprar al tendero de la esquina o en el hiper.

Una carta que destruye ilusiones y humilla a las personas, millones... El papel del que con su corbata de seda firma una sentencia de muerte sin temblarle el pulso dejando a su suerte a quien nada le queda; la hoja de un cuchillo que cualquier padre de familia con un chiquillo lleva una noche a su hogar, apretada entre dedos que sangran sin saber cómo contarlo a su mujer, a la que tendrá que despertar.

Contempladla bien para que jamás os entreguen una. Yo no soy padre de familia, pero al sujeto que firmó mi despido no le interesaba eso lo más mínimo. Podía haberlo sido y también hubiera huido de darme explicaciones. El sinverguenza que el 6 de agosto me mandó a mi casa con una indemnización de apenas un millón de pesetas tras varios años de arduo trabajo se va del club del que me expulsó en los próximos días, tras la nefasta gestión de su presidente y él como su sicario. Me pregunto si antes de marcharse a Madrid para continuar nadando entre sus millones de euros va a devolverme el empleo que me quitó. Si tras hacer el ridículo en estos tres meses y haberse ahogado en su prepotencia va a subsanar tanto daño hecho a mí, a mi familia, a la gente que me quiere, a mi departamento y a mi club.

Buen viaje de regreso, Moisés Israel. Compra un billete sólo de ida. No vuelvas por aquí o te juro que te encontraré para lanzarte a la cara esa misma carta que me diste, hecha pedazos, mientras aún trato de recuperar el trabajo que me quitaste.

domingo, 14 de octubre de 2007

Todos clones

Para Mariano Rajoy, líder del Partido Popular, la defensa de España debe llevarse a cabo con la misma filosofía que defiende a la hora de apostar por otros conceptos sociales y que convierten a la derecha española y sus adeptos en algo que no es nuevo pero preocupante para una sociedad española fácil de desestabilizar en los tiempos actuales gracias a la instrumentalización de los elementos políticos de discordia como el estado de las autonomías, el sentido de nación, el problema del mileurismo y otros que ustedes tienen en mente en este momento.
El PP y otras corrientes ideológicas españolas se empeñan en hacernos clones a todos los españoles en dos temas de crucial importancia. Primero, en la familia; segundo, en el concepto de defensa de la patria. Y como los digo, haciendo todos los esfuerzos por conseguir que lo hagamos de la misma manera, es decir, aborregados y clonados.

Defendamos la familia frente a las ordas decadentes y escandalosas del PSOE que promulga la destrucción de este concepto permitiendo los matrimonios homosexuales, las parejas de hecho,... Con esta idea tan maniquea, los conservadores vuelven a instrumentalizar la familia. ¿De qué familia habla, señor Rajoy? ¿De la única que usted considera verdadera y que todos tenemos que formar? El líder popular se empeña, con la interesada anuencia de la Iglesia católica, en hacer ver que sólo existe un tipo de familia, utilizando un término además procedente del Derecho Romano y anterior a cualquier concepto religioso perteneciente a la fe cristiana para denostar cualquier unión social que no pase por una vicaría entre un hombre, una mujer y el resultado de uno buen lote de hijos que recen el "Cuatro esquinitas tiene mi cama...".
¿Se atreve alguien a expulsar de la sociedad a una pareja de otra religión o a una unión de hecho con hijos o sin ellos porque "no son familia"? ¿Una madre soltera con su pequeño "no es familia"? Realmente, ¿usted "no es familia" en su domicilio, donde vive convivencialmente con su pareja de manera estable?

Ese concepto interesado de pareja lo ha trasladado el conservadurismo español a la idea de patria. Parece que todos somos más patriotas si sacamos al balcón la bandera roja y gualda. Si no lo hacemos, si no llevamos cinturones en los pantalones con esos colores, tirantes o no estamos de acuerdo en que la futura letra del himno español incluya la palabra "Monarquía", no practicamos el adecuado patriotismo a la carta que nos dicta Rajoy. Y es que si la vida nos enseña algo es que en conceptos tan íntimos como familia y patria, cada uno debe practicarlo como le dicta su conciencia. Así que no trate de decirme cómo debo amar a mi país y mucho menos exigirme que lo exteriorice. Deje a los españoles que lo hagan con su naturalidad, viaje a cualquier lugar del mundo y encuentre a un grupo de paisanos, escúcheles hablar durante un par de minutos y aprenda cómo somos capaces de morder una yugular si alguien insulta a nuestro país. Pero no trate de hacernos comulgar con artificialidades de cara a una galería ya trasnochada, tan caduca y ajena al ciudadano como celebrar el día de nuestra nación al paso de la oca, cuando para eso ya existe la jornada especial de las Fuerzas Armadas.
Qué grato y plácido sería acabar para siempre con tantos artilugios bélicos en las calles de Madrid paseando el 12 de octubre y cambiarlos por concentraciones populares con suelta de palomas blancas de la paz, grupos de música alegrándonos el día y otras opciones que, no me vayan a calificar de iluso, nos unirían alrededor de nuestra España sin sentir el ruido de las cadenas de los tanques ocupar alevosamente el asfalto de la capital de nuestro amada patria...