Para vivir en plena paz, hay que dignificar a quienes no la tuvieron. Para aprender de la historia, hay que conocerla a través de los testimonios que nos deja, aunque algunos de ellos estén enterrados en cal viva y entre casquillos.
Para no repetirla, hay que relegar el rencor, pero no la justicia.
Para hacer justicia, no vale dejarlo todo "como está". Dejar las cosas "como están" hubiera sido no abrir la cancela de Auschwitz para que entraran nuestros ojos, no haber revisado los libros de historia que nos contaban barbaridades, no haber dado el lugar que corresponde a quienes, en casos como este, sólo piden saber dónde están sus antepasados para honrarles. Abuelos, tíos, padres o hermanos quizá comprometidos políticos. Siempre seres humanos.
Únicamente el odio puede maniatar la verdad, la dignidad. Tan atadas como han estado durante ochenta años las muñecas de quien pueda ser una de las cuatro personas halladas ya a dos metros bajo tierra y que, unidas, están colocadas junto a su cabeza. Tan quietas como quienes prefieren mirar hacia otro lado.
Fotografías realizadas este lunes 20 de diciembre en la visita de la alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, a las prospecciones arqueológicas llevadas a cabo en la fosa común del cementerio de San Fernando como primera fase, previa a la exhumación, para corroborar la existencia de restos óseos de personas represaliadas durante la guerra civil y años posteriores. Se calcula que puede haber restos de unas doscientas personas bajo la cota de dos metros de superficie.
Descansen en paz. Llegará el momento en el que lo hagan.