jueves, 29 de agosto de 2019

30 años de la moción de censura a Avelino Arias y 40 de la ignorada victoria de UCD en San Fernando


Actualizar los archivos particulares es una actividad que creo que muchos hacemos en verano, en esos huecos medianamente libres que empleamos para tener las cosas ordenadas, y encontrarme esta revista me recuerda que hace pocos días se cumplieron 30 años de la moción de censura que en San Fernando desbancó a Avelino Arias de la Alcaldía de San Fernando en favor de Antonio Moreno. La publicación se llamaba 'Reflejos', la editaba el PSOE de San Fernando y se hizo un número extraordinario en el que figuraban todos los logros que este partido, con su alcalde a la cabeza, había hecho realidad en los años anteriores, así como numerosas críticas -centradas especialmente en Moreno- a los argumentos que los andalucistas estaban empleando para hacer efectiva la moción de censura. Llama la atención el titular de portada: "Más vale honra sin Ayuntamiento...". Se entiende el juego de palabras alteradas para completar la frase.
Treinta años de aquello, que, sin valorar si para bien o para mal, está claro que vino a cambiar la historia de San Fernando. Pero lo curioso es que los archivos me siguen recordando que la historia no deja de ser curiosa y que, desgraciadamente, en muchas ocasiones olvidamos la necesidad de reflexionar ante la perspectiva que nos da el tiempo transcurrido.
Y así, en 2019 también se cumplen 40 años de las primeras elecciones democráticas locales. Si alguien piensa que la política se ha degradado en los últimos años por culpa de esto de los pactos entre otras cosas, puede comprobar que las alianzas para desbancar a quien gana unas elecciones nos acompañan desde el inicio.
Basta con recordar lo sucedido en San Fernando hace cuatro décadas, cuando las municipales las gana realmente UCD con diez concejales, pero la suma de fuerzas de PSA (7)+PSOE (6)+PCE (2) desbancan al cabeza de lista ganador del partido de Adolfo Suárez, que fue el isleño Antonio Ramírez Roldán, y ocupa el sillón de la Alcaldía Fernando Rodríguez Viaña, del PSA. Poco después, este partido sustituye a Rodríguez Viaña al frente por Avelino Arias, que desempeña las labores de alcalde encabezando sucesivamente las listas del PSOE y del PSOE al marcharse a este último... hasta que en agosto de 1989 llega la moción de censura para desbancarlo. Es decir, que esto de mover sillones por acuerdos, desacuerdos, paso de aquí a allá, etc. para darnos cuenta de las vueltas que dan las cosas sin que se respete escrupulosamente lo decidido por la ciudadanía es consustancial a la democracia que tenemos.
Ha pasado casi medio siglo y seguimos igual. Lo dicho, para reflexionar. La segunda fotografía, cuyo autor es Nicolás y la publicó Mirador de San Fernando hace 40 años, corresponde a la Corporación municipal isleña de 1979. La que ganó UCD, partido que jamás llegó a gobernar en La Isla, por mucho que ustedes lo votasen.


jueves, 22 de agosto de 2019

San Fernando, sin gestión para tener cine de verano

Lamento mucho que en 2019 no disfrutemos del cine de verano en San Fernando. Desconozco los motivos, a lo mejor hay quien piensa que algo así es pueblerino y no está a la altura de los planes tan 'ambiciosos' para esta ciudad, tan 'internacionales', tan 'chic' todo... 
Las proyecciones de películas las hay en muchas ciudades y congregan a cientos de espectadores cada una de ellas. En Madrid, en Málaga, en Cádiz este año con un acertado programa, variado y con nueva ubicación, en Grazalema por poner un ejemplo dispar, etc. Como apunte: el cine de verano en San Fernando ha tenido unos cuantos emplazamientos, destacando entre ellos el Colegio de San José y el Castillo de San Romualdo. Es precisamente la proyección de una película -Moulin Rouge- el evento que ostenta el récord de presencia de público en todos los actos que se han organizado en este castillo desde que comenzara a hacerse uso de sus instalaciones. Fueron casi seiscientas personas las que el 29 de agosto de 2002 entraron en el patio del recinto y decenas de ellas se quedaron fuera con sillas de playa que traían de sus casas. No me lo cuentan, estaba allí. El programador de las películas y el coordinador de las proyecciones era yo. 
En las páginas 288 y ss. y 332 del libro 'El cinematográfico en La Isla', editado por El Güichi de Carlos en 2013, se habla de ello. Por cierto, por entonces esto de las proyecciones era cosa de Cultura, que es la concejalía que entiendo debe organizar un ciclo de este tipo. En ningún caso Juventud, que nunca he comprendido qué tiene que ver con el cine. De todas maneras, es algo secundario. La cosa es que hoy 22 de agosto de hace 17 años, que también era jueves, se proyectaba en el Castillo 'La Isla de las cabezas cortadas', que llenó el recinto con algo menos que 'Moulin Rouge' pero también todo el mundo sentado. Y eso que me tenía preocupado, porque este maravilloso musical es un poco 'peculiar' como todos sabemos. Pero fue un auténtico éxito. 
Qué le vamos a hacer... Tendremos que irnos a otras localidades que sí han gestionado ofrecer esta iniciativa a la ciudadanía. La Isla pierde una vez más.







martes, 20 de agosto de 2019

Alan Parsons Live Project en concierto en Jerez


Extraordinario concierto de Alan Parsons y su formación en Jerez de la Frontera el pasado 17 de agosto de 2019 en las bodegas González Byass, dentro de una nueva edición del Tío Pepe Festival, una inteligente -y supongo que costosa- iniciativa que de unos años acá ha situado a Jerez entre las localidades más atractivas del sur en cuanto a espectáculos musicales veraniegos.
Jerez y Chiclana se llevan la palma. Y entre las apuestas del Tío Pepe Festival ha estado en esta ocasión la del prestigioso ingeniero de sonido y compositor Alan Parsons, el único concierto de su gira mundial 2019 en España. Un espectáculo de gran calidad que repaso en este vídeo reportaje recorriendo la mayor parte de los temas que interpretó el grupo con comentarios textuales.

domingo, 18 de agosto de 2019

Poderoso atracón de cine que Tarantino traslada a los estómagos de los espectadores


Rodar una película como 'Érase una vez en Hollywood' debe haber sido una tarea francamente complicada. No por sus características técnicas, porque Tarantino se maneja como pez en el agua con una cámara. Lo que resulta difícil es condensar tanta información al espectador en casi tres horas de metraje. Tarantino se ha atracado de cine -se respira en cada poro del filme su amor por él-, lo ha hecho sin mesura y ahora traslada a los estómagos de los espectadores esa pesadez -sin ser peyorativo- que provocan las indigestiones desordenadas. Y cada aparato digestivo recibe la comida como puede, claro está.
'Érase una vez en Hollywood es un compendio apabullado de motivos centrales del filme como sus personajes, las situaciones, los hechos que se suceden… y un preciosismo exagerado y hedonista de Tarantino con los elementos secundarios: escenarios, cartelería, carreteras, personas que deambulan por calles, por fiestas, por el Hollywood anárquico de la época…
Tarantino quiere condensar en 160 minutos mucha información, muchas cosas. Algunas las alarga demasiado, como los planos-secuencia desde los pies y piernas de los actores o los recorridos en coche. Le sobran kilómetros explícitos a la película. O momentos de Di Caprio en su papel de villano en películas italoamaneradas del oeste. Son cosas que lastran el vuelo de un filme que engarza lo que ocurre como si Tarantino fuera el alumno más aventajado de Martin Scorsese revisionando ‘Casino’, por poner el ejemplo más diáfano, pero sin la maestría del director de ‘El lobo de Wall Street’.
Al espectador le cuesta trabajo entrar en las vidas cruzadas de los dos protagonistas porque cada uno de ellos tiene el suficiente peso como para protagonizar una película por sí solos. Di Caprio encarna a un Rick Dalton que, pese a su edad, se siente en el ocaso de su carrera y relegado a subproductos. La búsqueda gradual de su valía a través de estos spaguettis sobrevalorados, a pesar de lo paradójico que pueda ser, aporta un enjundioso drama al filme con momentos de gran talento como el primer encuentro entre Dalton y la niña previo al rodaje. Y especialmente brillante y –ahora sí- de alto voltaje tarantinesco es su redención, su puerta grande al estrellato, gracias al, por fin, contacto con una vecindad que deja un final de filme abierto aunque conozcamos cómo acabará una historia que puso la puntilla a un Hollywood clásico herido de muerte, con una Sharon Tate tratada personalmente en la película con bastante desdén y que denota que a Tarantino solo le ha interesado como macguffin a lo largo del filme. De hecho, aun desconozco si su secuencia como espectadora en el cine autovisionándose en ‘The Wrecking Crew’ es empleada para empatizar con el espectador o apuntillar a un personaje carente de identidad (feminismos fuera de la reflexión, por favor).
Y después está el caso de un inconmensurable Bratt Pitt que, dentro de ese complicado reto que, insisto, ha sido rodar esta película, podía haberle ganado la partida a Di Caprio –entiéndase a sus respectivos personajes- descompensando el filme o convirtiéndolo en un tour de force entre ambos del que Tarantino saldría malparado. Pero no ha sido así. El director ha sabido equilibrar, ha sabido paralelizar y, de manera admirable, la historia de Cliff Booth. Quizá, mejor dicho, moderar la poderosa historia de un solitario ante el peligro que fue homicida, es matón, incorregible –la secuencia con Bruce Lee anima el filme en uno de los momentos que más anda en la cuerda floja- y sobre todo es un vaquero que tiene su propia película cuando visita el rancho Spahn: el forastero mal recibido en el pueblo que irremediablemente terminará con violencia. Admirable Tarantino que nos sitúa en dos rodajes en un mismo tiempo, centrado en pantalla en lo que le sucede a Cliff Booth –nombre con cuya sonoridad el director homenajea a un grande del western como Eastwood- mientras como espectadores sabemos que Dalton sigue buscando su estrella en rodajes entre revólveres baratos.
Como en el cine de Tarantino nada es lo que parece, prepárense para un final en donde el cineasta aparece tal y como lo conocemos, abandona su tufo a Scorsese espolvoreado por pizcas de Robert Altman y se nos muestra tanto estética como filosóficamente como lo que es: una bomba de relojería contenida durante más de dos horas en las que da rienda suelta a su amor al cine hasta que explota para hacer el suyo. Y hacer eso hoy día, en una industria tan escasa de intelecto, es todo un logro y un ejemplo de talento.

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