domingo, 6 de marzo de 2022

Equipo de válvulas



Ha costado, pero ha llegado. Esa frase, así, en plan sentencia tras un sufrimiento de verdad, son especialmente graves en dos circunstancias: en la cama y en el fútbol. Mejor que nos quedemos hoy con lo segundo, es decir, con el Cádiz.
Ni nos acordábamos de la última vez que el equipo ganó en casa, yo creo que aun estudiaba en el colegio Argantonio. Sí, es una maldad exagerada, pero pretender quedarse en Primera División cuando el primer partido en el que vences te lo anotas en marzo, siete meses después de iniciarse la Liga, es como pedirle al santo del que cada uno guarda la estampita que te toque la lotería sin haber comprado el número. O sea, misión imposible.
Pero hoy se ha roto esa eterna racha, la maldición del Nuevo Mirandilla con el cambio de nombre y esas pamplinas. Los que tenemos aun esperanzas veíamos venir que más pronto que tarde tendrían que acabarse los gatillazos en la cama -perdón, en el césped, está la cosa hoy un poco erótica-, representados en empates tras empates, y que por fin vendría el descorche. Y ha sido en el partido contra el Rayo Vallecano, que era otro rival ideal para ello no porque esté en la ciénaga como nosotros, sino porque no gana un partido desde que mucha gente no sabía ni que existía Kiev menos cuando el Dínamo juega contra un equipo español en la Champion o en la Europa League. Y nada mejor que pillar a un grupo de futbolistas cuesta abajo y sin frenos para aprovecharse de la circunstancia. El Rayo deambula en Primera con las rentas de los primeros meses, algo parecido al Cádiz en la temporada pasada, pero como se escantille se le va a quedar a Alvarito la cara aun peor que la que tiene, poco agraciada con el bigotito de personaje de película de posguerra.
Bueno, que al fin hemos ganado. Ha costado y vuelve a suceder algo curioso. El Cádiz es últimamente como los televisores Vanguard o Telefunken aquellos de los setenta, que le dabas al botón de encendido y tenías que esperar un rato hasta que un montón de pequeños tubos en su interior se empezaban a encender y olía a polvo quemado (esta va sin connotaciones sexuales). Cuando aquello sonaba como un pequeño chisporroteo y parecía que iba a explotar, se encendía la imagen y...¡voalá! Aparecía López Vázquez en 'Ese señor de negro' o Don Cicuta en 'Un, dos, tres'.
Pues eso, que las primeras partes del Cádiz son como el encendido del valvuleo, donde no ocurre casi nada, huele a chamusquina y no sabemos si va surgir una buena imagen. Nos quedamos esperando con un sopor de cojones hasta que empieza la segunda mitad y parece que a los chicos de Sergio González se le encienden las lámparas internas, incluidas las de la cabeza, y da gusto ver jugar al equipo. Hoy se ha tocado el balón incluso apabullando al rival en determinados momentos, y por fin han llegado los goles. Ojo a Idrissi, que le faltan cinco minutos para adaptarse del todo al equipo y es un futbolista interesante, a José Mari le basta un puñado de minutos en la segunda parte para demostrar que va a ser fundamental -otra vez- en la lucha y la maldad de Negredo ante la puerta contraria aumenta por cada partido que juega. Me ha preocupado verle tieso al final del encuentro, andaba a duras penas tocándose una rodilla. Esperemos que no sea nada porque este tío es fundamental para lograr que todas la válvulas se enciendan para que podamos ver la tele en color y nos olvidemos del blanco y negro de Segunda. Más aun cuando el calendario que viene ahora es para ni encender el televisor, ni de válvulas ni de esos de cuatro mil pavos que venden en el Mediamark, más grande que mi casa.
Ah, y por mucho que seamos más solidarios o reivindicativos que nadie, o se quiera vender camisetas de la equipación suplente, yo puse cara de póker desde que vi al equipo vestido con esos colores en un partido en el que era fundamental que el amarillo y el azul ayudara a salir adelante. Táchenme de pejiguera, pero cuando nos juguemos la vida, cuando podamos triunfar o morir definitivamente, que sea siempre con el uniforme de gala, por el que se nos conoce desde siempre, el que lleva la afición al estadio en sus camisetas y bufandas. Que parecía este mediodía que había sintonizado un partido en un canal de fútbol de Kazajistán.

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