lunes, 5 de diciembre de 2022

Gabriel Blanco y Cela


Hace varios días, el escritor Antonio Tocornal escribió en su perfil de Facebook un feliz hallazgo entre las páginas de uno de los libros añejos que posee en su colección. Se trata de un ejemplar de una vieja edición de 'La familia de Pascual Duarte', del año 1972, que perteneció a su tío, 
Gabriel Blanco. Ordenando lo que debe ser su ingente biblioteca, el ganador de premios literarios como el de Novela 'Vargas Llosa' en 2017 entre otros muchos, encontró una carta que Camilo José Cela envió a Gabriel Blanco agradeciéndole la crítica que éste había escrito en la revista Cinema 2002 sobre la película 'Pascual Duarte', dirigida por Ricardo Franco y que se había estrenado en 1976. "Ha calado usted muy hondo en mi novela y me demuestra hasta la saciedad que sabe bien de qué va la cosa. Créame si le digo que la crítica no me tiene acostumbrado a verla acertar", apostillaba el Premio Nobel de Literatura, con su característica manera de apuntillar sus frases cuando se trataba de dejar impronta y sentencia en sus opiniones.

Desconocía que Gabriel Blanco era familiar directo de Antonio Tocornal y así se lo hice saber a través de la red social antes citada en el momento que vi la fotografía de la misiva firmada de puño y letra por Cela. Durante los últimos casi doce años llevo clamando en el desierto por el olvido en el que está sumido en su tierra Gabriel Blanco, un hombre que perteneció a una generación de cineastas de la época tardofranquista. Fue arquitecto, pero su pasión era el cine. Ejerció de crítico cinematográfico en varias revistas, entre ellas 'Cinema 2002', publicación vigente desde 1975 hasta 1980 y que contó con colaboradores en tareas de análisis de películas y reportajes como Román Gubern o Isabel Escudero. Blanco se marchó de San Fernando a Madrid y desde allí emprendió una carrera en la que compaginó la crítica con la dirección cinematográfica, realizando cortometrajes como 'La edad de piedra' (1965), 'Cualquier mañana' (1969) o 'La edad del silencio' (1978). Tras su muerte, en 1991, existió un movimiento entre los cineastas y críticos españoles en el que comenzó a reivindicarse la figura de Blanco y el papel que ejerció con sus críticas de cine y a través de sus películas, entre las que destacó 'La edad del silencio' que se alzó con la Concha de Oro del Festival de San Sebastián al mejor cortometraje. 

Como he indicado, de todo ello hemos hablando en esta web y en otros foros y por aquí anda la fotografía de esa distinción junto al catedrático Rafael Utrera, que en 2011 tuve el honor de llamarle para que ofreciera una conferencia en San Fernando dedicada a la obra de Gabriel Blanco y sus familiares mostraron la Concha de Oro en el transcurso del acto. Fue entonces cuando, desde el Ayuntamiento, se prometió públicamente iniciar las gestiones para que el cineasta isleño contara con el reconocimiento de su ciudad, poniendo como ejemplo la posibilidad de rotular una calle con su nombre. Y es que todos los días no hay ciudades que cuenten con un ganador de una Concha de Oro de San Sebastián. 

A colación del descubrimiento de la Carta de Cela entre las páginas de 'La familia de Pascual Duarte' de la colección de Tocornal, aproveché la oportunidad para mostrar mi disgusto por el olvido hacia la figura de su tío antes reseñado. No solo estamos hablando de la inexistencia de un reconocimiento oficial, sino ni siquiera del de su nombre en ámbitos de la cultura de la ciudad y de la provincia, la nula referencia a la hora promover iniciativas audiovisuales que pudieran relanzar su recuerdo o la aparición de Gabriel Blanco entre los nombres de quienes sus obras puedan servir para que tengamos mayor conocimiento en los campos en los que mostraba sus cualidades. Camilo José Cela no tuvo reparos en emplear su tiempo para felicitar a Blanco por su crítica y destacar la agudeza con la que el crítico y cineasta había escrito en 'Cinema 2002' sobre una película basada en su reconocida novela. Esta carta es, pues, otro ejemplo de la valía del personaje olvidado.

Continuando mi conversación digital con Antonio Tocornal y exponiéndole la incumplida promesa desde las administraciones del reconocimiento prometido en su día, el escritor me contestó lapidariamente. "No creo que a Gabriel le importara a estas alturas tener una o ninguna calle en San Fernando". La frase me hizo pensar e interpretar que, en realidad, hay gente que no necesita reconocimientos de esta índole, pero inmediatamente pensé en la crucial necesidad-obligación de la cultura por ser trasladada para el bien común, y le contesté a Antonio con la siguiente frase: "Es posible, pero hubiera sido un acto de justicia por parte de la ciudad hacia un hijo suyo con una Concha de Oro del Festival de San Sebastián entre otras cosas".

Interpreto este episodio ocurrido en estos últimos días de manera agridulce. No sé si las palabras de Antonio Tocornal revelan la oportunidad perdida del todo, un posible desarraigo del cineasta hacia su tierra desde los tiempos de inicio de su trayectoria o que la carta de Cela es una anécdota más de las que surgen y mueren en la línea del tiempo. Sea como fuere, ninguna es razón para olvidar a Gabriel Blanco en el más allá de su entorno y, con ello, reivindicar su figura, el cine y los hijos destacados entre tanta mediocridad actual.

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