jueves, 23 de diciembre de 2021
El Spielberg más social en 'West Side Story' (2021)
domingo, 19 de diciembre de 2021
'El poder del perro'
He estado varias semanas obviando ver 'El poder del perro'. Es escuchar el nombre de Jane Campion y entrarme sueño. Jamás entenderé cómo aquella cosa tan absurda como 'El piano' pudo llamar la atención. Aquella señora que no hablaba, de un lado para otro, con un piano de cola en una playa, esperando a alguien, y una niña odiosa berreando. Era todo tan impostado y tan pesado escuchar constantemente la música de Michael Nyman...
Compruebo la cantidad de gente que ha visto (en Netflix) lo último de Campion, me preguntan constantemente y no tengo más remedio que verla para llegar a la conclusión de que es una verdadera lástima que una historia tan sórdida, de personajes torturados y tóxicos -nunca mejor dicho y no digo nada más para no spoilear- y que tan elegantemente cabalga entre la homosexualidad, la diferenciación de clases y la posesión ilimitada haya quedado sacrificada por el onanismo de su directora.
'El poder del perro' es tan preciosista como soporífera, tan interesante como innecesaria en muchos momentos y sobre todo tan, tan narcisista por culpa de Campion, que te pasa mirándote por encima, regodeándose en excesos de tiempo dejando imágenes técnicamente estupendas pero contradictorias con las dos piedras angulares del cine: el movimiento y la historia que se cuenta y cómo se cuenta, cosas que reciben una patada en las partes nobles cada vez que esta señora coge una cámara para rodar algo.
E insisto, es una pena. Porque 'El poder del perro' es una involución inesperada de personajes, un trampantojo sórdido y sutil a la vez.
Y no, no creo que Johnny Greenwood deba ser nominado al Oscar por su banda sonora. No porque no contribuya a generar el clima de tragedia que pulula desde el principio, ni desconozca cómo tratar musicalmente a cada personaje. Simplemente, es que no se ha dado cuenta de que estaba componiendo para Campion. Su música, atosigadora y acertadamente limitada instrumentísticamente, es átona, minimalista, machacona y rítmica para precisamente presionar. Pero no hay movimiento visual y entonces provoca un anacronismo sensorial gravísimo. La lentitud visual va por un lado y la velocidad musical por otro. Y eso es un clamoroso error, de Campion por usar algo así y del compositor por no percatarse del tempo narrativo que le han dado a la película.
Te cuento más cosas de 'El poder del perro' en una nueva videocrítica en el canal #UltimoEstreno de Youtube en este enlace. Si no estás suscrito, ya sabes. ¡Te espero para apasionarnos con el cine en #UltimoEstreno! Pincha arriba en la imagen para acceder.
jueves, 16 de diciembre de 2021
Tres años y medio para ubicar la cabina en homenaje a Antonio Mercero
Hoy se ha inaugurado en Madrid la cabina telefónica que reproduce la que hizo sufrir tanta angustia al gran José Luis López Vázquez -y a nosotros- en el extraordinario mediometraje 'La cabina'. Es un justo homenaje a su director, el cineasta Antonio Mercero. Está en Chamberí, en la plaza del Conde Valle de Suchil, a solo cincuenta metros de donde se rodó.
Su idea fue acompañada de una campaña en redes sociales con el hashtag #UnaCabinaParaMercero, que cosechó más de 4.000 apoyos y que contó con el respaldo de familiares y amigos del propio director cinematográfico, así como de la Academia del Cine y de instituciones privadas como la Fundación Telefónica.
martes, 14 de diciembre de 2021
Casi 4.000 suicidios en un año. Ojalá la muerte de Verónica Forqué sirviera para algo...
En España se suicidaron en 2020 un total de 3.941 personas. Las circunstancias de la muerte de Verónica Forqué han conmocionado a todo el mundo, pero muchos de esos que ahora dicen estar consternados no se han parado jamás a reflexionar sobre el grave problema de las personas que deciden quitarse la vida, una cifra que aumenta cada año ante la desorientación que actualmente vive el ser humano, los problemas económicos, emocionales, la incomunicación, la alienación o la brutal competencia para llegar a ser el número uno a la que someten a gente ya sea anónima o famosa en repugnantes programas de televisión, incluidos los de cadenas públicas que pagamos de nuestros bolsillos.
Decía que el año pasado se quitaron la vida 3.500-4.000 personas. Las comparativas no sirven para minimizar otros factores de
fallecimiento, pero sí para darnos cuenta de que hay que exigir de una vez todas
mayor infraestructura sanitaria en materia de psicología y psiquiatría, de
atención a quienes necesitan apoyo por sus problemas mentales, casos de los que
no se hablan porque parece un tema tabú. Porque es del todo inexplicable que
existan campañas intensivas de tráfico y nos hablen constantemente de los
accidentes de circulación, algo que es necesario, pero cuyos datos nos revelan
que en 2020 murieron 1.370 personas en las carreteras españolas. Es decir, menos
de la mitad de los suicidios.
La violencia de género es algo aberrante, con lo
que hay que acabar como sea, pero desde el año 2003, hace la friolera de 18
años, han sido asesinadas 1.078 mujeres a manos de esos hijos de puta. En todo
este tiempo, ni siquiera esa cifra llega al 50 por ciento de un año de
suicidios.
Hasta el tercer trimestre de 2021, en España se
han cometido 206 asesinatos registrados por los cuerpos de seguridad, una cifra
casi insignificante comparada con el número de personas que decidieron acabar
con su propia vida. Y así podemos seguir, con estadísticas frías, a las que se
les puede contestar con la voluntariedad del suicidio como ‘motivo de
culpabilidad’ de estas personas. Pero lo que es vergonzoso es que la sanidad
española no afronte por derecho el gravísimo problema de cómo estamos ‘de la
cabeza’, dicho en lenguaje coloquial. Y no lo acometa con equipamientos,
presupuesto, prevención… Todo lo necesario para afrontar una enfermedad situada
en primera línea hoy día por culpa de cómo vivimos.
Pero no. El dinero público se va para programas
televisivos con gente compitiendo por ver quién presenta mejor unas alcachofas
en un plato, quién canta mejor o quién convive en espacios cerrados como cobayas
víctimas de la experimentación mediática. Y da igual que participen juguetes
rotos, como nuestra Verónica Forqué.
A Verónica la encontró su asistenta en su casa,
sin vida… Qué horror. Qué desazón produce pensarlo. Ojalá su muerte no fuera
inútil y sirviera para pararnos y pensar qué mierda de sociedad hemos creado. Me
temo que millones de ahora consternados verán en breve, como una anécdota, la
muerte de la actriz, y seguirán sentados en el sofá enchufados a programas con
más personajes manirrotos, usados hasta la extenuación.
Qué asco de mundo estamos manteniendo.