miércoles, 30 de julio de 2025

Vuelve «MicroHobby», biblia de los usuarios del ZX Spectrum en la edad de oro de los ocho bits


Treinta y tres años después de que la compañía HobbyPress echara el cierre a su revista «MicroHobby», una de las publicaciones imprescindibles en la difusión del software y hardware dedicado a los ordenadores Sinclair, el grupo humano capitaneado por
José Luis Sanz bajo el sello Hecho con Pixels Editorial S.L. ha decidido rescatarla y volver a ponerla en el mercado. Y no solo en formato digital, que es lo habitual ahora a la hora de encontrar iniativas relacionadas con publicaciones, sino también impreso.

Sin duda, una propuesta empresarial valiente, arriesgada, que aunque se ofrezca bajo demanda y sin distribución en puntos de venta -debe adquirirse por encargo- no deja de ser una idea que genera gastos de impresión, de envío, etc.
El resultado en el primer número de esta nueva etapa ha sido extraordinario, llegando a agotarse la tirada prevista y superando las previsiones.
Analizamos en este vídeo este número (que es el 218, guiño a la antigua «MicroHobby», cuyo último número fue el 217) y lo hacemos desde puntos de vista distintos a los habituales, entrando en su acertado criterio a la hora de conservar el diseño y maquetación de antaño, la inteligente compaginación de temas y programas de la edad de oro del Spectrum en los ochenta con los productos actuales, la viabilidad económica gracias a la inclusión de módulos publicitarios, etc.

https://youtu.be/hsxcPyWNZNo?si=2fy245KuvhnGdjpF

sábado, 26 de julio de 2025

Maltrato a John Williams en el documental por el 50 aniversario de Tiburón


«Tiburón: la historia definitiva» es el documental de Amblin, la productora de Steven Spielberg, con motivo del 50 aniversario del estreno de la película que lanzó a la fama al director norteamericano.

Aparece un abanico de cineastas relacionados con él o que admiran su obra. Pero utilicemos las matemáticas para explicar el ninguneo que el documental infringe hacia algo fundamental en «Tiburón»: De sus 88 minutos de duración, tan solo dos con treinta y tres segundos están dedicados a John Williams. Es decir, que solo un 2% del total de la película trata un elemento tan crucial de ella como es la banda sonora que compuso Williams.

Hace tiempo que no observo un ninguneo tan descarado en el cine. Por «Tiburón: la historia definitiva» desfilan desde James Cameron al hijo de Robert Shaw, Emily Blunt, Guillermo del Toro, George Lucas y un largo etcétera que expresan sus impresiones entretejidas con imágenes del complicado rodaje en su día, fotos antiguas de colas de espectadores en los cines y mucha concienciación medioambiental, que para eso en la producción también anda metida National Geographic. 

Pero dos minutos dedicados a Williams y a su banda sonora es irrespetuoso. Porque la música de esta película ES la película. Hablamos de tan solo dos notas musicales que inician un tema que no hay nadie en el mundo que no reconozca. De una capacidad narrativa en su conjunción música-imagen ejemplo en universidades, conferencias, congresos... De maestría de la que han aprendido directores y compositores de las generaciones más contemporáneas. Sin Williams, no existe «Tiburón». Y esa no es la conclusión que se extrae de un documental que trata al compositor como un técnico que ha colocado bien las luces o el cableado perfectamente oculto para que no se vean las costuras del falso escualo. Y Williams, para empezar, no es un técnico. Porque los compositores cinematográficos no son técnicos, son creadores. Y si el uso del silencio en el cine se expone por ejemplos perfectos, ahí está «Tiburón» y secuencias como la de los niños y su gamberrada en el agua con la falsa aleta, en la que no hay ni un segundo de música. Todo esto lo cuenta el propio Williams desde hace décadas en los extras en ediciones de la película en formatos digitales caseros como bien podemos comprobar en una parte del vídeo que he subido a #UltimoEstreno hablando del documental y la absoluta injusticia que me parece minusvalorar lo que fue capaz de hacer el tándem Spielberg-Williams en la historia del cine con una banda sonora magistral. Y más sorprendido me quedo cuando compruebo que el director de «Tiburón: la historia definitiva» es Laurent Bouzereau, es decir, el mismo que hizo el documental «La música de John Williams» en 2024 del que también hablamos en #UltimoEstreno en su momento. O sea, tenía al compositor a su disposición como nadie y sabía del tema.

Pues me niego a normalizar este ninguneo y a pensar eso de “total, es solo la música…”. Aún me queda por ver el otro documental, «Cincuenta años de Tiburón», de los directores Olivier Bonnard y Antoine Coursat, producción francesa y disponible en Movistar+. Espero que me sirva para hacer el exorcismo que necesito en estos momentos mientras sigo convencido de la necesidad de reivindicar, por todos los medios posibles y como vengo haciendo desde hace 36 años, la importancia de la música de cine.

VÍDEO EN #ULTIMOESTRENO: https://youtu.be/ajFPnN_tNz8

viernes, 18 de julio de 2025

«Cuento de verano»



Éric Rohmer empezó ayer su cuento de verano que durará exactamente 21 días.

Gaspard vuelve a convertirse en el personaje que, a modo de excusa, sirvió a un cineasta que, con 75 años de edad a sus espaldas, nos desnudó las inquietudes de los jóvenes respecto a la amistad y al amor como pocos directores lo han hecho en la historia del cine.

En tiempos en los que en la pantalla nos cuentan las cosas de manera alambicada y rellenada de paja, conmueve revisar la sencillez de Rohmer a la hora de exponer la complejidad que encierran Gaspard, Margot, Solene y Lena. Al fin y al cabo, sus pensamientos y formas de actuar no dejan de ser las del ser humano a cualquier edad. Pero la condición de personas con la libertad de elegir su forma de vida supone un motivo a favor de las relaciones indescifrables o incondicionadas. Y esa frescura y realidad la muestra Rohmer como nadie a través de sus personajes.

«Cuento de verano» me impresionó en un festival (no recuerdo cuál) en 1996. Hace años que no la revisaba y lo he hecho con el miedo (pavor a la frustración, que es peor) que da volver a ver una película que te pareció maravillosa pero por la que han transcurrido treinta años y además los protagonistas son jóvenes escudriñando sus sentimientos. La juventud ha cambiado muchísimo en tres décadas, pero lo importante del filme de Rohmer no es su forma, sino su fondo. Y siempre existirán mujeres como la maravillosa Margot (tremenda pena que Amanda Langlet desapareciera del cine), convertida en mezcla autoletal de paño de lágrimas, de la amistad más verdadera y, por supuesto, de amor no correspondido. Y existirán Solenes y Lenas, tan atractivas como impostadas.

Revisionar «Cuento de verano» es volver a confiar en el cine por su reflejo de la realidad desnuda. Por ofrecer en bandeja la posibilidad, aunque nadie repare en ello hoy día, de debatir si Gaspard es el ejemplo del chaval actual, manteniendo los devaneos con las tres chicas, y si su actitud es propia de la fugacidad estival que llamamos «amores de verano» o una poligamia estructural, incluso inconsciente, que encubre el deseo de tener y compatibilizar lo mejor de cada persona del sexo opuesto.

Y volver al Rohmer más pletórico es hacerte dos preguntas sobre esta pequeña joya del cine: ¿Es creíble invertir a los protagonistas? Es decir, ¿cómo valoraríamos, siendo espectadores y haciendo de sociólogos especialmente hoy día, el hecho de que fuera una chica la recién llegada a los balnearios de Dinard y tres chicos quienes marcaran un verano como el del cuento? ¿Sería posible o no habría guión porque los hombres y las mujeres amamos de distinta manera?

La otra pregunta me la hice en 1996 nada más salir del cine, a gritos y sigo sin encontrar respuesta: ¿Por qué el cretino de Gaspard no se queda con Margot?

«Cuento de verano» está en Filmin y en Amazon Prime Vídeo.

Vídeorreportaje sobre el 30 aniversario de «Cuento de verano» con más detalles y el debate en los últimos minutos sobre la necesidad (o no) de musicalizar la película con mayor presencia de una banda sonora de estilo sinfónico. ¡Ojo al ejemplo que os ofrezco!: https://youtu.be/xyshg7Edk9s

lunes, 7 de julio de 2025

Alfonso de la Torre


Ha muerto Alfonso de la Torre.

Cuando Steven Spielberg desembarcó en el pueblo gaditano de Trebujena para rodar «El imperio del sol», el joven Alfonso consolidó su amor hacia el cine y todo lo que tuviera relación con el director norteamericano. Desde entonces, fue un acérrimo coleccionista de documentos, recuerdos, etc. de películas spielbergianas. Lo hizo desde su hogar, en Valladolid, y también viajando, desde Trebujena a Hollywood, donde conoció incluso a la madre de Spielberg, Leah Adler, fallecida en 2017 (en la foto podemos ver a ambos juntos).

Alfonso conservó una mirada de niño pequeño e ilusionado desde 2023 hasta su muerte hace pocos días, después de que los cineastas Daniel Llamas y Silvia Moreno rodaran el documental «Steven quiere conocerte», en el que cuentan la historia de cómo Spielberg llegó a un pueblo perdido gaditano en 1987 donde gobernaba el Partido Comunista para rodar una película con casi 40 millones de dólares de presupuesto y lo que supuso para este municipio y sus habitantes. La película la vertebran los testimonios de Alfonso de la Torre y de John Baker, el técnico que se quedó a vivir en Trebujena tras trabajar en la película porque se quedó prendado de una chica del pueblo. ¡Qué relatos tan bonitos los de un enamorado del cine de Spielberg y un enamorado yanqui de una trebujenera!

Alfonso de la Torre ha muerto y apenas algún que otro medio lo ha publicado.

Mi recuerdo y homenaje hacia él, con el que intercambié muchas charlas en estos tres últimos años, recordando esta entrevista que le hice a Silvia y a Dani en el preestreno de «Steven quiere conocerte», donde cuentan muchas cosas de este documental, y el texto en mi web.
#UltimoEstreno

https://youtu.be/Z2-iBtF-KDk?si=gNank527BNjm-xKQ
https://www.arrozamargo.com/2023/05/steven-quiere-conocerte.html