«Tiburón: la historia definitiva» es el documental de Amblin, la productora de Steven Spielberg, con motivo del 50 aniversario del estreno de la película que lanzó a la fama al director norteamericano.
Aparece un abanico de cineastas relacionados con él o que admiran su obra. Pero utilicemos las matemáticas para explicar el ninguneo que el documental infringe hacia algo fundamental en «Tiburón»: De sus 88 minutos de duración, tan solo dos con treinta y tres segundos están dedicados a John Williams. Es decir, que solo un 2% del total de la película trata un elemento tan crucial de ella como es la banda sonora que compuso Williams.
Hace tiempo que no observo un ninguneo tan descarado en el cine. Por «Tiburón: la historia definitiva» desfilan desde James Cameron al hijo de Robert Shaw, Emily Blunt, Guillermo del Toro, George Lucas y un largo etcétera que expresan sus impresiones entretejidas con imágenes del complicado rodaje en su día, fotos antiguas de colas de espectadores en los cines y mucha concienciación medioambiental, que para eso en la producción también anda metida National Geographic.
Pero dos minutos dedicados a Williams y a su banda sonora es irrespetuoso. Porque la música de esta película ES la película. Hablamos de tan solo dos notas musicales que inician un tema que no hay nadie en el mundo que no reconozca. De una capacidad narrativa en su conjunción música-imagen ejemplo en universidades, conferencias, congresos... De maestría de la que han aprendido directores y compositores de las generaciones más contemporáneas. Sin Williams, no existe «Tiburón». Y esa no es la conclusión que se extrae de un documental que trata al compositor como un técnico que ha colocado bien las luces o el cableado perfectamente oculto para que no se vean las costuras del falso escualo. Y Williams, para empezar, no es un técnico. Porque los compositores cinematográficos no son técnicos, son creadores. Y si el uso del silencio en el cine se expone por ejemplos perfectos, ahí está «Tiburón» y secuencias como la de los niños y su gamberrada en el agua con la falsa aleta, en la que no hay ni un segundo de música. Todo esto lo cuenta el propio Williams desde hace décadas en los extras en ediciones de la película en formatos digitales caseros como bien podemos comprobar en una parte del vídeo que he subido a #UltimoEstreno hablando del documental y la absoluta injusticia que me parece minusvalorar lo que fue capaz de hacer el tándem Spielberg-Williams en la historia del cine con una banda sonora magistral. Y más sorprendido me quedo cuando compruebo que el director de «Tiburón: la historia definitiva» es Laurent Bouzereau, es decir, el mismo que hizo el documental «La música de John Williams» en 2024 del que también hablamos en #UltimoEstreno en su momento. O sea, tenía al compositor a su disposición como nadie y sabía del tema.
Pues me niego a normalizar este ninguneo y a pensar eso de “total, es solo la música…”. Aún me queda por ver el otro documental, «Cincuenta años de Tiburón», de los directores Olivier Bonnard y Antoine Coursat, producción francesa y disponible en Movistar+. Espero que me sirva para hacer el exorcismo que necesito en estos momentos mientras sigo convencido de la necesidad de reivindicar, por todos los medios posibles y como vengo haciendo desde hace 36 años, la importancia de la música de cine.
VÍDEO EN #ULTIMOESTRENO: https://youtu.be/ajFPnN_tNz8
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