sábado, 8 de agosto de 2009

El silencio sonoro de los poemas en Santiago de la Espada y la Sierra de Segura

Santiago de la Espada tiene apenas 1.500 habitantes, en verano algunos más. A los hornilleros no les gusta promocionar en demasía el núcleo que conforman Santiago-Pontones y sus maravillosos parajes naturales. El turismo da dinero, sí, pero la masificación les amenaza y no la ven con buenos ojos. Andan felices con sus aldeas, con el ganado paciendo plácidamente; a pocos kilómetros y entre parajes sublimes, el lago en Las Anchuricas que no tiene nada que envidiar a un paisaje de Los Alpes, donde nos bañamos hace unos días sin indicios de seres humanos a mucha distancia,...

En la aldea de Las Nogueras, a apenas una decena de kilómetros de Santiago, tiene una casa Benito Mostaza. Buen escritor, profesor, iniciador de medios de comunicación, columnista, y sobre todo, padre de mi buen amigo Jorge Mostaza. Ambos nos han hecho vivir unos días de retiro en aquellas tierras tan distintas a Cádiz, que sirven a Benito y a su familia en verano para alejarse del febril trasiego de Sevilla donde viven.

Benito no es jiennense, pero como si lo fuera. Él y Virginia, su mujer, se trasladaron hace años allí cuando les enviaron como maestros, después hicieron su vida en Sevilla y las escapadas a Las Nogueras son frecuentes en fechas señaladas. Y me hicieron compartir una de ellas estos días, en los que necesité placidez y lugares para reflexionar, para darme fuerzas ante un invierno crudo en el que habrá que luchar mucho.

En Las Nogueras viven apenas un centenar de personas. Sus casas me llamaron la atención principalmente por dos cosas: muchas están recubiertas de placas metálicas para hacer resbalar las duras nevadas de una zona a 1.350 metros de altitud. Otras mantienen porches de entrada con parras, vides de un verde vivo con uvas que al sol dejan ver, tras su bella transparencia, el lejano paisaje. Nada que ver con los campos de Hernán Perea, a unas tres horas en todoterreno, donde el paisaje es rudo e inmenso, especialmente sobre el monte Cagasebo, donde se puede apreciar la esquilma humana de miles de árboles, llevada a cabo cuando fue declarada paradójicamente provincia marítima en el siglo XVI para utilizar la madera y construir los barcos de la Armada Invencible. Allá arriba capté la emotiva imagen de Nani y Mamen emocionadas mientras Jorge contempla el horizonte, a espaldas del sol,..

Camino de los campos te encuentras un bosque por el que las ardillas piruetean por los pinos, cervatillos se esconden o huyen despavoridos al paso del cuatro por cuatro por el carril y haces una parada para acercarte al pino Galapán, que se alza imponente y desafiante para que, al menos entre cuatro personas con los brazos extendidos y manos enlazadas, traten a duras penas de rodear su tronco.

Las Anchuricas, el pantano del Tranco, la belleza del parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas,... El nacimiento del Segura se contempla como un lugar de fe, mana del suelo en una piscina natural de profundidad indeterminada y sus aguas heladas comienzan a buscar pronto los recovecos de las montañas no sin antes robarle un gélido chorro para beber en una alberquita. El río Borosa y sus entresijos de agua cristalina conforman un paisaje al que los encorsetados parques temáticos tratan de imitar en zonas vérdeas, con la diferencia de que lo que se vive recorriendo los caminos de la Sierra de Segura son reales.
Pero lo que jamás se olvida realmente es a la gente. Las mujeres de Las Nogueras salen a la calle a primera hora vestidas de negro una mayoría para comprar alimentos en una furgoneta que viene de Santiago, sobre todo lo que no se cultiva en las huertas de alrededor y falta para completar una buena y jugosa despensa. En el almuerzo del primer día que llegamos, Josico 'el de las migas', como su apodo indica, nos hizo una exquisita y gigante sartén de migas aderezadas en la mesa con uvas, pimiento, naranjas,... Josico tiene apelativo de niño, pero en realidad es el alma y sus ojos lo que tiene de pequeño travieso y feliz con lo que le rodea.

Mariano 'el de la Ía' disfruta al lado de Benito abriendo una botella de Marqués de Polavieja, un ribera del Duero de 2003, mientras un Marqués de Cáceres de 1997 aguarda sobre la mesa. Mariano tiene un supermercado en Santiago, durante años era quien traía el pescado a la zona y en realidad es fresador. Poco a poco se incorporan personas, amigos de Benito, hasta completar 'la cocinica', que es como el chalecito de la casa de los Mostaza, cruzando la calle del portón de la vivienda, donde sólo hay una explanada techada con una hamaca a la derecha, a la izquierda una barbacoa, varias mesas de plástico para comer y la vista del riachuelo enfrente que recorre la trasera entre árboles. Aparecen Carlos, Jesús y Antonio, hijos de Antonio Cózar, que es el 'potentado' de Santiago con su trabajo como dentista al que le han seguido sus hijos, que toman una cerveza, charlan con nosotros sin conocernos hasta ese momento,... La hija del policía municipal es preciosa y con 16 años se sienta callada a contemplar la escena. Su cabeza quizá esté en otros lugares, en otros mundos,... cosas de chiquillas.

Y tras el opíparo almuerzo, José Muñoz aparece con su guitarra. De piel curtida, semblante serio pero dicharachero al ratico, tiene predilección por las soleás, habla de sus discos grabados y la toca mientras Benito comienza a recitar algunos de sus poemas, varios de memoria, otros con uno de sus libros en las manos.
Juan, que es el cuñado de Mariano y Nicolasa casado con 'La Pía', se decide a recojer su guitarra y de ella y de nuestra garganta afloran las canciones de Sabina, Aute, La Mandrágora, Serrat y 'Aquellos duros antiguos..." en honor a nosotros. Olegaria, la mujer del 'Pieles', contempla una escena que se prolonga, con bebidas espirituosas y café, hasta casi la noche... Hay que correr y cambiarse, que toca verbena en Las Nogueras, preludio de las fiestas de Santiago de la próxima semana. El año que viene iremos de nuevo.

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