El problema es que esta crispación innecesaria se traslada a otros ámbitos y localizaciones donde gobiernan los del lado contrario. Y en Cádiz le ha dado al Gobierno local de Teófila Martínez (PP) por establecer una cruzada moderna (es decir, con alegría moderada y sibilina, pero cruzada al fin y al cabo) contra el nudismo en las playas urbanas. Así que entre los crucifijos y los bañistas en pelotas...
Con tales temas tan tribales es fácil provocar debates que empequeñezcan lo que realmente nos preocupa como ciudadanos y españoles. No hay consenso en el diálogo social, los trabajadores caen como ametrallados, los autónomos cierran sus negocios por cientos al día, la economía parece dejada de la mano del "Dios proveerá" porque nadie (de un lado y otro) aporta soluciones suficientemente sólidas, las familias no tienen que comer, Cádiz es el culo del mundo en posiblidades de trabajo y en fomento de la cultura, donde el chovinismo carnavalero y futbolístico hace un daño mortal,... y estos se embroncan por quítame allá un bañador para tapar las tetas y los chochos.
Si yo gobernara en Cádiz no me preocuparía por prohibirle a los bañistas que se desprendan del bikini o del meyba de mi abuelo. Todo el mundo sabe cuál es la 'filosofía' que impera en una playa urbana como la de la capital, por cierto bastante deficiente en muchas cosas. Si yo gobernara me preocuparía mucho más esa ristra kilométrica de colillas pirieteando entre la espuma sucia que se queda en la orilla tras morir las olas, las latas de refrescos flotando, las mierdas (sí, sí, mojones) en el agua, lo sucísimo que se ve el mar en general, como estancado, en La Victoria, y el surrealismo de una franja longitudinal con todo el mundo pegado, sombrillas encima de otras y niños pisoteando las toallas ajenas, mientras el resto de la playa, la arena seca hasta el cemento del paseo, está totalmente vacía, en algo contranatura. Me preocuparía más porque La Victoria es una playa puerca, le moleste a quien le moleste, y existe una sustancial diferencia entre el agua y la arena de esa zona y la de Cortadura, y ya no digamos Camposoto por poner un ejemplo en San Fernando, cuyo mar fue calificado hace unos años por una revista especializada a nivel nacional como entre los cinco mejores de España. Y no vale hablar de que eso debe ser del manguito o de la trócola, es decir, de las mareas y coeficientes y otras nimiedades futesas. Es que no hay mierda porque no hay guarros contados por miles echando porquerías y otras playas son más 'naturales' en su concepción que La Victoria, observándose una adecuada distribución de disposición de los bañistas según sus criterios, a la hora de colocar sus bártulos.
El paseo marítimo de Cádiz es un lujo, nadie lo niega. Su playa es patética. Y la conozco desde que nací, que para eso mi madre me llevaba todas las tardes del verano desde donde vivíamos, en la calle General García Escámez, hasta cerca de El delfín azul, andandito y pasando por el lado de las ruinas de la plaza de toros gaditana tras ser demolida, donde ahora se sitúa la plaza Asdrúbal. Y almorcé buenos pescados en Casa Ramón, olí el zotal de las casetas y ya por entonces pillé una infección cutánea en mi torso por culpa de la porquería.
También me preocuparía por la imagen de Cádiz ofrecida 'gracias' a las barbacoas de pasado mañana. Algo que, hace unos años, alentó el propio Ayuntamiento para establecer un récord en el Guiness, se le escapó de las manos (sofás, tresillos, pailas calcinadas, alcohol desbocado, angangos por miles cantando sucedáneos de flamenco), casas enteras construidas sobre la arena... y al año siguiente comenzar el propio equipo de Gobierno a recortar los desmanes permitidos anteriormente. Cosas del surrealismo. O de no saber qué se quiere.
Y con respecto a los crucifijos... Como cristianos tenemos que estar pendientes de otras muchas historias realmente más relevantes que esta. Tenemos mucha tarea para prestigiar una religión que nos hemos encargado de desprestigiar durante siglos.