viernes, 20 de junio de 2025

Perdedores y antihéroes en el cine americano tras las consecuencias de Vietnam: la música como enlace narrativo



No sé cuántos directores y guionistas norteamericanos pueden haber tratado, directa o tangencialmente, el principal trauma de los Estados Unidos en política internacional como fue la Guerra del Vietnam y sus consecuencias. Nos quejamos de la reiteración de la presencia de nuestra Guerra Civil en el ideario cinematográfico español, pero son los americanos quienes tienen mucho más presente que nosotros el correctivo que recibieron en los años setenta.

Perdedores y antihéroes se asoman en el cine para construir un universo siempre mediatizado por la guerra. Pero la búsqueda de esta impronta se queda en pura anécdota, aunque resulte muy importante, cuando al ideario sinóptico se une otro discurso compacto, intencionado, presente como armazón que une al americano anónimo mediatizado por el horror de lo visto y lo vivido en primera persona o lo padecido en su familia: el de la música cinematográfica.

Es INCREÍBLE. En estos días en los que analizo con detenimiento una serie de películas del género, en madrugadas en las que te entregas al cine y sus mundos sin que nada te perturbe mientras la ciudad duerme (Fritz Lang dixit), te das cuenta del grueso hilo argumental de la música en películas dispares pero comunes. Los traumas posbélicos no sólo están en el guión, en la imagen. El perdedor –simbolizando a todos y cada uno de los ciudadanos de un país derrotado en contienda y traumatizados posteriormente- ESTÁ EN LA MÚSICA. Está en las similitudes que puedan existir entre los temas musicales más conocidos de esas películas –estoy convencido de que James Horner escuchó mil veces a Lalo Schifrin-, aunque eso pertenece 'a la forma’, a lo primeramente detectable en los sentidos, a la carta de presentación. Pero el hilo narrativo musical sobre el americano perdedor está presente realmente en una filosofía compositiva amarga, de limitada y autóctona instrumentación, que expresa el lamento y la tristeza de un país tan capaz de la fanfarria victoriosa cuando procede como de las cuerdas melancólicas cuando llora por sus pérdidas y errores. La música no solo es idioma universal, sino expresión y estado anímico que une en la tragedia a protagonistas dispares. La música une a un chulo que vandaliza parquímetros, un exmarine zumbado por los recuerdos, un hijo perdido en un bosque que regresa a su hogar… pero todos son excombatientes, perdedores y antihéroes. Y la narración musical así lo revela. Y lo hace en 1967, 1982, 1996...

Y en el caso de uno de ellos… ¡Es que no es el protagonista de la película! Es más, es que el tema musical compuesto para él (y para ella hasta que uno de los dos desaparece) no tiene nada que ver con la guerra… Pero es que en esta película en concreto hay tres extraordinarios pilares musicales.

Lo siento, perdonad porque me adelanto al próximo vídeo en #UltimoEstreno. Todo será explicado próximamente tras muchas horas de ‘traducción’. Y es que no hay tarea más bella que descifrar los códigos frente a tus ojos y sobre todo los que te cuentan tantas cosas por los oídos.

¡Qué maravillosa es la música de cine!

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