sábado, 20 de septiembre de 2025

«Sirat» y la manía de eternizar lo que vemos en pantalla



Quince minutos emplea Oliver Laxe en arrancar la película tras un eterno bailoteo de fumaos con música de esa que llaman 'raven' en un concierto en el desierto marroquí.

Un minuto enseñándonos a uno de ellos rozándose con un altavoz de su tamaño como perro en celo. Justo a la media hora aparece el título del filme en pantalla.

Tres minutos de saltos con chimpum chimpum delante de dos bafles montados en pleno arenal antes de dar carpetazo a la pandilla basurilla con la 'genial' idea de un campo de minas.
A todo esto, niño con perro en la mochila. Recurso que no falla.

¿#Sirat es una mala película? No tanto. ¿Es buena? Tampoco. Es uno de los millones de ejemplos del onanismo de los directores que en dos horas nos alargan soporíferamente cosas que se deben contar con el dinamismo que requiere el cine. Secuencias interminables, escenas alargadas, a lo que en este caso concreto no ayuda una música monolítica, machacona que no aporta narrativa alguna sino que se utiliza como hilo de coser entre secuencias y además cortado toscamente. Que sí, que ese es el estilo musical que requiere la historia, que hasta ahí llego. Pero no comprendo su uso tan caótico y desacertado.

No sucede nada. No hay final concluyente. Miro el reloj ya en el primer cuarto de hora. Me ausento. Y seguirán creyendo que, por rodar las mismas cosas durante minutos y minutos y dejarlas en el montaje, nos cuentan acertadamente lo que nos quieren decir, en un ejercicio más de directores encantados de conocerse cuyas cosas las envían a competir al más alto nivel.

Vaya futuro -ya presente- tiene el cine. Y qué cuesta estar al pie del cañón ante tantas cosas inanes. Pero ese es otro tema para más adelante.

Enlace a la videocrítica en el canal #UltimoEstreno pinchando aquí.

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