lunes, 21 de enero de 2008

El perfumista

Este fin de semana me he escapado a Córdoba con unos extraordinarios amigos que han institucionalizado unos encuentros ineludibles tras aquel inolvidable viaje a Italia. Entre los numerosos momentos de satisfacción (sobre todo en los restaurantes de la capital califal, lugares realmente maravillosos tanto en su fisonomía como en el ámbito culinario), fue especialmente curioso el rato que pasamos con un perfumista. Sí, efectivamente, estos alquimistas del olor aún existen.

Paco nos vio y nos invitó a entrar en un precioso patio cordobés para confesarnos su secreto a voces en esta ciudad: tiene una pequeña habitación donde vende una mercancía que envuelve primorosamente en papel de regalo y previamente en cajas diseñadas por un amigo suyo. Dentro, tarros de perfume de varios olores: mandarina, jazmín, azahar,… Él los hace, destilando la materia y con sus fórmulas magistrales, en un taller que comparte con su compañero de viaje empresarial.

Paco, que vende los tarros de colonias maravillosas que nos dio a probar a 20 euros, tiene una historia digna de película. Una madrugada llevaba ya varias copas en la barra de un bar cuando observó a escasos metros a un individuo de apariencia hundida que consumía alcohol en grandes cantidades. Se acercó a él hasta que entablaron conversación. Se trataba de un empresario químico que acababa de entrar en la ruina al quebrar su empresa. De ahogar las mutuas salió una idea: ¿Y si Paco aprovechaba las instalaciones de este empresario y el poco dinero que ambos podían reunir, además de los conocimientos que desde pequeño había adquirido de forma autodidacta mezclando flores, alcohol, etc. y creaban unos perfumes para venderlos?

Dicho y hecho. Eso fue hace casi un año. Ahora han salido a flote, venden mucho en Córdoba y el pequeño local donde Paco ofrece sus perfumes es para que lo veáis.

Esta historia me la contó durante un rato que estuvimos conversando rodeados de sus perfumes. Le dije que entonces era perfumista, como la famosa película, a lo que añadió: “Soy alquimista perfumista”.

Ahí lo tienen, en la foto, mostrando los envases ya envueltos para regalo a nuestro grupo, y con su delantal. Para los que vieron el filme, ahora pueden contemplar de verdad cómo es un perfumista. Para los carnavaleros, curiosamente y tras la controversia de estos días, también pueden comprobar cómo un perfumista no va vestido a la usanza del desafortunado tipo de la comparsa de Tino Tovar y Ángel Subiela, ni tampoco precisamente Paco tiene pelos como los de esas pelucas de la agrupación que parecen las que vendía el Millonario simulando la pelambrera de Maradona.

Córdoba… Si Córdoba estuviera habitada por sevillanos, éstos ya hubieran ‘vendido’ al mundo todo lo precioso que es esta ciudad. Pero los cordobeses ‘venden’ poco lo bueno que tienen, les gusta ir a lo suyo, no competir y disfrutar de esa maravilla de ciudad que tienen en lugar de cacarear lo bonito que es la Torre del Oro o, como los gaditanos, afirmar qué preciosas son nuestras Puertas de Tierra. Admirable Córdoba, “lejana y sola”, como decía el poeta… Ni una cosa ni otra en realidad.

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