martes, 5 de agosto de 2025

«Cosmic Alien»- La historia de un juego clásico y cómo llegué a él


A mí las salas de cine me han dado cosas bonitas, y no solo películas.

A pocos metros de mi casa donde viví de niño, en una misma calle, existían dos cines, uno de ellos de verano (El Cine España), que era el de mayor capacidad de espectadores de todo Cádiz, y el Cine Gaditano. Este último ocupaba la esquina de Ciudad de Santander con Brunete, fue inaugurado en 1965 y era uno de aquellos cines de flamantes cortinas onduladas de pesada tela roja, con un amplio vestíbulo y un bar.



Fue allí donde por vez primera tuve contacto a solas con una máquina recreativa, en 1980. Yo tenía 11 años. Acompañado ya lo había hecho, porque casi enfrente de otro cine que se encontraba en la Avenida del Cádiz más moderno, también a apenas diez minutos de mi casa, se hallaba la Pastelería La Camelia, famosa por sus riquísimos y variados dulces. Los domingos por la mañana incluian una visita obligada a La Camelia para endulzar las tardes de la jornada dominical. Frente al infinito expositor de aquellos manjares se ubicaba un extraño mueble rectangular con una pantalla a modo de televisor, en blanco y negro, que mostraba dos cortas líneas verticales en cada extremo, un pequeño cuadrado a modo de pelota (!) que recorría el monitor de manera imprevisible y un gran marcador en la parte superior en que se leían dos números separados por un guión: «15-0». En la parte superior de aquella enigmática cosa, que contaba con una delgada rendija para introducir monedas de cinco pesetas, se podía leer: «Pong». Era el nombre del primer videojuego que conocí y quizás el primero que llegó a Cádiz. Después de comprar los dulces, mi padre y yo jugábamos una partida a aquel improvisado tenis cuyo único y lacónico sonido de 'los palos' que nos representaban como jugadores cuando tocábamos la pelotita cuadrada (!!) se me quedó grabado para toda la vida. Entonces empecé a estar más pendiente del Pong en las mañanas de domingo que de los milhojas y los palos de nata, y ahí comenzó todo.



Hablaba del Cine Gaditano. Ahí, un día, de esos frecuentes de sesión peliculera, entré en el hall, al que le hicieron una pequeña reformar para ubicar un bar, y me encontré con otro mueble de recreativa. Fijé mi mirada en aquella máquina, tan sofisticada en comparación con el Pong de La Camelia. Era tan multicolor, con luces que iluminaban sus paneles, unos preciosos dibujos alrededor de su pantalla inclinada, donde ya se podían adivinar motivos cromáticos, y unos laterales con grandes figuras terroríficas y escorzadas que lanzaban bolas de fuego con mirada amenazadora. En su marquesina delantera, arriba, se podía leer: «Cosmic Alien». Y me enamoré de aquel curioso mueble recién llegado y que, durante los meses posteriores, comenzó a verse en otros locales públicos. Y empezaron a abrirse los salones recreativos. Y a la Cosmic Alien se sumaron Galaxian, Pacman, Scramble, Rally X, Moon Cresta, Crazy Climber... Recreativas con muebles de formas distintas, dibujos variopintos, objetivos de juego dispares. Comenzabas a guardar monedas, sacrificar Bonys de Bimbo para sumar de cinco en cinco duros y a visitar sitios impropios para niños de doce años sin contárselo a tus padres. Pero aquello era imparable, porque no era un hecho aislado de un chaval. Las recreativas comenzaron a formar parte indisoluble del ocio de varias generaciones y, a pesar de la demonización que de ellas practicaron los sectores más reacios a esta nueva manera de divertirse, los niños que jugábamos comenzamos a desarrollar nuestros reflejos y capacidades mentales y motrices gracias a saltar barriles que Kong nos arrojaba antes de rescatar a la princesa, a afinar los disparos a naves enemigas en el Space Invaders o incluso aprender a conducir de noche y con aceite en el suelo gracias a la Speed Race CL5. Por no decir las habilidades escapatorias de cuatro fantasmas que se mantenían impenitentes en el objetivo de que no completaras pantallas comiendo puntos conduciendo un comecocos por un laberinto.

Yo hice recorridos exhaustivos por mi barrio para tener marcados los bares con recreativas y los salones. La calle del Cine Gaditano era una milla de oro. A la Cosmic Alien se sumaban la Lunar Rescue y el Pacman (hubo locales de restauración incluso con varias máquinas a la vez) en el Bar Los Ángeles, hoy llamado El montañés. En la acera de enfrente, el pasaje peatonal María del Carmen González, pródigo en comercios y ahora desgraciadamente con bastantes signos de abandono, en donde se ubicaba el bar 'de Felipe' con dos o tres máquinas más. Allí llegaron también las recreativas de tipo B o popularmente llamadas 'tragaperras', que esas sí que arruinaron a más de uno y curiosamente adultos, no niños, que éramos más de matar marcianos. La calle del cine culminaba casi en la esquina con la Avenida López Pinto (hoy de Andalucía) con un amplio local en el que se encontraban más de medio centenar de máquinas: «Recreativos Santander», rezaba un cartel a la entrada, en referencia al nombre de la calle: Ciudad de Santander. Frente a él un bar pequeño, hoy inexistente, que creo recordar alojaba una tragaperras de reducido tamaño. Allí no cabía un mueble de aquellos como el de Cosmic Alien, de 1,70 metros de altura, 0,64 metros de ancho, 0,80 metros de profundidad y un peso cercano a los cien kilos. 

Una poco más hacia el interior del barrio llamado popularmente del Avecrem se encontraba la calle Tolosa Latour. Allí, el trasiego de niños era continuo, a veces ensordecedor para los vecinos más próximos al Colegio Argantonio, mi centro escolar de pequeño. El bar y cafetería Los Lunares era punto de encuentro neurálgico de padres y madres... y de nosotros uniformados desde una hora antes de comenzar las clases vespertinas. En este local de coqueto tamaño, que aún permanece en activo y sirve estupendas tapas, llegaron a ubicarse dos máquinas a la vez, compaginándose las de tipo A (de juegos arcade) y de tipo B. En las de «matamarcianos» recuerdo Pacman un tiempo y luego Defender. Antes de entrar en clase a las cuatro de la tarde, el bar era un hervidero de niños, maletas amontonadas en la cristalera del local, sonidos electrónicos, gritos de júbilo por pasar de fases, humo de tabaco mezclado con los olores del café, de goma de borrar y perfumes para todas las edades... Hoy esto es absolutamente impensable.

Ha pasado casi medio siglo de todo aquello. Las calles Ciudad de Santander, General García Escámez, Brunete, García de Sola, Tolosa Latour, etc. perdieron la intensa vida ciudadana de los años setenta y ochenta. La zona se vio despojada de sus dos cines, del pabellón polideportivo Portillo que tantos chavales visitaban y que, a día de hoy, no se ha reconstruido, mientras en su lugar se erige un solar abandonado. El mercado de San Severiano se trasladó, la oficina de Unicaja cerró, el salón recreativo dejó de existir por el ocaso de las recreativas y los colegios sufren el acusado descenso de natalidad en una ciudad maravillosa, pero con un suelo y vivienda carísima y un acuciante éxodo de gaditanos capitalinos a otros municipios de la provincia. No obstante, el barrio del Avecrem sigue luchando por mantener sus tiendas, lo que le han dejado de vida y recuperar un esplendor que yo viví en primera persona. Cuando me lo permite mi poco tiempo libre, me escapo a pasear por sus calles, rememorando mi itinerario ritual diario desde mi casa al colegio. Una mueca de tristeza aflora en mi rostro cuando recuerdo a Narciso y su ultramarino, Pedro y su tienda de ropa 'Fenicia', y trato de que mi semblante se torne más feliz cuando aún veo que el kiosko de Amparo sigue vendiendo flores, mi peluquería continúa cortando el pelo aunque sea por encargo y Maruja aún ofrece sus manojos de lana para hacer jerseys.

Decía que la Cosmic Alien del Cine Gaditano fue a la primera máquina que me enfrenté en solitario, que en realidad era el objetivo de este artículo aunque no lo parezca. Porque cuando la descubrí, en los días posteriores me atreví a entrar en el cine en solitario, sin compañía familiar, y colocarme frente a ella cual John Wayne ante un sioux. Miré de reojo varias veces, porque realmente los menores no podíamos entrar en los bares aunque no consumiéramos nada. De hecho, en aquellas peregrinaciones en la capital gaditana y los fines de semana con mis amigos de San Fernando, trazando el mapa de localizaciones de lugares con recreativas (ríase usted de mapas de juegos posteriores) más de una vez fuimos invitados a abandonar algunos bares cuyos tipos tras el mostrador no eran muy amigos de que los mocosos ocupáramos el local matando marcianos. Solían echarnos con desdén, con una interjección bastante desagradable: «¡¡Eeehhh!! Amos pa fuera», y salíamos cabizbajos. Ya sabíamos, marcando en nuestra particular libreta, que allí no se podía jugar. Eran los menos, realmente. Pesaban más los pingües beneficios que íbamos a dejar en las recreativas que la presumible moral que evitaba que unos aspirantes a adolescentes estuvieron en un lugar donde se bebía. 

En el Cine Gaditano se entraba sin problemas. Me refiero a su hall, podías pasar sin ir antes a la taquilla. Comenzó entonces mi idilio con Cosmic Alien. Tenía localizada esta máquina en todos los sitios donde estaba en Cádiz y en San Fernando, donde en su centro neurálgico, en la popular marisquería que se ubicaba en la Plaza de la Iglesia, hubo una ejemplar durante varios años. Después la cambiaron por una Vanguard, un juego de naves espaciales con voz incluida que llamaba mucho la atención. La Cosmic Alien también se encontraba en la calle San Rafael, en un bar esquina con la calle Bonifaz. Metros antes, el bar Casa Facio contaba con una Galaxian, y más allá, el bar Las Siete Puertas con una Pacuman (Pacman distribuida por la empresa española Recreativos Franco) después manipulada con un botón para darle velocidad al comecocos. Y así podríamos seguir hasta que en 1983 llegó a casa el ZX Spectrum y comenzó la informática doméstica. Pero eso ya es otra historia.

Ahora, cuarenta y tantos años después, llega hasta nuestras manos una joya de los arcades clásicos. En 1979, la compañía japonesa Universal había lanzado Cosmic Alien. En España, los juegos de Universal fueron distribuidos por la empresa Inder SA, siendo los más recordados los aparecidos en los primeros años de la década de los ochenta, como Galaxy Wars, Magical Spot (1 y 2), Space Panic, Mr. Do!, Cosmic Guerrilla...

Sin duda, el de mayor éxito fue Cosmic Alien. Inder tuvo sus propios diseños y perfiles de trazos de los muebles de sus máquinas, comentándose entre los jugadores y aficionados que las recreativas españolas disfrutaban de mejores diseños que las fabricadas por Universal, la compañía original.

Han pasado 45 años desde que Cosmic Alien saliera al mercado y decenas de máquinas de este modelo se han perdido, han sido desmanteladas, arrojadas a la basura o incluso convertidas en gallineros improvisados. Las recreativas fueron perdiendo presencia por la aparición de lor ordenadores personales y las consolas, así como los cambios en la legislación respecto a su explotación. Los empresarios comprobaron que los beneficios comenzaban a decrecer y había que deshacerse de aquellos aparatosos inventos. Unas máquinas se quedaron en salones y bares cerrados, otras retiradas a naves industriales arrumbadas como chatarra mientras sus maderas se pudrían y sus diseños, antaño alabados, perdían brillo y se ajaban. Hubo pimballs -ojo a esto- que, para no solo no ocupar sitio sino también para evitar el seguimiento de Hacienda, fueron enterrados en sembraderos de patatas.

De unos años acá existe una cultura de recuperación de aquellas recreativas de los ochenta y noventa y Cosmic Alien es una de las más buscadas por los coleccionistas. Esta labor ha originado un trasiego de muebles recuperados y la aparición de asociaciones, clubes e incluso empresarios que vuelven a poner en boga los salones recreativos a la usanza antigua. El ejemplo de ello es Arcade Planet en Sevilla, porque no sé si lo sabéis, pero el salón recreativo más grande de Europa está en España y más concretamente en la provincia hispalense. Pinchar aquí para ver su web

Procedente de Zaragoza, hemos conseguido una de las poquísimas Cosmic Alien que quedan en España. Durante estos últimos años ha estado en manos de Eduardo Anay (Edu Ardo Arcade), un coleccionista conocido en el mundo arcade de nuestro país. Lo hemos convencido para que la máquina pase a nosotros y la agradecemos su talante y predisposición para que, finalmente, se haya hecho realidad esta transacción.

En este videorreportaje en el canal #UltimoEstreno contamos la apasionante historia de esta recreativa y compartimos con vosotros el 'unboxing' o desembalaje de la máquina recién llegada a su nuevo hogar, así como una visión de su diseño con explicación, piezas del interior, trabajos de puesta a punto y alguna que otra broma sobre el contrato que hemos firmado dos amigos «que estáis zumbaos», como cariñosamente nos ha calificado alguien muy cercano hace varios días :-)

Disfrutad del vídeo. No hemos encontrado nada parecido en todo internet, y menos tan profuso de imágenes e información sobre... COSMIC ALIEN.

ENLACE AL VÍDEO:  https://youtu.be/fdZLi2iHunE?si=QARFWqBrMM5IISBy