Me llega a través de Diario de Cádiz (la foto es de este rotativo) la noticia de la muerte del profesor Juan López.
Un hombre brillante en su profesión, tímido y afable, del que guardo una anécdota imborrable en los años en los que fui alumno suyo en la Facultad de Filosofía y Letras en Cádiz.
Tras uno de los exámenes que hice, a los pocos días me mandó llamar a su despacho. Francamente, no tenía ni idea de lo que me iba a decir. Ya por entonces, principios de los noventa, compatibilizaba mis estudios con mi trabajo como periodista, pero no creí que aquello tuviera relación alguna porque de hecho él no sabía esta circunstancia. Me rogó que me sentara, sacó mi examen y me dijo: "Tengo un problema contigo. No tengo más remedio que suspenderte, porque es que no me contestas nada de lo que he preguntado. Pero me cuesta mucho trabajo hacerlo, porque da gusto leer una redacción así. Me intentas 'dar coba' con el examen porque no hay ni una palabra con la que contestes nada, pero te has hartado de escribir y cuando he terminado de leerte no he sabido qué hacer contigo. Deberías dedicarte a redactar, a algo que tenga relación con escribir...".
Salí de su despacho y comprobé posteriormente que me había suspendido, como es lógico. Pero nunca le dije a qué había decidido ya dedicarme.
Ha muerto casi treinta años después de aquello y no volví a coincidir con él. Me hubiera gustado decirle que sus palabras sirvieron para afianzarme en mi empeño en dedicarme a contar cosas por escrito.
Descansa en paz, profesor.
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