martes, 26 de diciembre de 2017

154 años del nacimiento de Charles Pathé, uno de los padres del cine


 Si Charles Pathé no hubiera nacido hace hoy justamente 154 años, el cine no lo conoceríamos como es ahora.
Descubrió su pasión por el fonógrafo cuando iba en bicicleta por una feria parisina. Comenzó a soñar con las posibilidades que veía en el desarrollo de la imagen, y con sus ahorros y mucha tenacidad, comenzó a producir películas hasta llegar a ser el padre de una de las mayores empresas cinematográficas de antes de la Primera Guerra Mundial. Su símbolo, el famoso gallo que aparece en sus créditos, dio la vuelta a Europa.
En aquellas peliculitas -que no eran tales en esos años de naciente desarrollo del cine sino 'ambiciosos' proyectos- contó con el español Segundo de Chomón en varias ocasiones, especialmente en 'Vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo'. Chomón fue el responsable de la fotografía de aquella producción, impensable hasta entonces, de más de 40 minutos de duración, con un año de trabajo y el coloreado de fotogramas a mano. 
Pathé no corrió buena suerte a pesar de ser capital en la historia del cine, en la que Francia tiene grabada con letras de oro a los padres de este invento tan maravilloso: Méliès, Zecca, Alice Guy...
Afortunadamente, no es necesario ir a París para conocer una muestra del cine de Pathé. En Youtube podemos encontrar muchas cosas muy interesantes.
Y ya que estamos en fechas navideñas, mi emotivo homenaje en el 154 aniversario de su nacimiento a Charles Pathé con un fragmento que es nada menos que el inicio de la película que 'la productora del gallo' estrenó en 1905 dedicada a la historia de Jesucristo, y en cuyas secuencias podemos ver una ingenua anunciación del ángel, la estrella de Belén anunciado el nacimiento, los Reyes Magos... No os lo perdáis, son solo 5 minutos. Impagable. El resto del vídeo lo dedico a Pathé contando algo de su obra.
Quienes estuvieron en la conferencia que el pasado año ofrecí en la Academia de San Romualdo sobre la historia de Jesucristo en el cine recordarán que ofrecí una secuencia de esta película, si bien era la resurrección, también sin desperdicio. Pero mejor ahora adaptarnos a las fechas navideñas :-)
Aquí la conferencia, por si hay alguien masoquista que quiere verla entera:


martes, 19 de diciembre de 2017

'Star Wars VIII: The Last Jedi'. Que la fuerza nos siga acompañando




Disney puede hacer películas bajo el epígrafe de Star Wars hasta superar las de Wong Fei Hung o la saga de James Bond. Al fin y al cabo llevamos cuarenta años observando la lucha entre el bien y el mal, que no dejan de ser los conceptos que equilibran el universo, y con mayor o menor acierto, la creación de personajes en torno a la producción cinematográfica sinópticamente más maniquea de la historia. De personajes y de árboles genealógicos propios de folletines televisivos. Un cóctel que, aderezado con la rienda suelta a la espectacularidad, a la ópera musical creada por John Williams y al regreso estratégico e inteligente de los personajes incontestables en el momento adecuado, da como resultado películas que van a satisfacer a los millones de seguidores con los que cuenta la odisea galáctica que en su día creara George Lucas y que ahora controla la factoría de animación más importante del planeta que, aspectos económicos y de distribución aparte, ha querido dejar su impronta como responsable de los dos últimos episodios, marcando roles en ambos guiones en los que queda patente una desmitificación dosificada de los protagonistas en situaciones estratégicas, de los que no se escapan personajes secundarios que tanto gustan a la Disney a la hora de crear situaciones cómicas más cercanas a Timón y Pumba que a la esencia de Chebwacca o BB-8. Incluso se permiten rebanar por la mitad a temibles líderes creando una sensación general en el espectador de vulnerabilidad casi cómica o de Skywalker quitarse las motas de polvo de su ropa con un gesto mitad disneyano mitad Lucas ‘asesorando’ con remembranzas de la dupla formada con Spielberg sobre el arqueólogo más famoso del mundo encarnado, curiosamente, por quien dio vida a Han Solo.
Y así, esta octava parte, ‘The Last Jedi’, podemos mirarla más allá que con la condescendencia si somos seguidores de la saga, porque la obra está a la altura de lo que se espera. No así si no llegamos al grado de iniciados, si somos incapaces de responder a un examen de preguntas básicas: qué parentesco tienen Luke y Leia, ésta y Kylo Ren, quién era Anakin… Interrogantes básicos para quienes vivimos en este constante universo galáctico pero no tan accesible para quienes quieran ver en ‘The Last Jedi’ el resultado de una exposición trágica de hasta donde es capaz de destruir el poder de la oscuridad, la lucha política –algo timorata en esta nueva secuela-, el sentido de la justicia y otros valores que podemos encontrar en una película que se prolonga demasiado en el metraje, en unos primeros sesenta minutos que se convierten en una vuelta de tuerca de tantas horas predecesoras a las que se las versiona en muchas ocasiones junto con revisitaciones de personajes (Benicio del Toro no deja de ser la versión 2.0 y tartamuda de Lando Calrrisian), algo que se transforma en una seria amenaza de naufragio para el filme. Pero la película remonta en una última hora épica, en la que en ocasiones es deudora de la mejor de la saga o al menos la más conceptualmente madura –entiéndase ‘El imperio contraataca’- y en otras se transforma en un western galáctico que culmina con un cara a cara metafísico de gran envergadura resolutiva con un Mark Hamill sobrado para el papel, al que Adam Driver (Kylo Ren) trata de dar la talla, aun desgraciadamente lastrado por un tratamiento grotesco –insisto, disneyano- de los personajes del lado oscuro del filme.
Tras 40 años de saga, el folletín galáctico y familiar se sostiene mientras la esencia de la Fuerza –con mayúsculas- se mantenga de generación en generación –acertada e intencionadamente actualizado en una mujer, por cierto-, se administre en pantalla y, en el caso de ‘The Last Jedi’, los espectadores más incondicionales, que son muchos, sonrían inconscientemente al ver en pantalla el regreso de Hamill-Fisher, cuya binomio sirva para que una entrañable melancolía se convierta en la argamasa que une a los espectadores con la saga. 
Que la fuerza nos siga acompañando. En el vídeo de inicio podéis ver mi opinión con más detalle y algún curioso aspecto de la banda sonora de John Williams.

sábado, 16 de diciembre de 2017

'Coco', de Disney-Pixar

Permitidme hacer un paréntesis en la vorágine de 'Star Wars: The Last Jedi' y ofreceros un reportaje en vídeo con la crítica de 'Coco', de Disney-Pixar, incluyendo un repaso por las películas y cortos que tratan el mismo tema y la colaboración especial de Carmela, que con nueve añitos de edad me ha explicado 'Coco' a la perfección, porque yo no me entero de algunas cosas
Carmen Martínez, tu hija debería venirse a algún que otro festival de cine conmigo :-) ¡Gracias por todo!


martes, 5 de diciembre de 2017

'Perfectos desconocidos': tiempo récord para hacer un impersonal remake


Hasta ahora nos habíamos acostumbrado a remakes de películas míticas, taquilleras o mediáticas en su momento. Décadas, medio siglo después de sus estrenos, trataron de modernizar a aquellos héroes de guerra, ir más allá del cartón piedra, desempolvar guiones que ya habían rodado los Wyler, De Mille o Hitchcock para volver a darles una vuelta de tuerca con el objetivo de 'actualizar' unas historias que quizás daban más de sí con la técnica actual. El inconfeso motivo real casi siempre está en el Box Office. No era nada nuevo, pero los motivos de antaño tenían el aura de la romántica envidia. A Thorold Dickinson le plagiaron su Luz de Gas y en la retina se ha quedado para siempre Ingrid Bergman, cuatro años después, dirigida nada menos que por George Cukor. Un cuatrienio no es nada, pero menos son unos pocos meses, debe haber pensado De la Iglesia.
El cine debe estar muy enfermo cuando ahora se hacen remakes tan inmediatos. O quizás estamos dándole demasiada importancia a copiar -con todas sus letras- una curiosa cinta italiana que han visto unos cuantos y solo se trata de un divertimento sin más pretensiones que embadurnar la comedia primigenia con sal negra -y gorda- para que el producto parezca más cáustico y a otra cosa mariposa, mientras Telecinco vende la película más impersonal de toda la carrera de De la Iglesia a pesar de su voluntarismo por dejar una impronta que apenas aparece. Y va a ser por eso. Porque estamos ante un producto en el que ni el director parece tener más interés que el andar por casa tras la cámara para explotar el filón poco aprovechado de 'Perfetti Sconosciuti', aquella comedia italiana de 2016 (!) que traspasó pocas fronteras. Ahora toca reventar taquilla con las miserias escondidas en los odiosos móviles con una difusión más potente. Al menos no se quemarán las copias de la película de Paolo Genovese, como le pasó a Dickinson. Aunque nunca se sabe...
¿Todos tenemos algo que esconder? Y lo que guardamos celosamente para nosotros mismos, nuestras obras inconfesables, tanto las que hacen daño como el grotesco e inofensivo fetiche que podemos llevar dentro, con nuestras manías que solo absorbe nuestro espejo, ¿hasta qué punto permitimos que lo conozca el resto de la humanidad a través de un teléfono? Intimidades, miedos, ufanidades de gloria, vanidades estratégicas, lo que somos capaces, a quién conocemos y no conocen otros. Las redes sociales y las amistades privadas en una sola mano. Explosiva combinación que forma parte del yo más oculto, el que quizás todo el mundo tiene, y que indefectiblemente resulta muy atractivo para la pantalla si además se revela a través del nuevo vehículo, del 'macguffin' de las nuevas tecnologías a las que medio mundo está enganchado hasta el enfermizo punto de creer a pie juntillas cuantas barbaridades aparecen en las pantallas del Iphone.
Y para mezclar en una coctelera elementos tan atractivos aparece De la Iglesia con solventes momentos -Eduard Fernández y la relación con su hija dejando en fuera de juego a una Belén Rueda cada vez más camaleónica- y otros que lastran la película -en general toda la intepretación de Eduardo Noriega y su previsible affaire- y una sensación general de comedia grotesca in crescendo, degenerativa sin el menor ápice de parecerse a El ángel exterminador y muy mucho a una cena de los idiotas con los mismos problemas que en general arrastra el cine del director a la hora de resolver.
Aun falta pues por hacer la película que deje desnudos a sus protagonistas por culpa del infernal invento que ha hecho que la humanidad permanezca más comunicada pero peor que antes de la existencia del whatssap, el telegram y todo el compendio de redes de contacto rápido para, al fin y al cabo, escribir lo que podemos hablar o dejar huellas de lo que no debemos decir. 
Muy recomendable la banda sonora de Víctor Reyes ('Enterrado', 'El infiltrado' (TV) cuya mecanicista composición en las ocasiones que así se requiere o los tonos negros de comedia que recuerdan a Danny Elfman acentúan extraordinariamente la imagen.
ESCUCHAR EL ANÁLISIS DE 'PERFECTOS DESCONOCIDOS' EN IVOOX EN ESTE ENLACE:  http://www.ivoox.com/perfectos-desconocidos-audios-mp3_rf_22510353_1.html
CRÍTICA EN MI CANAL YOUTUBE CON VÍDEO:  https://www.youtube.com/watch?v=T_dMWMO8Mro&feature=youtu.be

domingo, 26 de noviembre de 2017

Saw VIII: la última secuela de un Gran Hermano con un juez rudimentario



El éxito de la Saga de Saw es más que explicable. Otro asunto es que sea justificable. Las sucesivas secuelas de las andanzas de John Kramer sustentan su éxito sobre tres pilares fundamentales, dos de ellos sociológicamente novedosos. El primero se halla en el padrenuestro del cine, en el limbo sinóptico de las historias de asesinos en serie perseguidos por individuos que responden a los prototipos policiales-científicos, desde inspectores con intrahistoria hasta forenses que no hacen ascos a cadáveres con secretos. Nada nuevo. Pero las dos piedras angulares que ha venido a aportar la saga de Saw tienen la sufiente consistencia como para prolongar la saga hasta donde les apetezca a sus promotores y estén dispuestos a hacer taquilla. De hecho, esta octava parte ya lleva recaudados más de 90 millones de dólares cuando su coste apenas alcanzó los diez millones.
Con cada secuela tenemos realmente en pantalla grande un gran hermano televisivo en el que se ha dado una vuelta de tuerca hacia el terror y lo sanguinolento. Pero no nos confundamos: Saw es, ante todo, un juego orwelliano, un crisol de actitudes -eso sí, impostadas y extremas para satisfacer al público menos sesudo frente al que aprecia realmente este inteligente cóctel de comportamientos- reflejadas en sujetos dispares que tienen pecados que esconder y que, conforme avanza la explosiva combinación de las interrelaciones encauzadas por guionistas manipuladores de cobayas, revelan ante el espectador de manera inconsciente los comportamientos humanos más primitivos, todo ello mientras la sala come palomitas y elige a sus personajes en función de la sintonía de caracteres. Es decir, gente encerrada que sobrevive, en este caso para escapar de las salvajes pruebas del asesino en lugar de ganar un premio en metálico y la fama catódica. Y esto funciona como todos sabemos desde que alguien inventó GH.
El segundo factor de éxito está directamente relacionado con Jisaw. No estamos ante un asesino en serie que mata por placer o por maniqueísmo, sino frente a un ser con la peligrosa vitola de un superhéroe que, lejos de serlo por sus retorcidas trampas, provoca que el espectador se identifique con su concepto de la venganza y la aplicación de la justicia 'suis manibus' con lo que ello significa en una sociedad actual crispada en la que la mitad está sedienta de castigo sin escrúpulos hacia la otra mitad. De manera que no es difícil encontrar a quienes se pongan de lado del perverso John Kramer sintiéndose juez supremo. Y eso es tan preocupante como actual.
De ahí que Saw, con toda su casquería moderada en esta octava edición, con su estética impactante y exclusivamente soportable para sus incondicionales, encierre mucho más en toda una saga cuyo hilo conductor nos lleva una y otra vez ante la rendición de cuentas de gente con miserias (¿cuánta humanidad así?) frente a un dios juguetón cuyas pruebas y métodos, eso sí, dejan que desear en esta nueva secuela. No deja de producir cierta sorna ver que Saw aun utiliza grabadoras de un modelo más que anacrónico en estos tiempos y trampas que ni un programador de videogames clásico se le ocurriría por temor a que los consumidores piensen que regresan los tiempos del ZX Spectrum. Jeringuillas a elegir, granero para ahogar a los personajes, palancas que accionar, escopeta que apunta a dos... ¡Saw necesita más imaginación para triunfar en este gran show de pruebas televisivas!

ESCUCHA AQUÍ LA CRÍTICA DE SAW VIII EN EL ESPACIO IVOOX DE ÚLTIMO ESTRENO:  http://www.ivoox.com/saw-viii-jigsaw-audios-mp3_rf_22289033_1.html

ANÁLISIS DE LA SAGA Y DE SAW VIII EN YOUTUBE: https://www.youtube.com/watch?v=CCWDsgp1drE&t=174

sábado, 25 de noviembre de 2017

#25N


Mitad de los años noventa, no recuerdo bien qué año. Presentando, en la Casa de la Cultura de San Fernando, los actos por el Día de la Mujer Trabajadora.
Con esta imagen quiero mostrar hoy, Día Internacional de la no Violencia contra la Mujer, mi firme apoyo a las mujeres que, junto con la violencia física, han sentido en sus vidas la mayor de las frustraciones posibles: ver impedidos sus valores, sus méritos, su desarrollo, quedando relegadas a meras comparsas de 'honorables hombres' que no hubieran sido nada sin el abnegado apoyo y comprensión de sus parejas. #25N #diacontralaviolenciamachista

domingo, 19 de noviembre de 2017

Coixet abre la librería más fría de todo el planeta y se olvida del espectáculo que es el cine





‘La librería’ me da rabia. Lo siento, debo tener una visión cinematográfica demasiado proclive al espectáculo. Y las películas sin alma no son espectáculo, pero el cine sí lo es. Todo el cine, todos los géneros, todos los estilos. Con esta afirmación estoy aplicando el concepto académico de espectáculo, en cuyo padrenuestro definitorio se especifica meridianamente: “Cualquier cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor,  u otros afectos más o menos vivos o nobles”.
Por eso ‘Pelle el conquistador’ era espectáculo sin que apareciera Indiana Jones. O ‘Julieta’ sin ser Juana de Arco, sin más aspavientos que la virtuosa descripción de la intimidad femenina, eso sí, con una impecable manera de medir los tiempos, disponer la cámara compositivamente y evitar el manierismo de su protagonista, en la película de Coixet empeñada en imitar a Hugh Grant en todo un repertorio de morisquetas y dislates faciales.
Pero Coixet no es Almodóvar, eso resulta obvio. Y me frustra que los mimbres tan golosos que contiene la novela de Penélope Fitzgerald se hayan desaprovechado para hacer un cesto en el que el alma del mensaje se escapa a raudales por cada poro de fotograma.
No se puede tener un guión tan atractivo y hacer una película tan fría. Falta espectáculo. Y no es que la insustancial música de Alfonso Vilallonga se sustituya por algo de Thomas Newman (Ay, Fernando Velázquez, si hubieras pillado esto de los libros…); ni piruetear con la segunda unidad; tampoco estamos hablando de contrapicados ni el uso de la stadycam para entrar en la librería o en el banco donde no llego a entender el sentido de los planos escogidos por Coixet. Ni los de la conversación con el pescador en el muelle, con esos espantosos encuadres como si ahora aplicáramos al clasicismo más ñoño los mandamientos del dogma. Y ya no digamos de las eternas secuencias que hilvanan un producto que, por gelidez narrativa, por fotogramas estáticos y el primitivismo de enlazar el metraje con paisajes, se empequeñece desde el inicio hasta convertirse en un pudo haber sido y no fue.


“Es Coixet, estúpido”, me espeta un amigacho de esto del cine. No sé si lo hace para que aplique la indulgencia plenaria a, para colmo, un filme previsible que a algunos les recuerda ‘Chocolat’ pero con libros y sin la gilipollez de los piratas y a otros les viene a la mente el universo onanístico mental de ‘Amelie’. Yo es simplemente me pongo en 110 minutos a pensar en la librera luchando de verdad por su local, a sacar provecho de ese pedazo de actor que es Bill Nighy y la relación entre ambos, a desabusar de los travellings laterales en primer plano, a ‘darle calor’ a lo que veo y me sale una película de verdad. Un espectáculo. Lo que vemos ahora en pantalla es un tibio y desaprovechado homenaje a los amantes de la lectura, entre cuyos muchos pedantes existentes se encontrarán sólidos defensores de una librería cuyo único calor lo aporta una estufa como elemento crucial del filme, y que, en el mundo de la perenne indefinición en el que se encuentra Coixet y su película instaladas no podrán explicarnos convincentemente los motivos por los que Florence Green no puede prosperar con su negocio. Si fuera porque es mujer, la película adolece de feminismo, es decir, de ‘calor militante’. Si la causa son los propios libros, con guiño incluido en Farenheit 451, falta una ardua defensa de lo que aportan realmente aportan a nuestras vidas. Si es la cerrazón de la mecenas del pueblo, se desconoce el porqué. Curioso por otra parte que el personaje más cálido que pueda encontrar el espectador diga que jamás lee.
Sea como fuere, la frialdad y la indefinición por bandera. Lo dicho, una lástima.

AHORA PUEDES ESCUCHAR LA CRÍTICA DE 'LA LIBRERÍA' EN IVOOX EN ESTE ENLACE:  http://www.ivoox.com/libreria-audios-mp3_rf_22157889_1.html