domingo, 26 de noviembre de 2023

'Napoleón'. Horror vacui.


La expresión ‘horror vacui’ se suele utilizar en el ámbito artístico para catalogar, de manera generalmente despectiva, las obras sobrecargadas de elementos que, en realidad, son innecesarios pero se ubican para que no quede un hueco sin ornamentación.

En ‘Napoleón’ hay sobrecarga de cañones, de muchos cañones. De batallas de metraje desproporcionado como ejercicio onanístico de Ridley Scott para que veamos lo bien que rueda las guerras, cuando ya lo comprobamos hace apenas un par de años en ‘El último duelo’ o en ‘Los duelistas’ hace casi medio siglo, cuando el cineasta no chocheaba.

En ‘Napoleón’ hay saturación de folletín amarillista con una Josefina tratada como una fulana con ese corte de pelo de presentación y en sus actitudes. En un ejercicio más propio de una película de Tinto Brass que del director de ‘Alien’ o ‘Blade Runner’, Vanessa Kirby –ojiplática siempre como un gusiluz ochentero- se abre de piernas delante del emperador para decirle que allí abajo tiene usted su casa y algún memo de la crítica, como el de Fotogramas, dice literalmente que esto es “un retrato tan contundente como elegante de su dinámica y en la cama es oro puro”, cuando encima el cortete conquistador se trajina a su mujer de pie, por la espalda, mientras ella piensa qué va a poner de comer hoy, entre la risa nerviosa de un público desorientado que encima sufre el ridículo arrebato sexual en dos escenas. Un retrato no, un retraso es lo que tienen algunos.

En ‘Napoleón’ sobra música preexistente de ascensores porque falta una banda sonora narrativa, cuando el personaje y su entorno son caramelitos para buenos creadores musicales.
Napoleón, en definitiva, es un ‘horror vacui’ El más grande del año.

Videocrítica ya disponible en este enlace del canal #UltimoEstreno:
https://youtu.be/5Pc5GvJN3O4

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