martes, 4 de octubre de 2016

Francesco. Asís.


-“El egoísmo y la 'cultura del descarte' han conducido a desechar a las personas más débiles y necesitadas”.
-"El hambre no se erradica con promesas que no se mantienen".
-"Cuando se te llene la boca proclamando la paz, procura tener aún más lleno el corazón".
-"Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible".

No son frases de Obama ni de ningún líder politico mundial contemporáneo. Las dijo Francesco hace más de ocho siglos. Hoy ha sido su onomástica. Seguramente pocos hemos pensado en qué lejos de sus planteamientos están incluso los templos erigidos en su nombre...

Este verano he vuelto a visitar Asís. Ya lo hice hace nueve años para quedarme profundamente impresionado tanto del pueblo como de la basílica donde está enterrado el santo. En ella no hay retablos de pan de oro ni barroco alguno. Su belleza consiste en sus extraordinarias pinturas, valiosas no por el material con el que están realizadas, sino por el arte en su ejecución y el tiempo sobrevivido.

Su fachada y exterior es como si hubieras unido las piezas del añorado Exin Castillos. Los pórticos y arcos de medio punto uniformes abrazan una explanada en la que solo hay cemento baldosado en su suelo.


En su interior, en donde varios vigilantes tratan vanamente de que no hagas fotos para no alterar el clima de recogimiento existente, te encuentras en un lateral con la escalera que te lleva a un recinto subterráneo rectangular donde impera aun más el silencio. En los bancos puedes sentarte para contemplar un rato la cripta y, frente a tus ojos, la piedra a modo de altar donde se encuentra la tumba de San Francisco.

Unas lámparas de estilo medieval de hierro fundido iluminan alrededor. Una celosía del mismo material envuelve el óvalo central que recoge los restos del santo. La gente se arrodilla en un  pequeño filo que lo rodea, se agarra a la reja y pega su rostro a la piedra, musitando oraciones. Muchos dejan fotos, flores... pero aquello no se convierte en un batiburrillo de exvotos. Todo está medido, sin que nos demos cuenta, para vivir lo que no se vive en ningún otro lugar sagrado del mundo. Imagino que con la excepción de algunos enclaves concretos de Jerusalén, por razones obvias.


En otra habitación a la que se accede por una escalera distinta, entras en un amplio habitáculo cuadrado en el que en una vitrina está expuesta la túnica que llevó San Francisco. Observadla en la fotografía y sacad vuestras conclusiones. En otras hay documentos originales, el cuerno con el que llamaba a los fieles para predicar, alguna otra prenda raída, sus sandalias deformes, crucifijos...


Otra escalera da acceso a una zona superior donde se encuentra una especie de azotea hacia un bello patio interior y un museo que muchos no ven a pesar de ser gratuita su entrada. Si vais, no os lo perdáis. Objetos litúrgicos de siglos pasados, tapices, elementos relacionados con San Francisco, etc. Si lo hacéis con horarios concertados y no os da tiempo, que es lo más probable ante lo poco que incomprensiblemente dejan de tiempo para ver Asís, no le hagáis caso al guía. Llegad tarde al autobús, merece la pena. Total, no tienen más remedio que esperaros... :-)

Recuerdo precisamente exponerle a Antonio, nuestro acompañante en el viaje, mi desazón ante la incongruencia del mensaje revolucionario de Francisco, el espíritu de aquella basílica y la extensión del franciscanismo en los siglos posteriores siendo 'engullido' por estilos suntuosos como el barroco, templos y conventos más propios de otras órdenes, hermandades y cofradías orgullosas por definirse como seráficas pero repletas de ostentación en todos sus cortejos... Poco o nada tiene que ver todo eso con lo defendido por el santo de Asís. Antonio -hombre docto como todos los que desde hace años conocen países como la palma de su mano- se encogió de hombros y me dijo: "Eso es como todo, José Carlos...". Y ahí dejamos el tema para no entristecernos y seguir absorbiendo la autenticidad de un nuevo orden para el mundo que jamás llegó a triunfar.

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