jueves, 22 de agosto de 2019

San Fernando, sin gestión para tener cine de verano

Lamento mucho que en 2019 no disfrutemos del cine de verano en San Fernando. Desconozco los motivos, a lo mejor hay quien piensa que algo así es pueblerino y no está a la altura de los planes tan 'ambiciosos' para esta ciudad, tan 'internacionales', tan 'chic' todo... 
Las proyecciones de películas las hay en muchas ciudades y congregan a cientos de espectadores cada una de ellas. En Madrid, en Málaga, en Cádiz este año con un acertado programa, variado y con nueva ubicación, en Grazalema por poner un ejemplo dispar, etc. Como apunte: el cine de verano en San Fernando ha tenido unos cuantos emplazamientos, destacando entre ellos el Colegio de San José y el Castillo de San Romualdo. Es precisamente la proyección de una película -Moulin Rouge- el evento que ostenta el récord de presencia de público en todos los actos que se han organizado en este castillo desde que comenzara a hacerse uso de sus instalaciones. Fueron casi seiscientas personas las que el 29 de agosto de 2002 entraron en el patio del recinto y decenas de ellas se quedaron fuera con sillas de playa que traían de sus casas. No me lo cuentan, estaba allí. El programador de las películas y el coordinador de las proyecciones era yo. 
En las páginas 288 y ss. y 332 del libro 'El cinematográfico en La Isla', editado por El Güichi de Carlos en 2013, se habla de ello. Por cierto, por entonces esto de las proyecciones era cosa de Cultura, que es la concejalía que entiendo debe organizar un ciclo de este tipo. En ningún caso Juventud, que nunca he comprendido qué tiene que ver con el cine. De todas maneras, es algo secundario. La cosa es que hoy 22 de agosto de hace 17 años, que también era jueves, se proyectaba en el Castillo 'La Isla de las cabezas cortadas', que llenó el recinto con algo menos que 'Moulin Rouge' pero también todo el mundo sentado. Y eso que me tenía preocupado, porque este maravilloso musical es un poco 'peculiar' como todos sabemos. Pero fue un auténtico éxito. 
Qué le vamos a hacer... Tendremos que irnos a otras localidades que sí han gestionado ofrecer esta iniciativa a la ciudadanía. La Isla pierde una vez más.







martes, 20 de agosto de 2019

Alan Parsons Live Project en concierto en Jerez


Extraordinario concierto de Alan Parsons y su formación en Jerez de la Frontera el pasado 17 de agosto de 2019 en las bodegas González Byass, dentro de una nueva edición del Tío Pepe Festival, una inteligente -y supongo que costosa- iniciativa que de unos años acá ha situado a Jerez entre las localidades más atractivas del sur en cuanto a espectáculos musicales veraniegos.
Jerez y Chiclana se llevan la palma. Y entre las apuestas del Tío Pepe Festival ha estado en esta ocasión la del prestigioso ingeniero de sonido y compositor Alan Parsons, el único concierto de su gira mundial 2019 en España. Un espectáculo de gran calidad que repaso en este vídeo reportaje recorriendo la mayor parte de los temas que interpretó el grupo con comentarios textuales.

domingo, 18 de agosto de 2019

Poderoso atracón de cine que Tarantino traslada a los estómagos de los espectadores


Rodar una película como 'Érase una vez en Hollywood' debe haber sido una tarea francamente complicada. No por sus características técnicas, porque Tarantino se maneja como pez en el agua con una cámara. Lo que resulta difícil es condensar tanta información al espectador en casi tres horas de metraje. Tarantino se ha atracado de cine -se respira en cada poro del filme su amor por él-, lo ha hecho sin mesura y ahora traslada a los estómagos de los espectadores esa pesadez -sin ser peyorativo- que provocan las indigestiones desordenadas. Y cada aparato digestivo recibe la comida como puede, claro está.
'Érase una vez en Hollywood es un compendio apabullado de motivos centrales del filme como sus personajes, las situaciones, los hechos que se suceden… y un preciosismo exagerado y hedonista de Tarantino con los elementos secundarios: escenarios, cartelería, carreteras, personas que deambulan por calles, por fiestas, por el Hollywood anárquico de la época…
Tarantino quiere condensar en 160 minutos mucha información, muchas cosas. Algunas las alarga demasiado, como los planos-secuencia desde los pies y piernas de los actores o los recorridos en coche. Le sobran kilómetros explícitos a la película. O momentos de Di Caprio en su papel de villano en películas italoamaneradas del oeste. Son cosas que lastran el vuelo de un filme que engarza lo que ocurre como si Tarantino fuera el alumno más aventajado de Martin Scorsese revisionando ‘Casino’, por poner el ejemplo más diáfano, pero sin la maestría del director de ‘El lobo de Wall Street’.
Al espectador le cuesta trabajo entrar en las vidas cruzadas de los dos protagonistas porque cada uno de ellos tiene el suficiente peso como para protagonizar una película por sí solos. Di Caprio encarna a un Rick Dalton que, pese a su edad, se siente en el ocaso de su carrera y relegado a subproductos. La búsqueda gradual de su valía a través de estos spaguettis sobrevalorados, a pesar de lo paradójico que pueda ser, aporta un enjundioso drama al filme con momentos de gran talento como el primer encuentro entre Dalton y la niña previo al rodaje. Y especialmente brillante y –ahora sí- de alto voltaje tarantinesco es su redención, su puerta grande al estrellato, gracias al, por fin, contacto con una vecindad que deja un final de filme abierto aunque conozcamos cómo acabará una historia que puso la puntilla a un Hollywood clásico herido de muerte, con una Sharon Tate tratada personalmente en la película con bastante desdén y que denota que a Tarantino solo le ha interesado como macguffin a lo largo del filme. De hecho, aun desconozco si su secuencia como espectadora en el cine autovisionándose en ‘The Wrecking Crew’ es empleada para empatizar con el espectador o apuntillar a un personaje carente de identidad (feminismos fuera de la reflexión, por favor).
Y después está el caso de un inconmensurable Bratt Pitt que, dentro de ese complicado reto que, insisto, ha sido rodar esta película, podía haberle ganado la partida a Di Caprio –entiéndase a sus respectivos personajes- descompensando el filme o convirtiéndolo en un tour de force entre ambos del que Tarantino saldría malparado. Pero no ha sido así. El director ha sabido equilibrar, ha sabido paralelizar y, de manera admirable, la historia de Cliff Booth. Quizá, mejor dicho, moderar la poderosa historia de un solitario ante el peligro que fue homicida, es matón, incorregible –la secuencia con Bruce Lee anima el filme en uno de los momentos que más anda en la cuerda floja- y sobre todo es un vaquero que tiene su propia película cuando visita el rancho Spahn: el forastero mal recibido en el pueblo que irremediablemente terminará con violencia. Admirable Tarantino que nos sitúa en dos rodajes en un mismo tiempo, centrado en pantalla en lo que le sucede a Cliff Booth –nombre con cuya sonoridad el director homenajea a un grande del western como Eastwood- mientras como espectadores sabemos que Dalton sigue buscando su estrella en rodajes entre revólveres baratos.
Como en el cine de Tarantino nada es lo que parece, prepárense para un final en donde el cineasta aparece tal y como lo conocemos, abandona su tufo a Scorsese espolvoreado por pizcas de Robert Altman y se nos muestra tanto estética como filosóficamente como lo que es: una bomba de relojería contenida durante más de dos horas en las que da rienda suelta a su amor al cine hasta que explota para hacer el suyo. Y hacer eso hoy día, en una industria tan escasa de intelecto, es todo un logro y un ejemplo de talento.

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martes, 9 de julio de 2019

John Debney: "Así es como, en mi opinión, deben sonar las películas de piratas"


El Movie Score Málaga (MOSMA) 2019 ha dejado momentos imborrables durante estos días además de titulares de los invitados bastante jugosos. 
 Uno de los más interesantes ha sido John Debney. Heredero del sinfonismo más patente del Hollywood dorado, su obra viene a demostrar que hay patrones inmortales, que las orquestas son más necesarias que nunca para hacer buenas bandas sonoras y que lo que hay que tener, como es su caso, es la admirable capacidad de 'modernizar' el 'sonido clásico' con su propio estilo. Hay otros estilos, pero están en este, parafraseando la máxima de Paul Éluard. Todo lo demás es pobreza creativa y teclados de notas alargadas. 
Uno de los titulares de este MOSMA lo dio el compositor de 'La Pasión' -banda sonora nominada al Óscar- cuando instantes antes de dirigir a la magnífica Filarmónica de Málaga para interpretar 'La Isla de las cabezas cortadas', no tuvo reparos en demostrar que, conforme avanzaba el concierto, se sentía más a gusto compartiendo impresiones con el público que abarrotaba el Teatro Cervantes el sábado, y dijo: "Así es como creo que deben sonar las películas de piratas". Andanada a la línea de flotación de corsarios caribeños sintetizados, entre otros. Éxtasis total y aplausos de quien escribe hasta destrozarme las palmas de las manos. 
Pero de todo esto y de qué importancia tiene la música de cine en las películas y lo que han dicho otros como Robert Folk o Roque Baños hablaré en un nuevo vídeo para el canal #UltimoEstreno que estoy preparando. Mientras, no me resisto a dejaros algunas fotos de Debney, al que conocí hace ya 12 años. Siempre es un placer volver a disfrutar de su música y de personas tan atentas como él y su mujer Lola. Y cabe felicitar a Juan Antonio Vigar, director del Festival de Málaga, a David Doncel y al alcalde Francisco de la Torre porque la capital malagueña vuelve a ser ejemplo en el cine, en la música, en la cultura y en la manera de generar riqueza y empleo de verdad en una ciudad.








lunes, 1 de julio de 2019

Fin a mi etapa laboral en el Ayuntamiento de San Fernando


Fin a mi etapa laboral en el Ayuntamiento de San Fernando. Han sido cuatro años de intenso trabajo. Una buena parte de él no se aprecia desde el exterior, o mejor dicho, se desconoce desde donde se cuece. Es lo que hacen los asesores y especialmente cuando se realizan muchas labores 'multidisciplinares' para las que hay que estar preparado.
Me marcho tranquilo, sereno y con la cabeza muy alta, muy orgulloso -con todos mis defectos y virtudes- de mi trabajo, por dedicarme en cuerpo y alma a mi ciudad desde el puesto que me dieron y tras cinco meses últimos especialmente duros por distintos motivos. Deseo de todo corazón todos los éxitos posibles al 'nuevo' gobierno de la ciudad y por extensión a todos los grupos políticos municipales. El triunfo de ellos, y especialmente su saber hacer, los aciertos, el trabajo en equipo lejos de caudillismos y la humildad con la que trabajen redundarán siempre en beneficio de lo que a todos y a todas nos interesa: el progreso de esta ciudad y el bienestar de los isleños e isleñas.
Tras todos estos años y los intensos e ilusionantes nueve meses anteriores a mayo de 2015, agradezco la confianza depositada en mí de la misma manera que lamento la no renovación en ella.
Gracias a todos y a todas, a quienes han tratado conmigo; al personal municipal laboral, con el que he tenido una relación de afinidad inquebrantable, desde Alcaldía a las distintas instalaciones municipales; los grandes profesionales del Centro de Congresos, del Real Teatro de las Cortes en cada acto en los que yo estaba 'ahí detras'. Y lógica y especialmente, a los miembros de los medios de comunicación por nuestra exquisita relación y el placer que ha sido, en la medida de mis posibilidades, favorecerles el trabajo. Son treinta años de profesión periodística que cumpliré el próximo septiembre y conozco cómo ha 'evolucionado' este trabajo, mi experiencia la he aplicado en mi labor cotidiana y también en mis relaciones con los compañeros y compañeras hasta donde he tenido recursos.
Ahora llega el momento de detenerse, tomar el aire que no he podido antes y mirar con ganas al horizonte. Lo hago despidiéndome con la frase final de la novela '2001, una odisea del espacio', de Arthur C. Clarke: "Luego esperó, poniendo en orden sus pensamientos y cavilando ante sus poderes aún no probados. Pues aunque era el amo del mundo, no estaba del todo seguro sobre lo que hacer a continuación. Mas ya pensaría en algo".

viernes, 17 de mayo de 2019

Juan Carlos Aragón



Muere un genio, el filósofo carnavalero del retruécano. El chelevara del Falla que vino a revolucionar cómo se decían las cosas y cómo se musicalizaban. 
Hay "cariños inmortales" con puñados de presentaciones. Pero la que a mí me hizo llorar como un niño chico en el foso aquellos años de cierre de ediciones del suplemento 'El Gallinero' en el foso del Falla con 'el Porqui' fue esta que encabeza mis palabras. 
Hay que hacerse a la idea de que ya no hay opción a disfrutar de la que sería su mejor comparsa, que seguramente fuera la del próximo año. O la del otro. O la siguiente. En fin... Seguro que él me permitiría decir que me cago en los muertos de su enfermedad.

martes, 26 de marzo de 2019

'Dolor y Gloria'. La autobúsqueda evolutiva del cineasta




No existe director, cineasta en toda su acepción -con permiso de Godard- que, como Pedro Almodóvar, nos haya revelado de una manera tan diáfana sus pasos evolutivos hacia la necesidad de mostrar su desazón interior a golpe de fotograma. Dosificado por películas, en un ‘tour de force’ entre el pasado y el presente introspectivo, el manchego lleva ya un buen puñado de retratos inconfesos de mayor o menor intensidad autobiográfica indagando en sus entrañas, reflejando en pantalla los resultados de la búsqueda de su ser, de sus inquietudes y de su propia transformación.
Desde aquel creador de experimentos transgresores (‘Pepi Luci Bom…’, ‘Qué hecho yo para merecer esto’) hacia una etapa intermedia de las relaciones humanas contemplado por el prisma de la tragedia griega (‘Tacones Lejanos’, ‘Volver’) hasta la crisálida surgida del proceso que ha supuesto la conversión del director en alguien que ha mudado su piel habitada para, en el camino de la absoluta madurez, encontrarse delante de él mismo, preguntarse quién es y compartir con el espectador los momentos íntimos de su vida, lo que le ha rodeado, sus inquietudes sobre la creatividad, los desencuentros por los egos, las destrucciones de elementos ajenos que nos sirven de falsas muletas en momentos de nuestra vida y el reconocimiento de que esa búsqueda de los recuerdos o esos fantasmas que repentinamente aparecen en la vida se transforman en la manera útil de redimirse ante las etapas de nuestra existencia, en las que decidimos darle respuestas terrenales a nuestras preguntas y ahora contemplamos desde la perspectiva de los años y la experiencia.
Con ‘Dolor y Gloria’, Almodóvar se coloca delante del túnel de la luz al final no porque camine hacia ello en el crespúsculo de su carrera, sino porque dicen que son esos momentos en los que te sales del cuerpo y te miras desde arriba para recordar, en cuestión de segundos, lo que has sido por ti mismo y lo que otros han hecho de ti. Al cineasta autometamorfoseado -en el merecido frontispicio del cine español, contemporáneo, universal, por este orden- ya solo le interesa ver su propia vida en el visor, compartirla de la mano de los espectadores, dándonos una butaca privilegiada para que contemplemos –incluso juzguemos- su interior, hilvanado de una manera absolutamente magistral, convertido en director de cine frágil y tremendamente sensible a la búsqueda de esa redención que hablamos anteriormente con una sucesión de personajes que aparecen gradualmente, tejiendo una historia perfectamente sincronizada, solventando la complicación del continuo traslado en el tiempo, con momentos absolutamente espectaculares desde el punto de vista escénico como el monólogo de Asier Etxeandía ante el lienzo de la pantalla en el que la frase “el cine de mi pueblo olía a pis, a jazmín y a brisa de verano” se convierte en lo que bien pudiera ser la primera frase musitada por el director en un doliente flashback, en un viaje hacia su casilla de salida personal, hacia los orígenes de un cineasta que, como aseveró Román Gubern, es un nieto de los melodramas americanos de los años 30.
En ‘Dolor y gloria’ hay tal exceso de talento que los personajes que van apareciendo apabullan hasta confundirnos a la hora de seleccionar inconscientemente con quién somos capaces de empatizar hasta más allá de la propia película. Salvador Mallo, encarnado por un inconmensurable Antonio Banderas; Alberto Crespo que busca sentido a su vida con un nuevo texto de quien quedó en el camino y ahora vuelve a aparecer en él; la madre de Salvador, Penélope Cruz, suelta y luchadora, transformada en una Julieta Serrano que en los minutos que aparece llena la pantalla con sus rosarios y su mortaja en unas secuencias en las que Almodóvar se hace  sangre a sí mismo al definirse como un mal hijo; Leonardo Sbaraglia en el reencuentro más honesto y humano de la película, que termina esa noche de la manera más real posible, y desde luego esa secuencia final que conforma un plano prolongado que cierra el círculo de la película y que no es otra cosa que la rúbrica del director, su firma en imagen, al final de una obra grandiosa, el guiño casi elegíaco de su vida que, no obstante y para nuestra fortuna, sigue abierto. Como en la propia película a pesar del golpe final de claqueta.
De justicia es también la aportación de Alberto Iglesias al universo de Almodóvar, el compositor que ha entendido y apostillado con su música el camino hacia el interior emprendido en su momento por el cineasta. En una vuelta de tuerca musical de ‘La piel que habito’ –película que preludia ‘Dolor y gloria’ en muchos aspectos-, el piano de Iglesias resulta fascinante como acompañamiento de los hechos: puerta del tiempo al coro de escolares, a las dolencias interiores del Mallo, a la adicción abierta de par en par en un ordenador, al abrupto descubrimiento del sexo. Y el silencio de una pantalla blanca rota por la mano y la sombra del cineasta con mayúsculas. “Y el cine me salvó…”.