viernes, 12 de agosto de 2016

Ben-Hur y Marco Beltrami


Si yo fuera compositor de música de cine y me encargaran escribir el nuevo score para 'Ben-Hur', me dedicaría inmediatamente a otra cosa debido al enorme pánico escénico que padecería. La comparativa con lo que fue capaz de hacer el maestro Miklos Rozsa hace casi sesenta años sería algo inevitable. Es como si algún lumbreras pagara a alguien por hacer de nuevo al David de Miguel Ángel, o las Meninas de Velázquez. Escribir tamaña música, y además hacerlo para satisfacer los dos principales sentidos conjuntados, no es algo menor que esculpir o pintar un cuadro.
Pero Marco Beltrami, del que solo me gusta 'I Robot' y poco más a pesar de la novelería de ser considerado uno de los compositores actuales más valiosos, se ha atrevido con el encargo. Así que ya tenemos la banda sonora de la nueva 'Ben-Hur', siempre claro está a falta de comprobar para lo que realmente está hecha, es decir, para acompañar a las imágenes. Para eso tendremos que esperar a septiembre.

Pero lo de Beltrami ya nos lo sirve su edición discográfica y podemos avanzar en la degustación del almuerzo, mientras aguardamos el plato principal.

El menú tiene pinta de desalentador. Un primer tema con un hermoso leit motiv que bien parece hecho para un trailer; el segundo donde nos sitúa en el lugar de los hechos y sintetiza la música étnica (con reminiscencias del más aventurero Jerry Goldsmith, que fue su maestro) y un buen lote de temas impregnados del mal que hoy impera en la música de cine: el sonido solemne pero vacío y mecánico, frío e impersonal, que ha puesto en boga Hans Zimmer con sus pupilos y que ha terminado por contagiar a todo el que escribe música para la pantalla.

No existe psicología en los temas. No hay pentagramas donde el compositor nos guíe por los sentimientos de Mesala, un personaje tan aprovechable para narrar con las corcheas su desazón oculta, su odio enfermizo; no hay instrumentación adecuada para la figura de Cristo, sino mucha oscuridad con una pobre dulcificación final. No es posible descubrir acústicamente la tristeza de la familia del protagonista, el amor de una madre que tan magistralmente nos 'hizo ver' Rozsa. Ni el otro amor menos aun. No, no he entendido nunca esta asignatura pendiente de Beltrami teniendo al maestro de maestros a su lado a la hora de retratarnos la psicología de cada papel.
A la espera, tan fría y mecánica como su banda sonora, del estreno de un remake más.

miércoles, 3 de agosto de 2016

La maestra costurera


Entre tiendas de 'souvenirs' y bares surge un ventanal con un marco ajado que debe tener unas cuantas latas de titanlux marrón. Parece un cuadro en el tiempo. En tres planos distintos, una estantería con bolsas que deja entrever vestidos, ropa al fondo. La vista a mitad de camino encuentra un mostrador de cristal con un peso sobre él estratégicamente ubicado. En primer término, una mesa con retales, bobinas de hilo, un metro de plástico, un abanico, un cesto para frutas con un yorkshire dormitando y un traje negro en manos de la que su hermana -que desaparece para la foto- dice que es la 'costurera oficial' del pueblo.
Cuando me acerco a saber más sobre la peculiar estampa, y sin quitar la vista del dedal, habla sobre los trajes que, desde hace décadas, lleva haciendo por encargo del Ayuntamiento para las fiestas del pueblo, de cuando le pagan y cuando se hacen los remolones. De lo que era Nerja "sin tiendas de chinos", de aquel antiguo ultramarinos que existía donde ella está sentada, cuando la balanza del mostrador era útil.
Su hermana dice que se acuesta "a las cuatro de la mañana cosiendo con lo vieja que está". Tiene un humor negro hilarante que lo suelta de vez en cuando en la conversación para provocar a la costurera, que no le hace ni puñetero caso. Parece acostumbrada a su alma gemela que, cuando ve la cámara, hace mutis por el foro. O por el metro y medio de pasillo hacia la puerta, en el que hay colgadas cuatro jaulas de periquitos y un frigorífico al lado.
Es imposible que allí, en aquel rincón de una estrecha calle nerjeña, alguien pueda pasar sin dirigir la vista hacia el ventanal. Ni un avituallamiento para los pokemon podría alterar aquella imagen.
A ver qué estará cosiendo el verano próximo.

viernes, 15 de julio de 2016

La Feria de la Isla


Desde pequeño siempre tuve la Feria muy presente. Conocí aquel entrañable recinto ferial en el que se transformaba el parque Almirante Laulhé cuando llegaba julio. Eran los años setenta y solo montaban caseta varias organizaciones, entre ellas la pionera Hermandad de la Misericordia. Durante años lo hizo en aquella esquina cercana a la entrada al Observatorio de Marina, y la gente se agolpaba en la puerta para ver bailar a las mujeres bajo un techo de farolillos rojos y blancos. Ya ven, farolillos de ambos colores en la feria isleña hace más de cuarenta años, desde entonces nos invadían las costumbres foráneas, según podrían alertar algunas mentes de corto recorrido...
Correteaba entre los eucaliptos del patio a la fresca de donde partían tiras de bombillas de colores y me superaba en altura una barra en la que yo ansiaba tener mi mostrador reservado en el turno de trabajo para servir cervezas, kascolas -teníamos el refresco de cola de Kas, que muchos no lo recordarán- y aquella comida con un envidiable servicio de platos y vasos de vidrio, con raciones de 'Carne del Popo' bien medidas por Perico Sánchez. Me tenía que conformar con recoger con un cajillo los cascos de los refrescos, los pinchitos y tenedores metálicos que se quedaban desperdigados por las mesas. Pero yo era el niño más feliz del mundo pensando que un día podría apuntar la comanda en las libretas que regalaba Fino Quinta y cobrar, esperando el cambio en caja que controlaba con asombrosa y efectiva parsimonia Tito Collantes. Eran tiempos de hermandad de verdad...
Enfrente nuestra se instalaba la pista de coches de choque, más allá La ola, el badén, el galeón pirata y el látigo Miguel Ángel, donde un tipo con una cámara se apostaba en una de las dos ruedas de la pista para captarte y después tratar de venderte la fotografía. El gusano loco con su toldo plagado de corazones era lo más atrevido y no precisamente por su riesgo como atracción 'peligrosa', y por algunas esquinas me infundían cierto respeto varias muñecas que simulaban ancianas detrás de unos cristales que incluso tenían un mecanismo de respiración y una de sus manos la colocaban sobre una bola blanca iluminada. Si echabas una moneda, te entregaban un papel con tu futuro. No habia 'boca de la verdad' ni gitanas con romero.
Los 'cacharros', como se les ha llamado aquí de toda la vida, eran un canto a la ingenuidad, pero la noria, por entonces y como siempre, era la que convertía aquello en una feria 'de verdad', la corona que legitimaba un recinto ferial con una parte superior en la que recuerdo una caseta llamada 'El tugurio' "que eso no es para niños, ahí no entramos".
Rememoro acompañar a mi padre siendo un adolescente para 'desmontarle' a mi abuela el patio de su casa, con mediopunto y maceteros incluidos, en un ejemplo más de atraco para 'nuestras cosas', y trasladarlo como decoración a la caseta de Misericordia ya en el siguiente emplazamiento, bajo el techo de la piscina municipal donde se escuchaban los ecos de las canciones de Juan Pardo o Isabel Pantoja. E inolvidable fue aquel año 1983 cuando Luis de Celis decidió, valientemente, trasladar la feria a la Magdalena, donde mil y una anécdotas se sucedieron montando la caseta al borde del caño de Sancti Petri, sin paseo marítimo aun construido y la marea invadiéndolo todo.
Ahora, las cosas son distintas. Mi padre hacía casi una década que no pisaba el recinto ferial, pero he logrado convencerlo para que regresara a él este año, tras hablarle de los cambios, de la mejora estética, del regreso de los farolillos y de que se diera una vuelta por la caseta de la cofradía de sus amores. Y de esta manera, coincidimos anoche. Y casi medio siglo después, aunque yo ya no de su mano ni recogiendo botellines, disfrutamos de la feria de La Isla. Con dos pelotas.
Feliz Día del Carmen. Feliz Feria.


viernes, 8 de julio de 2016

Gilmour, con la añoranza de Pink Floyd, regresa a Pompeya



La vida en Pompeya acabó arrasada cuando en el año 79, el Vesubio decidió despertar del todo. Tras nada menos que veinte siglos, Pink Floyd -en una de sus ocurrencias- decidió llevarse sus instrumentos hasta el anfiteatro de la antigua villa romana y realizar un concierto sin público. Un maravilloso ejercicio egoísta cuyo espíritu huraño lo convirtió aun en más mítico y del que se grabó una especie de película muy aclamada por los seguidores de la banda.
Cuarenta y seis años después y precisamente ayer y hoy viernes 8 de julio, David Gilmour ha regresado al mismo lugar para ofrecer dos conciertos de la gira de su último disco, 'Rattle That Lock'.
Pero junto a los temas de este trabajo, es inevitable que Gilmour interprete aquellos que, con la banda capitaneada entonces por Roger Waters, fueron filmados entre los restos arqueológicos de un lugar al que, por cierto, espero volver dentro de pocas semanas, aunque ya no esté allí Gilmour para deleitarme
Para Gilmour está siendo una experiencia emocionante, como ha declarado en estas últimas horas. Regresar a un lugar así donde tocaste hace casi medio siglo debe ser algo que, definitivamente demuestra que siempre les quedan cosas por hacer a las glorias de la música. Cuántos hechos han sucedido en cinco décadas en el mundo, pero Pompeya y Pink Floyd siguen ahí....

martes, 28 de junio de 2016

MOSMA. Michael Kamen, y otros interesantes compositores, en Málaga

Málaga se convierte, durante los próximos cuatro días, en el centro de interés a nivel nacional -y más allá sin ser generosos- para los amantes de la música de cine. Primera edición del MOSMA, un interesante evento al amparo del Festival de Málaga y su prolongación de actividades a lo largo del año.
No estaré allí en esta ocasión por motivos laborales, de modo que la envidia (y nada sana) me corroe respecto a amig@s que sé que estarán por allí en algunos de los siete conciertos previstos, además de conferencias y encuentros.
A Málaga vendrán compositores como Craig Armstrong, capaz de hacer estupendos scores como 'Moulin Rouge' o 'Love Actually', el amigo Roque Baños o este miércoles un merecido homenaje a Michael Kamen, el versátil compositor fallecido en 2003, capaz de componer 'Los inmortales' a la vez que dirigir la orquesta en los discos de Pink Floyd. Su familia estará presente en el concierto de mañana dedicado a su obra.
El maestro Arturo Díez Boscovich se convertirá en el alma de la dirección de orquesta en estos días, donde la gran audiencia más partidaria de conciertos con temas de distintos compositores y sobradamente conocidos ya han agotado las entradas para el previsto el viernes. Otros podrán disfrutar también de Pino Donaggio, Sean Callery, Jan Kaczmarek... Un elenco que, francamente, merece la pena.
Mucha suerte a la organización y felicidades a Málaga que, una vez más, se erige en la gran ciudad multicultural que es y donde las posibilidades para la música cinematográfica y el propio cine son infinitas, como ya se ha demostrado con su festival. Aun recuerdo cuando comenzó y los años que cubrí informativamente aquellos inicios y charlas con su director, Salomón Castiel...
Ya que en directo no será posible, os propongo un ramillete de joyas de los compositores que están en Málaga para que, al menos, disfrutéis de sus bandas sonoras en las próximas horas.