lunes, 24 de agosto de 2009

'Anticristo'

"Una mujer que llora es una mujer que conspira". Eso al menos dice Lars von Trier en Anticristo, su última película estrenada el viernes.

Es una de las frases interesantes de este producto inclasificable pero sí calificable. Esta reflexión sobre la naturaleza femenina, la caída de las bellotas sobre el Edén como asfixiante hilo conductor y la sobrecogedora actuación de Willem Defoe y Charlotte Gainsbourg conforman algunos de los escasos elementos de interés de la obra del controvertido director. Qué puñetas, para qué empleo epítetos al hablar de esto... Como si a estas alturas no conociéramos a von Trier. Me toca las narices que se le califique como autor del cine puro y defensor de las normas del Dogma, yendo de ello además a lo largo del metraje de Anticristo -provocador y absurdo título-, cuando el prólogo del filme donde se expone el motivo de lo que sucede posteriormente es lo más parecido a un anuncio navideño. Música clásica pomposa, cámara lenta y lentes especiales que cantan a legua, cuidada iluminación y cuando aparece el desplome del oso -paralelismo con el niño rodado al más puro estilo del cine tradicional- comienza un plúmbeo filme donde el único objetivo es desagradar para provocar.

A mí me importa tres puñetas ver una pierna atravesada por un berbiquí, un pene manando sangre o un zorro sangrante que habla (!) pontificando y afirmando que "aquello" es el caos. Y tanto que lo es, y no precisamente por lo repugnante de sus imágenes. Si soportamos despiertos la primera hora, aparece una sucesión de provocaciones turbadoras, de onirismos propios de un tipo que asegura escribió el filme en plena depresión personal y que suscita el debate tan sólo a la hora de comprobar hasta qué punto lo que muestra comunica con quien lo visiona. ¿Para quién ya le es suficiente alcanzar su fibra como espectador con tan sólo los elementos que he destacado? A von Trier le alabo la capacidad de turbarme con ocasionales pero brillantes enfrentamientos orales entre los dos protagonistas de Anticristo, determinadas escenas -las del árbol seco o el paso por el puente son más propias de un juego de Capcom como Silent Hill que de un filme Dogma- y una cierto recuerdo que me provoca del cine de Buñuel. Pero entre la producción del cineasta aragonés y el director de Dogville hay un abismo que no es necesario especificar.

Desde el recuerdo pictórico de El jardín de las delicias hasta Un perro andaluz, sin olvidar una inesperada dulcificación escénica al más puro estilo de Greenaway (los simbólicos animales junto al cuerpo mutilado de la Gainsbourg), Anticristo es un filme con el que no es necesario caer en lo que busca su director. No hay suficientes elementos para provocar un gran debate universal, por mucho que von Trier lo haya intentado. Y esa es la penuria, la carencia real de la película.

sábado, 22 de agosto de 2009

Mirando hacia atrás, sin ira...


Entre estas dos fotografías existen diez años de diferencia. En ellas se ve a algunos periodistas de Cádiz y (buena) gente que desde sus inicios laborales están relacionados con los medios de comunicación. La captada hace apenas varias noches es una emotiva cita a la que trato siempre de no faltar y que coordina Luisa, experta en aglutinar a quienes quiere. Ella era la 'chica Almodóvar' de la redacción de hace una década, así la llamaba yo. Esa manera de decir las cosas, de pintarse las uñas, de mostrar los abalorios más retorcidos y soltarte cuatro frescas ingeniosas, esa amabilidad,... Un personaje, que decimos por aquí. Luisa tiró del carro cuando aquél grupo que conformábamos el mejor San Fernando Información hecho en la historia de ese periódico desaparecido el 1 de agosto de 2008 quedó disuelto profesionalmente por una nefasta política empresarial. Lo de siempre, vamos, para qué insistir, que todos -absolutamente todos, de aquí y de allá, de un extremo a otro- ya sabemos. Ni corta ni perezosa, valoró tanto el grupo humano que propuso mantener encuentros periódicos en los que cenar, beber algo, conversar y continuar el contacto propio de un equipo de gente que había sufrido mucho en los últimos meses de aquellos tiempos. Una década después, seguimos reuniéndonos. Ella es la culpable porque sabe cuándo tiene que llamarnos a filas, nosotros acudimos sin rechistar y eso siempre habrá que agradecérselo.
En la foto de hace escasas noches, en la que cenamos en un restaurante asiático de Chiclana y terminamos a base de mojitos, barcelós y jotabés en la incomparable arena -y aguas- de Camposoto, no están todos los de la imagen de hace diez años. Casi siempre es difícil cuadrar fechas para que podamos concitar al grupo entero. Alguno que otro olvidó en estos años que hubo una vez una foto que lo delata en el grupo de los valientes, aunque lo más importante se cumple: la esencia sigue unida. Alejandro, que odia más que yo Up, pero es como ese anciano refunfuñón, lacónico, conciso, protestón, pero con un corazón enorme; Patete, luchador incansable, aún lo recuerdo en el laboratorio revelando antes de la eclosión digital y cierta noche que le dio por escanear las fotos a máxima calidad y cerré edición a las cinco de la madrugada debido al peso de las fotos al enviarlas por modem (te la guardaré siempre, mamonazo); la delicadeza y el detalle en persona que es Nuria, que nos ha regalado a cada uno un álbum con fotos de estos diez años; Paco Martín, que estuve con él horas antes de este encuentro al que no pudo asistir y en sus jereles no deja su cabeza quieta ideando iniciativas,...David, al que eché de menos el otro día a la hora de declamar pomposamente en voz alta gloriosos títulos de editoriales de aquella época, o Chano en su Ayuntamiento de Cádiz,...Y mención especial para Porqui en unos momentos en los que la dignidad se rebela contra la opresión (como debió ser siempre, amigo), consolado por ese prestigioso premio deportivo concedido por el Ayuntamiento de Cádiz. Fíjate si los hay torpes, cortos de vista o deseosos de pegar el cerrojazo (queda poco) que cada vez es más grande la lista de puteados e inmediatamente premiados por su labor.
En estas citas hasta altas horas cada vez se habla menos de periodismo, de puñaladas que nos jugaron, de sueños en los que creímos hace años como unos ingenuos,...No nos une la necesidad de lamernos heridas de antaño. Contemplo la foto actual y, a pesar de lo que nos cuesta salir adelante diariamente, veo felicidad. La otra noche la hallé en cada rostro. Que nos quiten lo bailao en tiempos de crisis, pero no de guerra. Estamos viejos para quemar las naves en batallas perdidas y jamás para beber un buen vino. Salud, compañeros.

lunes, 17 de agosto de 2009

Quince minutos sublimes ante setenta pueriles

Fui a ver Up en su estreno. La respuesta del público en aquella sesión y las críticas posteriores en un buen número de medios de comunicación, así como entre conocidos del ámbito cinematográfico, me hizo pensar si realmente el que debía ingresar en un centro para la tercera edad era yo en lugar del clon de Spencer Tracy. Por cierto, que si Carl Fredricksen tiene sus trazos basados en el protagonista de Furia o Capitanes intrépidos, el explorador Charles F. Munz es idéntico a Kirk Douglas. Homenajes para vender y que ayudan a sobrevalorar el filme.

Como pensé que yo tenía un problema, este fin de semana revisioné la nueva obra de Disney-Pixar para tratar de hacer las paces con un producto que no le llega a Wall-E ni a las cadenas de tracción que usa como piernas. Pero esta segunda ocasión me ha dejado el cuerpo aún peor. Así que me niego a que me encierren en un residencia para críticos gruñones (por cierto, Fredricksen me recuerda a veces más a Carlos Pumares que a Tracy) y, evitando sofismas y el más puro estilo crítico cinematográfico con ínfulas literarias, me reafirmo en que Up es un maravilloso cortometraje de quince minutos, concretamente hasta que visionamos al anciano protagonista cerrar el álbum de viajes e incluso su fundido en negro, donde la lágrima aflora ante la magnitud de lo visto y sentido, y por ello hubiera deseado que aparecieran los créditos para evitar tanto desatino guionístico posterior. Si acaso resulta brillante el inicio del vuelo de la casa de Fredricksen, pero no entiendo esa caída en picado de la historia, esos perros hablantes con collares (!) y el disparate del encuentro del anciano con su antaña admirada figura. Entre otras cosas porque me resulta guionísticamente lamentable que el viejo y Munz establezcan una batalla al más puro estilo Star Wars cuando se supone que éste debería estar ya fiambre...o tener más de cien años. Si con ocho, nueve, diez años, Fredricksen contemplaba absorto los documentales de su admirado y treintañero (como muy poco) explorador, ya me dirán qué edad tendría Munz en el accidentado encuentro cerca de las anheladas cataratas... Y lo siento, pero la concesión a lo fantástico y a la bondad guionística ya se me agota con una casa volando gracias a globos de helio, algo admisible tratándose de este tipo de productos. Pero provocar el encuentro de Fredricksen y Munz es una tropelía guionística impropia de una empresa capaz de hacer los primeros cincuenta minutos de Wall-E o, más atrás, las siniestralidades sexuales ocultas desde Blancanieves a El jorobado de Notre Dame.

Tampoco entiendo la pesadez del niño explorador. Ni su historia traumática al carecer de familia. Ni porqué Michael Giacchino no aprovecha la secuencia del anciano bajando en la silla mecánica por la escalera y en lugar de colocarle música original siendo como es -un resolutivo y brillante compositor-, utiliza Carmen de Bizet. Se lo preguntaré en el Facebook, a ver qué me contesta, porque en Úbeda finalmente no pude y el filme no se había estrenado aún en España.

No sé si me desespera más el gordito o el perro estúpido. O la pobreza guionística -una vez más- para acabar con los aviones de combate de los perros por un simple "¡ardilla!". Si alguien osa decir que todo esto es el culmen de Pixar y de Disney, vamos apañados.

Eso sí, recomiendo enfervorizadamente los créditos finales y sus dibujos en el álbum, relacionados con los técnicos que han hecho posible el filme. Yo los hubiera unido al primer cuarto de hora y hubiera quedado un precioso mediometraje de una veintena de minutos. Tal y como está la cosa, menos da una piedra. A no ser que esta tarde me reencuentre con Sam Reimi en Arrástrame al infierno. Mientras, voy a ponerme de nuevo el DVD con Wall-E y su Making Off...

domingo, 16 de agosto de 2009

Barbacoas en la playa Victoria



Ahí queda una imagen -de escasa calidad, aunque la tomé desde un lugar privilegiado- de las 'tradicionales' barbacoas que invaden la playa Victoria de Cádiz la noche en la que se celebra la final del Trofeo Carranza. Esta en concreto está captada hace apenas unas horas y corresponde, obviamente, a la celebración de este año. El debate está abierto, las valoraciones se suceden, incluida la municipal, los partidarios de esta multitudinaria aglomeración, -entre ellos un buen número de participantes que resulta muy divertido verlos con sus neveras en mano, piratas reventones por la cintura y camisetas con la palabra 'picha' entre otras monerías- y los que consideran que se trata de una gran catetada discutirán en estos días, la bronca se aplacará paulatinamente y el año que viene otra vez lo mismo. ¿Mi opinión? Pues ni idea, la verdad. Tengo que pensarlo. O a lo mejor no...

jueves, 13 de agosto de 2009

Innecesariedades

No entiendo la actitud de los políticos gobernantes a todos los niveles. Con la que está cayendo, y el ministro Caamaño le da por liarla con los crucifijos en las escuelas. Hay ministros (y ministras) que realmente no sé si tienen encomendada la misión de entretener al personal con disputas estériles lanzándole anzuelos -llámense simbología religiosa o aborto- para que a nadie le dé por pensar en lo que realmente está sucediendo, o es que simple y llanamente les gusta provocar. O denotan una inmadurez impropia del cargo.

El problema es que esta crispación innecesaria se traslada a otros ámbitos y localizaciones donde gobiernan los del lado contrario. Y en Cádiz le ha dado al Gobierno local de Teófila Martínez (PP) por establecer una cruzada moderna (es decir, con alegría moderada y sibilina, pero cruzada al fin y al cabo) contra el nudismo en las playas urbanas. Así que entre los crucifijos y los bañistas en pelotas...

Con tales temas tan tribales es fácil provocar debates que empequeñezcan lo que realmente nos preocupa como ciudadanos y españoles. No hay consenso en el diálogo social, los trabajadores caen como ametrallados, los autónomos cierran sus negocios por cientos al día, la economía parece dejada de la mano del "Dios proveerá" porque nadie (de un lado y otro) aporta soluciones suficientemente sólidas, las familias no tienen que comer, Cádiz es el culo del mundo en posiblidades de trabajo y en fomento de la cultura, donde el chovinismo carnavalero y futbolístico hace un daño mortal,... y estos se embroncan por quítame allá un bañador para tapar las tetas y los chochos.

Si yo gobernara en Cádiz no me preocuparía por prohibirle a los bañistas que se desprendan del bikini o del meyba de mi abuelo. Todo el mundo sabe cuál es la 'filosofía' que impera en una playa urbana como la de la capital, por cierto bastante deficiente en muchas cosas. Si yo gobernara me preocuparía mucho más esa ristra kilométrica de colillas pirieteando entre la espuma sucia que se queda en la orilla tras morir las olas, las latas de refrescos flotando, las mierdas (sí, sí, mojones) en el agua, lo sucísimo que se ve el mar en general, como estancado, en La Victoria, y el surrealismo de una franja longitudinal con todo el mundo pegado, sombrillas encima de otras y niños pisoteando las toallas ajenas, mientras el resto de la playa, la arena seca hasta el cemento del paseo, está totalmente vacía, en algo contranatura. Me preocuparía más porque La Victoria es una playa puerca, le moleste a quien le moleste, y existe una sustancial diferencia entre el agua y la arena de esa zona y la de Cortadura, y ya no digamos Camposoto por poner un ejemplo en San Fernando, cuyo mar fue calificado hace unos años por una revista especializada a nivel nacional como entre los cinco mejores de España. Y no vale hablar de que eso debe ser del manguito o de la trócola, es decir, de las mareas y coeficientes y otras nimiedades futesas. Es que no hay mierda porque no hay guarros contados por miles echando porquerías y otras playas son más 'naturales' en su concepción que La Victoria, observándose una adecuada distribución de disposición de los bañistas según sus criterios, a la hora de colocar sus bártulos.

El paseo marítimo de Cádiz es un lujo, nadie lo niega. Su playa es patética. Y la conozco desde que nací, que para eso mi madre me llevaba todas las tardes del verano desde donde vivíamos, en la calle General García Escámez, hasta cerca de El delfín azul, andandito y pasando por el lado de las ruinas de la plaza de toros gaditana tras ser demolida, donde ahora se sitúa la plaza Asdrúbal. Y almorcé buenos pescados en Casa Ramón, olí el zotal de las casetas y ya por entonces pillé una infección cutánea en mi torso por culpa de la porquería.

También me preocuparía por la imagen de Cádiz ofrecida 'gracias' a las barbacoas de pasado mañana. Algo que, hace unos años, alentó el propio Ayuntamiento para establecer un récord en el Guiness, se le escapó de las manos (sofás, tresillos, pailas calcinadas, alcohol desbocado, angangos por miles cantando sucedáneos de flamenco), casas enteras construidas sobre la arena... y al año siguiente comenzar el propio equipo de Gobierno a recortar los desmanes permitidos anteriormente. Cosas del surrealismo. O de no saber qué se quiere.

Y con respecto a los crucifijos... Como cristianos tenemos que estar pendientes de otras muchas historias realmente más relevantes que esta. Tenemos mucha tarea para prestigiar una religión que nos hemos encargado de desprestigiar durante siglos.