viernes, 24 de julio de 2009

Camino de un estallido social



Un millón de hogares españoles tiene a todos sus miembros en paro. El 65 por ciento de los empleados del país temen perder su puesto de trabajo, y las previsiones que el Gobierno manejaba para final de año, ya de por sí espeluznantes, se han alcanzado al llegar a la mitad de 2009. Otros muchos datos dados hoy a conocer en la Encuesta de Población Activa (EPA) no los voy a repetir porque cualquiera de vosotros puede consultarlos en los periódicos digitales o ya lo han escuchado a lo largo del día.
Todos estos nefastos resultados aparecen además cuando el diálogo entre Gobierno, sindicatos y patronal está totalmente roto. Da la sensación de que alguien tiene prisa. Puede que el Ejecutivo de ZP para que las centrales sindicales no le planten una huelga general y la patronal para que, a tenor de la aún mayor sangría que se avecina, se reforme el mercado laboral lo más pronto posible, se despida con mayor flexibilidad y más barato. Las negociaciones de este tipo en épocas pasadas han durado semanas, meses, y repentinamente se convoca una reunión urgente una tarde de un viernes de julio... Todo suena muy raro.
A Fernando González Urbaneja le parece que "tenemos que estar de luto" por lo sucedido en estas últimas 24 horas, al coincidir los datos del desempleo y los desatinos del diálogo social. Fernando mantiene últimamente una visión demasiado apocalíptica de todo lo que concierne al Gobierno de ZP. Desde su sonada trifulca con el caso del asesoramiento en RTVE hace ahora cinco años cambiaron las tornas en muchos aspectos de sus argumentos político-periodísticos. Yo no voy a ser tremendista como Urbaneja, porque...¿Qué vamos a dejar para diciembre, cuando se den a conocer las cifras del último trimestre del año, tras los despidos que serán por miles cuando acabe el verano y se caiga el maquillaje del empleo-basura en el sector servicios?
Vamos a acabar el 2009 con datos que pueden provocar un estallido social. Todas las alarmas deberían estar ya encendidas, y Gobierno, sindicatos y patronal deberían tratar de apagarlas cuanto antes con medidas conjuntas. Pero cada cual arrima el ascua a su sardina, mientras da la sensación de que el Ejecutivo de ZP le tiene pillada la medida al populismo del más puro estilo peronista. Decisiones como los cheques bebé y los famosos 400 euros en 2008, los comunicados contra la patronal a las once de la noche, los tocapelotas cambios en la ley del aborto, las inyecciones económicas para el turismo anunciadas hace horas y los poco más de 400 euros para parados de larga duración (¿y después, dentro de un año, qué?) son medidas más propias de gobiernos bananeros que de ejecutivos preparados y con miras a un horizonte que necesita actuaciones de suficiente solidez como para acometer el ciclón devastador que empezó a gestarse hace ya varios años, a notarse en España hace doce meses sin que se reconociera que existía una crisis y aún va a azotar más hasta que acabe 2009.

jueves, 23 de julio de 2009

La playa de Torregorda


¿Qué queda de la esencia castrense, la herencia militar, en San Fernando? No se sabe bien cuándo ni cómo; lo podemos enmarcar en los últimos 20-25 años, pero la localidad gaditana comenzó a perder la influencia de las FAS y dirigió sus pasos hacia el sector servicios con demasiados titubeos en unos tiempos en los que se requieren decisiones diáfanas e inflexibles para hacer progresar una ciudad, y las media tintas se han apoderado de la vida social de los isleños.
Estamos en julio y ayer para despejarme quise recordar mis veranos de hace más de dos décadas, paseando por la playa de Torregorda. El polígono militar se encuentra realmente en el término municipal de la capital, pero fue siempre la playa a la que iban los isleños. El bellísimo litoral de Camposoto estaba restringido como zona de pruebas de tiro y hasta hace apenas esa veintena de años, el acceso a esta costa virgen lo impedía una oprobiosa empalizada de madera dispuesta por el Ministerio de Defensa. De manera que los isleños tenían que tener su playa y Cádiz les pillaba demasiado ajena. Junto con ellos, en una indisoluble comunión como siempre había sido, militares de cierto rango que disfrutaban también de la playa y en Torregorda disponían sus casetas como cortijos particulares, su paseo marítimo con balaustrada, consumiciones a precios irrisorios, marineros en las puertas de acceso pidiendo permisos que nos concedían en tarjetas hechas para la temporada estival,...
Yo no he tenido familia militar, pero sí amigos de este gremio. De manera que en mi juventud nos íbamos por la mañana temprano en el autobús que disponía la Marina, aquellos grises que en invierno se utilizaban para el transporte escolar, y nos llevaban gratis a Torregorda. Regresábamos por la tarde, tras jugar tres o cuatro horas al fútbol, comer con refrescos o cervezas que costaban 20 pesetas y las raciones y hamburguesas a precios casi simbólicos. Para entrar en Torregorda tenías que tener un pase, así que durante algunos años mis apellidos cambiaron en función de la familia de amigos que me sacaban la tarjeta de color verde, naranja,... Era una técnica habitual. Me llamé José Carlos Calle Corrales (amigo Migue, ¿cómo estás? Qué me alegra verte por la calle de vez en cuando y saludarnos, con esa sonrisa tuya de buen tío...) o José Carlos Mengíbar Vázquez. Por cierto, a mi amigo Quique Mengíbar sí que no lo veo. Está en Sevilla pero sería tal la alegría si alguna vez volviéramos a charlar de tantas y tantas cosas, compañero...
En Torregorda, en las mesas de su paseo, veía diariamente a personajes de La Isla. A gente conocida. Juan Meléndez, Pepe Macías, muchos cofrades de siempre, con sus cervezas en la barra o su café por las tardes en amable tertulia. Yo estudiaba mis materias pendientes de verano en aquellas mesas para examinarme en septiembre cuando había suspendido en junio (en más de una ocasión, no creáis), engullíamos dulces en esos veladores, buscábamos a las niñas guapas que por la noche veíamos pasear por la calle Real, cuando ver a una chica en San Fernando era algo que incluso atraía a otros amigos de Cádiz, El Puerto,... que venían a dar vueltas por la ciudad para comprobar la fama de elegantes y atractivas de las niñas isleñas. Ahora todo ha cambiado. Y tanto.
Pues he vuelto a visitar el balneario de Torregorda. Ahí está aún. En La Isla no existe ya la Capitanía General, los militares apenas se respiran en los actos sociales de la ciudad, pero Torregorda sigue funcionando. Y me alegré mucho. Su paseo marítimo con su barra y sus mesas sigue abierto, ahora gestionado por una empresa privada, una encomienda de la Armada, incluso la mayor parte de sus mesas metálicas son las mismas, sus vestuarios,... Y cientos de bañistas. En las fotos lo podéis ver. Ya no hay casetas, cotos privados de rangos con cocas en las mangas, los tiempos cambian, pero se ven rostros que bien pudiéramos trasladarlos a aquellos años inolvidables y dorados del balneario.
Los isleños ya tienen su playa de Camposoto, en tiempos del alcalde Antonio Moreno se logró liberar la playa y las mentalidades son otras. Pero me alegra que Torregorda esté ahí. Aún venden dulces. Y las pizarras reflejan raciones a precios módicos. Ya no hay pelones en la puerta pidiéndote tarjeta. No hay autocares por la cara para familias de militares. No existe aquella sensación de que ibas a una playa que te prestaban. Y todos hemos evolucionado, los militares los primeros. Otro día me sentaré en una mesa, voy a llevarme unos apuntes de lengua española aún guardados de mi primero de BUP, me pediré una cruzcampo de botellín y miraré de lejos, en el celaje, el inicio de la playa gaditana de Cortadura. Y a escasos metros del balneario, en el agua, cuando la marea baje, una pequeña isla a la que íbamos nadando, le llamaban 'La Leona'. Era nuestra particular Bahamas de lujo. Qué tiempos...

martes, 21 de julio de 2009

Ninguneo de Tenerife con Úbeda

Cuatro días intensos para mis compañeros del Festival Internacional de Música de Cine 'Ciudad de Úbeda'. Un sueño cumplido, alcanzar el quinto año con compositores en la localidad jiennense de la talla de Patrick Doyle (Mucho ruido y pocas nueces, Frankenstein, Atrapado por su pasado), Michael Giacchino (Los increíbles, Ratatouille, Star Trek 2009), Christopher Young (Homicidio en primer grado, Atando cabos, El exorcismo de Emily Rose) o los españoles Roque Baños (Carreteras secundarias, La Comunidad, Alatriste) y Fernando Velázquez (El orfanato). A ellos, con otros de igual relevancia, se han unido Colette Delerue, viuda de Georges Delerue, quizás el compositor europeo más importante de la historia de la música de cine junto con Ennio Morricone. Ya hace varios años estuvo en Úbeda Carol Goldsmith, la viuda del gran Jerry Golsmith,...

Un problema insalvable familiar me ha impedido estar estos días en Úbeda. Tras diez meses de denodado esfuerzo por participar en la estrategia para dar a conocer el festival más de lo que era, cambiar la imagen del departamento de Prensa y esperar ansiosamente estas jornadas como premio a tanto esfuerzo de una organización que ya alcanza el medio centenar de personas, he tenido una mala fortuna de narices. Afortunadamente, todo ha sido un susto. Grande, pero susto 'arreglado' con un retoque. Tras cuatro años acudiendo a Úbeda, estos días me ha faltado algo que necesitaba. Otra vez será.

Pero mis problemas no son los del festival, afortunadamente. Y aún no he tenido una conversación detallada con David Doncel, el director de todo este tinglado, porque debe estar arrastrándose de cansancio por los jardines y monumentos ubetenses. Seguro que todo ha salido a pedir de boca. Ya estos días lo comentaremos.

Hablábamos hoy de problemas y no míos, sino del festival. Y sí, tiene uno. Se llama ninguneo e ingratitud. El problema es más de otros, pero afecta. Miren que son dos conceptos que jamás perdono. Por eso dirijo hoy mis palabras a Diego Navarro. El director titular de la Orquesta de Tenerife y compositor de la banda sonora de La puerta del tiempo lo podéis ver en la foto de hoy conversando conmigo. Esa imagen la captó un congresista que fue a Úbeda hace cuatro años, allí nos pilló charlando de cine y música. Diego Navarro se quedó encantado del ambiente que se estaba gestando en este congreso -ahora ya festival-, se le trató maravillosamente y desde entonces han ocurrido cosas en estos dos últimos años. Navarro ha querido trasladar a Tenerife el festival de Úbeda y ha montado allí Fimucité, título que le ha dado a un congreso de varios días al estilo de la localidad jiennense con la asistencia de músicos de cine y conciertos. La pasta la pone primordialmente el Cabildo Insular.

No voy a dejarme llevar por ser miembro de la organización del Festival de Úbeda. Digamos que, como amante de la música de cine, me parece extraordinario que en España no sólo exista un evento de este tipo, sino dos, y si se pudiera (el festival de Úbeda cuenta con un presupuesto de más de 100.000 euros y los organizadores no cobran) tres, o cuatro. Pero siempre con la máxima del respeto y de la gratitud.

Me gustaría dejarle una cosa clarita a Diego Navarro, con el que además tuve conversaciones para traerme a Cádiz a la Orquesta de Tenerife que él dirige para ofrecer un concierto de música de cine. Y a Diego le digo que deje de meter la pata con las declaraciones que hace en los medios. Hoy martes, hace apenas una hora, lo he oído en el programa De Costa a costa de Punto Radio y ha dicho que Fimucité ya es el mejor evento de música de cine del mundo por ser único en estas características. Perdona, Diego, pero nada te da derecho a ningunear a Úbeda. Tú has estado en el festival ubetense conmigo (la foto lo demuestra) y sabes que este encuentro sigue siendo punto de referencia primordial en su ámbito. Y no lo digo yo, ni David Doncel, ni Marcelino Sánchez, alcalde ubetense. Lo dicen en Estados Unidos, en Inglaterra, en los medios nacionales e internacionales, en Francia donde se le ha premiado por su contribución mundial a la música cinematográfica,... y lo dicen los cinco años ya cumplidos con la presencia en vivo de John Debney, Basil Polidouris, Sean Callery, Don Davis, David Arnorld, Bruno Coulais, John Scott, los mensajes grabados de ánimo de James Newton Howard, de Emma Thompson,...son cinco años ya, Diego, y Fimucité tiene su mérito (comienza en las próximas horas, porque además lo han hecho casi coincidir en fechas con Úbeda) y te traes a gente curiosa como Mark Snow o Jan AP Kaczmarek, pero no quieras arrimar el ascua a tu sardina porque además no sé cuál es el objetivo. No lo necesitas, este tipo de eventos no se hacen con petulancia o dando codazos a otros colegas, sino con humildad y tenacidad. Así que deberías explicar porqué haces esas declaraciones, con la cantidad de cosas que puedes decir, y sabiendo que el ambiente está caldeado en Úbeda contigo.

Yo no soy un fanático de nada, ni soy David Doncel. Lo que te digo, colega, lo hago desde el cariño, te aseguro que objetivo, a la música de cine. Y a las actitudes caballerosas y gentiles. Así que recapacita, es mi consejo, y adopta otra filosofía. Ah, y felicidades. Deben estar muy bien los actos previstos por el aniversario de Alien. ¿Lo ves? No pasa nada por reconocer las cosas. Cuidate.

viernes, 10 de julio de 2009

Sanfermines: hasta dónde llega la incongruencia humana


¿Hasta dónde tendría opciones de prosperar una querella contra los Sanfermines? ¿Ni siquiera saldría de la mesa de un despacho porque interesa menos que señalar a China con el dedo y nadie le chista al país oriental ante su régimen totalitario pero machacamos a Honduras, uno de los países más pobres del mundo?
No tengo opinión formada sobre el rito que se celebra en Pamplona. Es decir, que sería un error considerar que mis argumentos se deben a mi desagrado hacia esta fiesta. Jamás la he vivido, me aseguran que es la leche. Será. Si ellos lo dicen... No lo dudo, pero objetivamente, sin los aderezos que podamos colocarle al evento por razones ancestrales, folclóricas o sentimentales, se trata de una cosa en la que una manada de bichos con cuernos -a veces del tamaño de los de Tim Curry en Legend- salen corriendo y durante unos minutos la gente los rodea practicando el sadomaso, es decir, huyendo despavorida pero a la vez gozosa por estar allí. Curioso fenómeno. Conozco otras fiestas como la Semana Santa o el Carnaval, que también llenan las calles de miles de personas (millones en el caso de la Semana Mayor al celebrarse a la vez en cientos de ciudades) que también consumen en los bares, compran globos de helio a los micurrios, patatas de paquete por miles y los vendedores ambulantes hacen su agosto en marzo o abril. Pero los nazarenos no tienen cuernos, al menos como los que se ven en Pamplona. De manera que la famosa fiesta pamplonica tiene un riesgo de gravedad en su celebración, extremo podríamos decir. Deja mucho dinero, pero es muy peligrosa.
Una organización de derechos humanos podría perfectamente querellarse contra los promotores de esta fiesta. Su base jurídica sería la misma que nos obliga a a utilizar el cinturón de seguridad en el coche o a no suicidarnos, donde además tenemos castigo divino, por si fuera poco, y nos quedamos en no se sabe dónde por ser unos acojonados y decir aquello de 'paren el mundo que me bajo'. Aquí se juega sí o sí.
Me resulta sumamente complicado saber porqué estoy obligado a usar el cinturón en el coche cuando es un elemento de seguridad privada, que no afecta a terceros, de manera que el 'estado' se convierte en órgano protector de mi integridad física por encima del criterio particular, pero no se prohíbe correr delante de un toro en plena calle como un hecho de alto riesgo. Es imposible encontrar una respuesta a la pregunta de porqué el ser humano puede hacer 'lo que le dé la gana' en los Sanfermines pero no puede conducir sin cinturón o beber catorce cubatas porque, aun pudiendo, está mal visto emborracharse y reservado el derecho de admisión. Fumar mata y somos tan hipócritas que para evitar que se fume más gravamos el tabaco con mayores impuestos. Podríamos cobrar en los encierros, 30 euros por cada uno que lo haga. Sería una medida disuasoria. Sólo morirían los ricos. ¿Ridículo, verdad? Tanto como que sólo se irán al boquete los que tengan dinero para comprar un paquete de Chester o Ducados.
Daniel Jimeno Romero era un joven al que el toro 'Capuchino' empitonó por su yugular. El astado se rezagó de grupo en el encierro de hoy y se fue para el desafortunado corredor, que fue operado y, a pesar de ello, murió desangrado una hora después. En la foto tenéis el rostro de Daniel, y en la otra imagen, un ejemplo del tamaño de los cuernos de un toro en Sanfermín.
Me quedo perplejo cuando se emplea la terminología 'sanfermínica'. Resulta vomitivo escuchar lo de 'encierro limpio' cuando los animales no tocan carne humana. Para mí que todo esto es sucio, muy sucio y muy cínico. Pero a ver quién le pone el cascabel al toro. Y todo eso sin hablar del respeto a los animales. Sólo hemos comentado algo sobre el que le debemos al ser humano. De lo otro aún espero que, por ejemplo, los ecologistas se opongan a ello. ¿O muchos beben y fuman porros en las calles adyacentes a las cornadas, pero siempre en el corazón de Pamplona en fiestas?

miércoles, 8 de julio de 2009

Joe Hisaishi: nos conformaremos con este vídeo...

Finalmente, el compositor japonés Joe Hisaishi no podrá estar en la V edición del Festival Internacional de Música de Cine 'Ciudad de Úbeda'. Le han colocado las sesiones de grabación de su última película precisamente en los días concretados para asistir a este evento en España.

No pasa nada, esperamos ansiosamente a Christopher Young, Michael Giacchino, Roque Baños con Santiago Segura cantando Torrente (!), Joel McNeely,... De ello hablaremos en estos días.

Mientras, os ofrezco un vídeo que espero sirva de bálsamo ante la ausencia de Joe Hisaishi. En él podéis ver un concierto en Japón dirigiendo su partitura para La princesa Mononoke. Y tocando el piano a la vez. Absolutamente impresionante. Entre la orquesta y el coro suman más de 400 personas. Ojo a los que además desprecian el cine de animación y con él su música... Pura delicia que no saben apreciar. Al menos, quizá, hasta que lo vean.

Y aún me preguntan algunos que porqué se me humedecen los ojos con la música de cine...