La prensa en San Fernando, desde hace 206 años hasta ahora. Tras la
conferencia de hoy organizada por la Academia de San Romualdo con la
participación del Ayuntamiento, el próximo 21 de noviembre será
inaugurada una exposición con curiosos originales de portadas de los
periódicos con los que ha contado La Isla desde que fuera promulgado el
Decreto de Libertad de Imprenta en 1810, además de otros interesantes
elementos.
Entre las fotografías que hoy han sido proyectadas, ha salido
esta que hacía años que no la veía. La redacción del 'San Fernando
Información' en 1992, hace nada menos que 24 años, cuando transformamos
el semanario en un diario con todas las de la ley. Ahí aparezco yo con
23 años, dándole ya a esto del periodismo. Franzón y Rioja como
fotógrafos, hasta un dibujante -Lutgardo Fernández, un chaval que llamó
la atención de la Disney y trabajó para ella posteriormente-, Helen y
Jose Espigado que 'pintaban' las maquetas en pantalla, Jesús del Río,
Antonio Bouza, Rafael Duarte, José Carlos Fernández dirigiendo el cotarro...
Han pasado tantas cosas, han cambiado otras muchas. Imágenes que te hacen esbozar una sonrisa.
Hoy se han cumplido 80 años del asesinato del que fuera alcalde isleño
Cayetano Roldán. Francisco Javier Pérez Guirao ha querido que su libro,
'Las emociones de la memoria', se presentara en este señalado día.
Gracias por tus letras en la dedicatoria pero, sobre todo, por las que
vienen a continuación.
Dolores, hija de don Cayetano, que tuvieron
que llevársela con 11 años desde San Fernando a Jerez para protegerla
"porque también iban a por las mujeres", murió el 24 de febrero
de 2016, con 91 años. Se fue sin saber dónde se encuentran su padre y
sus tres hermanos también fusilados, cuyos restos deben estar, al menos
en teoría, entre los exhumados en la fosa común de Puerto Real. Algunos
de sus testimonios pueden leerse en el libro de Pérez Guirao. "Mas yo
estando en Jerez, yo estando allí en la finca esa, un día llegó mi tía
que iba...".
No me faltan ganas para resumir lo último de Bayona con una
simpleza a priori nada acorde con una historia compleja. Diría que estamos ante
un niño -vivo retrato de Tom Hanks con cincuenta años menos, a modo de
anécdota- cuya realidad le desborda ante una familia disuelta, una madre
enferma, una abuela como ama de llaves y unos compañeros de colegio que le zurcen al
salir de clase. Nada nuevo ante nuestros ojos a menos que se introduzca el
elemento fantástico para hacer girar la realidad. Y entonces aparece un Ents,
que diría Tolkien, y hace de psicólogo del mocito mientras el realizador trata
de hilvanar todo con el hilo equivocado e insuficiente: edulcorante a raudales
con sus elementos apabullando la vista y el oído del espectador, el regreso a
los (impecables) efectos como fundamento en lugar de accesorio como ya hiciera
en ‘Lo imposible’ o Fernando Velázquez componiendo la banda sonora más audible del
año para acompañar de fondo en cenas románticas.
Sería injusto si me quedara en esta disección de la película
de quien fue capaz de crear ‘El orfanato’, aquella pulcrísima mescolanza entre
lo real y lo fantástico con un traje hecho a medida para el espectador. Bayona
ha cosido abruptamente al monstruo que ha venido a vernos y las costuras dejan
ver a las claras las carencias de un filme que, con la excepción de los no
exigentes, no deja lugar a la lágrima, sino a una tosca relación entre la realidad
y la ficción.
Prefiero avanzar en mi reflexión esperanzado en que Bayona
regrese a los orígenes que le enseñó Guillermo del Toro en 1993, cuando en el
Festival de Sitges el director catalán quedó enmudecido por aquella pequeña
joya que fue ‘Cronos’ y que vimos en la misma sala el día de su estreno. Quizás
la secuela de ‘Jurassic World’ que le ha encomendado Spielberg no sea lo más
adecuado para comprobar si su talento fue flor de un día, máxime cuando el
cineasta norteamericano lo va a poner a llenar de cosas la pantalla, que es lo
que en sus dos últimas películas ha hecho Bayona.Porque este monstruo que arrincona al pequeño
Conor asombra por su fachada ostentórea y se queda a medias por sus fábulas
animadas tan pedantes como inconexas con la realidad de un niño que al final
debe decir la verdad siempre como conclusión de tanto barroquismo mental. Para
tan poco, tantas vueltas. Para este viaje no es menester alforjas,a menos que quieras hacer espectáculo fácil
utilizando traumas que son complicados de engarzar con lo fantástico. A menos
que seas Del Toro y su fauno en el que se mira Bayona en secuencias de una obra
de un aprendiz que no ha respetado, sino incluso dado la vuelta de calcetín, a unas reciente máxima del cineasta mexicano en la que hablaba de elevar "lo banal a lo trascendente" cuando de monstruos se trata.
Con una culminación que me retrotrae irremediablemente al
Kubrick más nefasto como explicador de historias en ‘El resplandor’ en su
resolución –Bayona cambia el cuadro de Nicholson por un álbum fotográfico-, mucho
me temo que el edulcoramiento en pantalla y la casi intocable ternura de las historias
de niñez en el cine como un plus de acercamiento al espectador, terminarán por
convertirnos en monstruos a quienes no entendemos de correcciones políticas en
el cine que nos impida decir la verdad de un producto en realidad gélido y
confuso, cuyo riesgo al abordarlo no debe convertirse en carta blanca hacia
Bayona, y del que al menos debemos aprender una lección: decir siempre la
valiente verdad. De ahí esta reflexión despojada de sentimentalismo, esa peculiaridad sensitiva que, sin
talento y resumido al artificio, jamás funciona.
Guillermo del Toro en Sitges en 1993, momentos después del estreno de 'Cronos'.