jueves, 21 de febrero de 2008

Mi amigo, mi pregonero

La Hermandad de la Misericordia de San Fernando celebra este viernes uno de los acontecimientos más tradicionales en el calendario cofrade anual de esa ciudad: el Pregón de la Juventud Cofrade. En esta ocasión, son ya 28 las ediciones. Se dice bien pronto.

Tuve la dicha de pregonar a los jóvenes en la Cuaresma de 1992. Desde entonces acá ya ha llovido, los tiempos han cambiado, los jóvenes también, no usábamos internet en aquellos tiempos y en deseábamos que llegara el sábado para destinar nuestros esfuerzos como jóvenes en hacer una gran grupo fraternal, que no es ni más ni menos que una hermandad, el resto es accesorio.

Ahora es el turno de Manuel García Almarcha. Cuando mis nerviosas y torpes palabras salían de mi boca aquella noche cuaresmal de hace ya 16 años, Manolito apenas tenía ocho o nueve años, si no me fallan las cuentas. No lo conocía por entonces y ahora me siento dichoso de habernos unido por el signo de la amistad hace ya algunos años y compartir con él nuestro amor y devoción a los titulares y a la propia hermandad.

No es mi intención caer en tópicos. Sólo quiero expresar, horas antes de su disertación, mis más sinceros deseos de que nos deleite con un gran pregón, de que ofrezca todo lo que le sale del alma y Jesús de la Misericordia lo ayude en la noche de este viernes y lo acompañe, como seguro estoy lo hará, para hacernos vivir, en nuestra alma, las cosas que él nos desee transmitir. Un fuerte abrazo, Manolo, de un pregonero ya difuminado por el paso del tiempo, a un naciente orador como tú. Un fuerte abrazo, sí, en nuestra fraternal amistad y en el seno de nuestra querida hermandad.

Manolo es mi amigo. Manolo es mi hermano.

Fotografía: Manolo García Almarcha, en el centro de la imagen, junto a Carlos Fernández (d) y a mí en la caseta de la hermandad, en la Feria del Carmen y de la Sal, en julio de 2006.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Parecidos razonables (II)

Esta noche me he despertado con fríos sudores y asiendo la nada con las manos. Una nueva imagen se me vino a la mente. Desconozco si es que la última película de Tim Burton me ha impactado o es que la revista Fotogramas debería contratarme para su tradicional sección de similitudes humanas...

Pero llevaba también desde el sábado manteniendo en mi mente, aturdido, la imagen de Beadle Bamford, el repugnante personaje secundario que acompaña al juez Turpin en Sweeney Todd, que a decir verdad parece más bien un secundario grotesco y ridículo que acompaña a los malvados en las películas de Disney que un integrante de la sangrienta historia del barbero vengador. Esa cara regordita y de mirada alocada, esas paletas centrales presidiendo su caja de dientes, ese sombrero, esa sonrisa, andares, atuendos y pelambrera... ¡Eureka! Lo encontré. Es igualito también a...EL SOMBRERERO LOCO DE Alicia en el país de las maravillas.

Y ojo, que también he sabido hace días que Tim Burton está preparando un remake de la famosa cinta de Disney para estrenarla en el año 2010. ¿Contará con Timothy Spall, que es el nombre del actor que encarna al sicario de Turpin?

martes, 19 de febrero de 2008

Parecidos razonables

Un inquietante pensamiento me venía a la mente el sábado viendo la última película de Tim Burton, la más desmadrada, la mas gore, la más surrealista y la más repugnante. Aquella imagen del despiadado barbero encarnado por Johnny Depp me recordaba a otra que, además, había visto poco tiempo atrás...
Rebusqué en mis fotogramas mentales recopilados procedentes de las últimas películas. ¿Algún personaje secundario? ¿Algún actor en rueda de prensa? No.

Entre chorreones de sangre y canciones de Stephen Sondheim traté de descubrir si Sweeney Todd me retrotraía a la imagen de un familiar lejano, o algún angango de La Isla... tampoco.

En los créditos finales de la película descubrí la luz. Fue en ese momento cuando me percaté de QUIÉNES ERAN IGUALITOS...

lunes, 18 de febrero de 2008

Inutilidades

Yo me pregunto, en mi soberana ignorancia, para qué sirve un mitin de un partido político. Son como las tapias de los cementerios, absolutamente prescindibles, porque nadie quiere entrar y nadie puede salir...

Basta con verlos en televisión. Porque los que acuden a esas concentraciones en las que los líderes políticos sueltan impunemente sus promesas son los propios militantes, afiliados y simpatizantes. Vamos, que hoy tengo el día libre y no me da por cambiar la última película de Tim Burton por ir con un paquete de pipas de girasol a un mitin de Javier Arenas. No me interesa lo más mínimo. Y no conozco a nadie que en sus ratos libres tenga como afición acudir a los mítines electorales con una banderita en ristre en la que se aprecia el emblema de un partido. La gente va al cine, al fútbol, caza, pesca, se alquila pelis pornos, juega a la Wii, toma café, duerme la siesta o fornica, pero no va a ver a los políticos.
Así que, insisto, ¿para qué sirve un mitin?
Para nada. El orador de turno promete a gente que, aunque les hablara en cantonés, lo van a votar, ya están en el cupo del partido, así que da igual lo que les cuente porque no tiene necesidad de convencerlos, de manera que desde el punto de vista de captación de votos, los mítines son inútiles. Se convierten entonces en un gran ejercicio de onanismo político, en el que los que oyen escuchan lo que no necesitan y el que habla dice cosas sin necesidad, pero todos lo pasan bien creyéndose medias verdades, mentiras y zarandajas.
Desde el punto de vista informativo, los mítines tampoco son útiles. Porque ustedes, como yo, tendrán saturado el buzón de programas electorales y de puntos programáticos, así que todo el mundo ya sabe lo que defiende la derecha y la izquierda. Y los que navegan al son de las olas entre ambos conceptos, nos interesan menos.
De manera que yo pregunto cuánto cuesta hacer un mitin. Qué presupuesto tienen dentro de los gastos de las formaciones políticas, y mi interés es totalmente legítimo, porque para eso yo mantengo el sistema partiticrático con mis impuestos. ¿O acaso son tan ingenuos como los abonados de los clubes de fútbol, que creen que con la cuota que ellos pagan mantienen al monstruo económico que supone un club? ¿También piensan que los afiliados del PSOE, PP o IU son los que mantienen tantos fastos electorales?
Abogo por inventar algo distinto, no sé, doctores tiene la iglesia. Pero cada vez que veo en la tele un mitin, pienso en lo que disfrutaría Fellini o Berlanga haciendo un película surrealista sobre semejante idiotez.

sábado, 16 de febrero de 2008

El universo gótico del gran Tim Burton


Resulta curioso que los cimientos del cine se hayan tambaleado durante estos últimos meses debido a una huelga promovida precisamente por los artistas cinematográficos que menos han progresado y carentes de la más mínima imaginación. Todo ha evolucionado en el celuloide de treinta años hacia acá: los directores de fotografía han logrado prodigios de luz, las bandas sonoras han experimentado variedades estilísticas que suplieron al clasicismo anacrónico para las nuevas tendencias ideológicas y estéticas que emergieron desde los años setenta, las cámaras y técnicas de montaje nada tienen que ver con lo existente en los tiempos de De Mille, Curtiz, Wyler,... Pero los guiones son indudablemente peores.
En este aspecto no hemos avanzado nada. Lo más negativo de las películas de hoy día son las historias que cuentan, lo manido de sus sinopsis, lo simplón de la narración, la carencia de diálogos chispeantes,... Y justo los que menos han progresado, los que menos ofrecen, van a la huelga. Cuanto menos, paradójico.
En esta pobreza guionística actual, siempre habrá excepciones que, independientemente de lo atrayente que para determinados sectores del público puedan ser por las temáticas tratadas, aportan ejemplos de originalidad en las historias que nos cuentan a través de las imágenes y nunca defraudan por su rabiosa originalidad. Tal es el caso del cineasta Tim Burton, que esta semana estrena en España su última película: Sweeney Todd, la historia de un sangriento y vengativo barbero en connivencia con la actriz fetiche del director, Helena Bonham Carter.
Tim Burton es sinónimo de frescura, de dinamismo y prácticamente el valedor del regreso del cine gótico a la pantalla actual. Sus trazos y personajes de sus obras maestras Pesadilla antes de Navidad o La novia cadáver están fuertemente influenciadas por un expresionismo neogótico al que contribuye de una manera excepcional su músico habitual, Danny Elfman, con el que ha trabajado en la gran mayoría de sus películas, con las excepciones de Ed Wood y Sweeney Todd, esta última por razones obvias, ya que la historia original es un musical que escribió en su día Stephen Sondheim, uno de los grandes letristas del musical hollywoodiense.
Exhibidor de un dudoso gusto temático y visual (Sleepy Hollow), narrador de fantásticas historias con reminiscencias de clásicos de Tod Browning (Eduardo Manostijeras), gamberro espacial y desmitificador de las catástrofes espaciales (Mars Attacks!), contador de historias imposibles paternofiliales (Big Fish) o de transformar a Johnny Deep en Michael Jackson en una revisitación liliputiense (Charlie y la fábrica de chocolate), Tim Burton nunca defrauda desde el punto de vista de la elección de sus historias. Incluso rescatando historias de leyendas existentes muchas décadas atrás como La novia cadáver, ha sabido envolverlas con los aderezos de su mundo particular, en el que tienen mucho que ver sus dibujos y sus técnicos como Danny Elfman, para traernos momentos inolvidables en el cine, caso de Martin Landau oliendo la fragancia de las rosas, Will con su padre en brazos en el agua en Big Fish o Sally cosiéndose su brazo recién huida en Pesadilla antes de Navidad.