martes, 6 de octubre de 2020

'La trinchera infinita', 'El hoyo' y 'O que arde': dos candidatas dignas y otra a kilómetros

'La trinchera infinita' y 'El hoyo' son dos películas imperfectas, pero dignas para competir en los Oscar. La primera tiene factura, a pesar de secuencias absurdas como el protagonista compartiendo el cigarro con quien ya sabemos y sus sueños o fornicando con Belén Cuesta porque sí. La segunda no redondea el final tras lograr introducirnos en su historia y su atmósfera. Pero la que está a kilómetros de ambas es 'O que arde'.
Repasando su impacto cuando se estrenó, se leen tantas imbecilidades como gente que escribe de cine no solo en redes, sino en revistas. Cretinadas no solo por lo que dicen, sino cómo lo dicen. Hoy he leído, literalmente, esto sobre la película: "Responde a la voluntad de entender mejor un espacio, dejando de lado el método científico para abrazar la sensibilidad poética. El acto fílmico se consuma así como una discreta (pero contundente) celebración de comunión con el entorno".
Seguro que este cursi de cierta web de cine muy seguida podía haber dicho esa carajotada de la película de una manera mucho más terrenal, pero así se gana el pedigrí, aunque siga sin tener ni puta idea de cine.
'O que arde' tiene un gran problema: que todo el mundo se lleva 60 minutos exactos esperando a que aparezca el fuego. Mientras, un tipo oscuro, su madre y tres vacas deambulan por la película como si aquello no tuviera rumbo fijo, que lo tiene, porque el asunto llega a la hora de espera. Es como 'La tormenta perfecta', valga la comparativa, pero en lugar de con agua con fuego. Claro que aquel espanto tenía al menos música de James Horner.
Menos mal que la película es corta, como si fuera de Woody Allen. Eso es lo mejor.
Os dejo los enlaces de los videocríticas que en su día colgué en el canal #UltimoEstreno de 'La trinchera infinita' y 'El hoyo', esta compartida con 'Parásitos' porque las definí como películas para pensar, que es algo que se echa de menos ante la pantalla hoy día.



sábado, 3 de octubre de 2020

'Rifkin's Festival', ¿el canto de cisne de Woody Allen?



Es probable que 'Rifkin's Festival' sea el canto de cisne de Woody Allen. Camino de los 90 años, la agudeza y la inteligencia con la que, según sus seguidores, mostraba los devaneos de la existencia humana, el amor o los complejos en películas inolvidables apenas se ven reflejadas en su último filme, estrenado este viernes tras su pase en San Sebastián.
Si Allen deja de dirigir porque ya se autojubile, a mí, que nunca me ha entusiasmado el director neoyorkino, me hará un favor y no tendré que ir a ver sus películas, que generalmente me aburren como una ostra. Si sigue rodando, volverá a darle vueltas y vueltas a lo de siempre. Porque al fin y al cabo, Allen lleva toda su vida haciendo la misma película, tratando el mismo tema.
En 'Rifkin's Festival' cruza a cuatro protagonistas y construye una pareja difícilmente creíble al espectador: la que conforman el alter ego del director encarnado por un Wallace Shawn de geriátrico y una Elena Anaya a la que parece ser Allen le decía durante el rodaje que era "la peor actriz del mundo". Yo le hubiera dicho que usted es uno de los directores de actores más malos de la historia del cine y hubiera salido el sol por donde saliera.
Más allá de la casi lástima que da el personaje de Shawn, la morbosísima Gina Gherson y las referencias al cine de Buñuel o Ingmar Bergman que hace Allen aunque con sal gorda, sin rodeos, 'Rifkin's Festival' no ofrece nada. Bueno, sí: las ganas de Allen de rodar en Nueva York y en París antes que en San Sebastián, por mucho paisaje de cuadro que aparezca de Donosti.
La secuencia de Sergi López, por cierto, es bastante sonrojante.
Por lo demás, mañana habremos olvidado, que es lo peor que le puede suceder a un Allen agotado.
Os dejo la videocrítica recién grabada para el canal #UltimoEstreno de Youtube, invitando a todos/as a suscribiros si aun no lo habéis hecho.