lunes, 29 de enero de 2018

Muere John Morris, el 'músico de Mel Brooks'


Ha muerto John Morris a los 91 años de edad. Ya nos había dejado todo el universo músico-cinematográfico que podía regalarnos durante décadas. Su 'El jovencito Frankenstein' ha quedado para la historia junto con otras grandes bandas sonoras que, en ocasiones más frecuentes de las necesarias, quedaron eclipsadas por canciones o temas musicales ya existentes. 
Todo el mundo recordará 'Dirty Dancing', pero es muy probable que pocos hayan reparado en la banda sonora y no sólo en las canciones. La compuso Morris. 
Al hablar de aquella obra maestra de David Lynch que es 'El hombre elefante', serán muchos los que relacionarán el adagio de Samuel Barber con ella, pero la música original, -nominada al Oscar, por cierto- fue escrita por John Morris. Una joya con un tema principal circense con el que el compositor no deja de recordarnos, a lo largo de este crudo filme, que Joseph Merrick no podrá vivir sin estar marcado por su origen y por el lugar donde era vejado y explotado. Un secuencia magistral es la de la irrupción de aquella escoria humana en su habitación. El compositor mantiene el ritmo y la gravedad, la tensión provocada por la maldad incipiente, hasta que Merrick es pasado de mano en mano como un juguete, como un tío vivo de feria y circo, es ultrajado, emborrachado y Morris utiliza su música para que nos duela más la secuencia y hacernos sentir hasta dónde alcanza la maldad humana. 
Si tienen alguna duda, prueben a verlo nuevamente sin la música. Verán otra película. 
Descanse en paz el maestro John Morris.

sábado, 27 de enero de 2018

Vídeo de 'Los archivos del Pentágono' y repaso a la trayectoria de Spielberg


'Los archivos del Pentágono' no es precisamente la mejor película de Steven Spielberg. Pero al menos nos sirve para, además de hablar de ella, repasar al 'contador de cuentos' como cineasta imprescindible para la generación de quienes ya rozamos los cincuenta. Un nuevo vídeo en mi canal youtube, seguramente muy largo como es habitual (;-)), pero que te aportará algunas cosas para hacerte tu propia idea sobre Spielberg y su último estreno. #Thepost #Losarchivosdelpentagono #Ultimoestreno 

miércoles, 24 de enero de 2018

El cuento de 'Los archivos del Pentágono'


Érase una vez una nueva película de Spielberg, de esas de buenos y malos, como casi todas las suyas. De las que, en algunas ocasiones, maquilla el cuento con un experimentado elenco técnico de sobrada experiencia en estos cometidos (Kaminski, Kahn, Williams...) y en otras las historias para niños se convierten en inclasificables devaneos, caso de 'Inteligencia Artificial'. A veces, los cuentos le salen bien porque dirige con eficacia y buen hacer ('Tiburón') y otras engarza, con precisión de relojero, los clichés con artesanas maneras de hacer cine, con la inspiración que le proporcionan seres semibíblicos que mueren y resucitan y entonces le sale una enormidad ('ET').
En eso consiste esto del cine para Spielberg. En hacer cuentos. En escasas ocasiones ha entrado a profundizar construyendo y deconstruyendo situaciones y personajes enmarcados en un contexto histórico ('La lista de Shindler', 'Lincoln') pero se mueve como pez en el agua para contar historias maniqueas en las que los malos son malísimos y sin más enjundia que ser vencidos (ya sean humanos o animales) y en cuya fórmula también se mueve la última película de quien ha sido uno de los directores de cabecera, para la generación que ya entramos en el medio siglo de vida y de cine.
En este caso, en el de 'Los archivos del Pentágono', hay buenos que charlan mucho y apabullan con sus diálogos -gran cantidad de ellos gratuitos- a lo largo de un filme que, al menos para el consuelo, es ajustado de metraje, porque podíamos haber tenido que sufrir un mamotrético producto moralizante bajo la sombra del Oliver Stone de los noventa, hilvanando un JFK con un Happy End protagonizado por el periodismo buenista, ese que solo sale en los cuentos. La realidad no es así aunque lo fuera en un momento puntual. Y como a Spielberg le gustan los cuentos (¿lo he dicho antes?), aquí hay buenos y en este caso un solo malvado que, en un ejercicio de esos básicos que de vez en cuando practica el director de manera sonrojante, coloca tras la ventana con voz severa y cabreada, acerca la cámara y el resto lo hace un John Williams contagiado del simplismo del ying y el yang, y... ¡voalá! Nixon acaba transformado en Darth Vader.
Ya antes, a lo largo del metraje del filme, el espectador padece una extraña sensación general de desorientación. Cree estar viendo buen cine, quizás es lo que está reclamando ante la teórica categoría de quienes han hecho la película en cada uno de sus cometidos. Pero no logra encontrarlo. Se escapa ante una exposición de los hechos sin más vida que una tímida historia feminista tangencial y un periodismo también de cuento, de personajes demasiado impostados, impropios del director. Ni siquiera son creíbles los hippies protestando en la calle, que mueven los brazos como muñecos animados de la Digital Domain en 'Titanic'. Mientras la mayoría ve en Meryl Streep el Oscar, dislumbro desde el principio una artificialidad paroxística hasta en un vestuario (¡qué horror!) que convierten a la protagonista en una mezcla de la señora Doubtfire con Margaret Tatcher. Y solo cuando el director nos complace aposta, ya bien entrada la película, y Katherine Graham dice algo parecido a aquello de "el gato es mío y me lo follo cuando quiero", su papel y el sentido de la lucha por la verdad a través de un tabloide cobra un halo de vida entre tanta artificialidad y cristal de bohemia. ¡Y ay, ese flequillo de Tom Hanks...! Y como aperitivo, un inicio inconexo con minutos de batalla cámara al hombro (¿les suena?) con el que Spielberg pierde tiempo para decirnos -como si fuéramos cortos de mente- que lo que viene a contarnos va del Vietnam.
'Los archivos del Pentágono' ha fracasado en las nominaciones a los Oscar. Posiblemente los académicos también hayan sentido esta artificialidad o que no hay nada nuevo bajo el sol a pesar de que pudo haberlo. O una distancia desde el ojo y el corazón del director demasiado grande, y ya se sabe que cuando Spielberg no siente, el espectador acaba resfriado. Así ha sucedido en varias de sus películas. Ni siquiera John Williams está nominado, pero es que el maestro, que pone los puntos musicales como sólo los hacía Goldsmith, no ha escrito nada más allá de lo que ya ha hecho en ocasiones anteriores para el cine patrio yanki de los bajos fondos políticos. No hay más sino, eso sí, atino musical en general. Demasiado poco para competir con la frescura y el universo musical que abre Alexandre Desplat con 'La forma del agua', camino de acumular estatuillas. O con él mismo y su universo galáctico, que le ofrece mayores posibilidades de lucimiento y lo aprovecha como un niño... de cuento. De Spielberg. 


sábado, 13 de enero de 2018

'Tres anuncios en las afueras', el talento con toque de exceso


¿De qué adolece el cine actual? Principalmente, de guiones brillantemente desarrollados y con personajes que enriquezcan al espectador a través de sus interioridades, de sus aciertos y errores al menos correctamente perfilados por los directores. Por eso es muy de agradecer que 'Tres anuncios en las afueras' venga a romper la tónica generalizada del hastío que provoca la falta de talento maquillada con técnica aparente o envoltorios engañosos.
La película ganadora del Globo de Oro de 2018 no es solo la historia de una mujer que exige justicia por el asesinato y violación de su hija mediante métodos poco ortodoxos como la colocación de tres grandes vallas publicitarias. Mildred, una Frances McDormand inconmensurable, es la piedra angular de un retrato de la América profunda -y en sí de una sociedad global enferma de racismo, miedo e inmovilismo- con personajes que, cuando Martin McDonagh los ha metido ya en el bolsillo del público, vuelve a sacarlos para dar estratégicos giros a la historia: giros de protagonistas buscando su particular redención o exponentes del fracaso de sus relaciones sentimentales que actúan de conciencia de grillo de la justiciera en grado sumo en lo que se ha convertido Mildred, una pistolera del lejano oeste como así nos la presenta estilísticamente el director desde el inicio del metraje a través de la manera de mostrarla por espacios escénicos principales del pueblo. Contribuye a ello el compositor Cartell Burwell en estado de gracia en este filme ciertamente deudor de los Cohen, pero mucho más talentoso, oscuro y con ribetes que recuerdan asimismo al cine más maduro de Eastwood.
Lástima de los excesos que pululan en el aire. Lastran la seriedad del filme pero ni por asomo arruinan un extraordinario ejercicio expositivo de miedos, sed de venganza o la utilización de lo grotesco para desmoronar la pétrea actitud de la protagonista, a la que Peter Dinklage en su papel de enano protector la desnuda con sus palabras calificativas tocando a hundido como no lo había hecho otro personaje poniendo punto y final en una cena antinatura. Por su parte, Sam Rockell entrega totalmente su papel a una transformación, no sólo profesional, tras habernos mostrado un agente que roza lo disneyano cuando acompaña al jefe de policía, William Willoughby. ¿Son entonces los personajes grotescos-excesivos los que polarizan el filme más de lo que nos creemos pero sus perfiles en cada momento están tan excepcionalmente ubicados que el mecanismo funciona como un reloj que no nos permite apartar la vista? La respuesta es, probablemente, afirmativa. Si a ello le unimos momentos sublimes como la réplica al sacerdote que acude a casa de la protagonista, las epístolas póstumas que dedica Willoughby o la secuencia del cervatillo junto a las vallas (la 'pistolera' McDormand se desmorona aquí), estamos ante una firme candidata a cosechar estatuillas en los próximos Oscar.

viernes, 12 de enero de 2018

Guillermo del Toro, ganador del Globo de Oro a mejor director: 24 años desde su primera visita a España


El cineasta mexicano Guillermo del Toro acaba de ganar el Globo de Oro por 'La forma del agua'. Hoy consagrado por su particular universo y manera de entender la relación entre el ser humano y el monstruo, la primera vez que vino a España fue en 1993 para presentar en el Festival de Sitges su película 'Cronos', con un inconmensurable Federico Luppi como protagonista.
Allí estaba yo, hace nada menos que 24 años. En el nuevo trabajo en vídeo de mi canal Youtube-Último Estreno os ofrezco declaraciones que Guillermo del Toro hizo en aquella ocasión recién presentada 'Cronos', rescatadas de mi archivo. Asistí a su rueda de prensa y posteriormente estuvimos en el paseo marítimo de Sitges, haciendo una entrevista y tomando algo. De todo lo que me dijo, me quedo con aquellas románticas palabras que han marcado su carrera: "La primera vez que vi una película de horror tenia dos años y medio (...) Me levanté una noche en la cuna para ir a mear y de pronto vi el suelo de mi cuarto infantil tapizado de manos verdes y monstruos en el WC. Le dije a los monstruos "Si se vuelven ustedes mis amigos, les prometo serles fiel toda la vida mientras me dejen ir a mear". Así que, a partir de que pude ir a mear, estoy aquí".
Este vídeo está basado en una grabación que subí en el espacio de Último Estreno en Ivook cuando Guillermo estuvo nuevamente en España el pasado octubre de 2017.
Seguro que disfrutáis de su curioso contenido, en el que incluso el director de 'El laberinto del fauno' hablaba hace casi dos décadas y media de una película que iba a rodar sobre políticos y vampiros (!) que jamás vio la luz.

martes, 26 de diciembre de 2017

154 años del nacimiento de Charles Pathé, uno de los padres del cine


 Si Charles Pathé no hubiera nacido hace hoy justamente 154 años, el cine no lo conoceríamos como es ahora.
Descubrió su pasión por el fonógrafo cuando iba en bicicleta por una feria parisina. Comenzó a soñar con las posibilidades que veía en el desarrollo de la imagen, y con sus ahorros y mucha tenacidad, comenzó a producir películas hasta llegar a ser el padre de una de las mayores empresas cinematográficas de antes de la Primera Guerra Mundial. Su símbolo, el famoso gallo que aparece en sus créditos, dio la vuelta a Europa.
En aquellas peliculitas -que no eran tales en esos años de naciente desarrollo del cine sino 'ambiciosos' proyectos- contó con el español Segundo de Chomón en varias ocasiones, especialmente en 'Vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo'. Chomón fue el responsable de la fotografía de aquella producción, impensable hasta entonces, de más de 40 minutos de duración, con un año de trabajo y el coloreado de fotogramas a mano. 
Pathé no corrió buena suerte a pesar de ser capital en la historia del cine, en la que Francia tiene grabada con letras de oro a los padres de este invento tan maravilloso: Méliès, Zecca, Alice Guy...
Afortunadamente, no es necesario ir a París para conocer una muestra del cine de Pathé. En Youtube podemos encontrar muchas cosas muy interesantes.
Y ya que estamos en fechas navideñas, mi emotivo homenaje en el 154 aniversario de su nacimiento a Charles Pathé con un fragmento que es nada menos que el inicio de la película que 'la productora del gallo' estrenó en 1905 dedicada a la historia de Jesucristo, y en cuyas secuencias podemos ver una ingenua anunciación del ángel, la estrella de Belén anunciado el nacimiento, los Reyes Magos... No os lo perdáis, son solo 5 minutos. Impagable. El resto del vídeo lo dedico a Pathé contando algo de su obra.
Quienes estuvieron en la conferencia que el pasado año ofrecí en la Academia de San Romualdo sobre la historia de Jesucristo en el cine recordarán que ofrecí una secuencia de esta película, si bien era la resurrección, también sin desperdicio. Pero mejor ahora adaptarnos a las fechas navideñas :-)
Aquí la conferencia, por si hay alguien masoquista que quiere verla entera:


martes, 19 de diciembre de 2017

'Star Wars VIII: The Last Jedi'. Que la fuerza nos siga acompañando




Disney puede hacer películas bajo el epígrafe de Star Wars hasta superar las de Wong Fei Hung o la saga de James Bond. Al fin y al cabo llevamos cuarenta años observando la lucha entre el bien y el mal, que no dejan de ser los conceptos que equilibran el universo, y con mayor o menor acierto, la creación de personajes en torno a la producción cinematográfica sinópticamente más maniquea de la historia. De personajes y de árboles genealógicos propios de folletines televisivos. Un cóctel que, aderezado con la rienda suelta a la espectacularidad, a la ópera musical creada por John Williams y al regreso estratégico e inteligente de los personajes incontestables en el momento adecuado, da como resultado películas que van a satisfacer a los millones de seguidores con los que cuenta la odisea galáctica que en su día creara George Lucas y que ahora controla la factoría de animación más importante del planeta que, aspectos económicos y de distribución aparte, ha querido dejar su impronta como responsable de los dos últimos episodios, marcando roles en ambos guiones en los que queda patente una desmitificación dosificada de los protagonistas en situaciones estratégicas, de los que no se escapan personajes secundarios que tanto gustan a la Disney a la hora de crear situaciones cómicas más cercanas a Timón y Pumba que a la esencia de Chebwacca o BB-8. Incluso se permiten rebanar por la mitad a temibles líderes creando una sensación general en el espectador de vulnerabilidad casi cómica o de Skywalker quitarse las motas de polvo de su ropa con un gesto mitad disneyano mitad Lucas ‘asesorando’ con remembranzas de la dupla formada con Spielberg sobre el arqueólogo más famoso del mundo encarnado, curiosamente, por quien dio vida a Han Solo.
Y así, esta octava parte, ‘The Last Jedi’, podemos mirarla más allá que con la condescendencia si somos seguidores de la saga, porque la obra está a la altura de lo que se espera. No así si no llegamos al grado de iniciados, si somos incapaces de responder a un examen de preguntas básicas: qué parentesco tienen Luke y Leia, ésta y Kylo Ren, quién era Anakin… Interrogantes básicos para quienes vivimos en este constante universo galáctico pero no tan accesible para quienes quieran ver en ‘The Last Jedi’ el resultado de una exposición trágica de hasta donde es capaz de destruir el poder de la oscuridad, la lucha política –algo timorata en esta nueva secuela-, el sentido de la justicia y otros valores que podemos encontrar en una película que se prolonga demasiado en el metraje, en unos primeros sesenta minutos que se convierten en una vuelta de tuerca de tantas horas predecesoras a las que se las versiona en muchas ocasiones junto con revisitaciones de personajes (Benicio del Toro no deja de ser la versión 2.0 y tartamuda de Lando Calrrisian), algo que se transforma en una seria amenaza de naufragio para el filme. Pero la película remonta en una última hora épica, en la que en ocasiones es deudora de la mejor de la saga o al menos la más conceptualmente madura –entiéndase ‘El imperio contraataca’- y en otras se transforma en un western galáctico que culmina con un cara a cara metafísico de gran envergadura resolutiva con un Mark Hamill sobrado para el papel, al que Adam Driver (Kylo Ren) trata de dar la talla, aun desgraciadamente lastrado por un tratamiento grotesco –insisto, disneyano- de los personajes del lado oscuro del filme.
Tras 40 años de saga, el folletín galáctico y familiar se sostiene mientras la esencia de la Fuerza –con mayúsculas- se mantenga de generación en generación –acertada e intencionadamente actualizado en una mujer, por cierto-, se administre en pantalla y, en el caso de ‘The Last Jedi’, los espectadores más incondicionales, que son muchos, sonrían inconscientemente al ver en pantalla el regreso de Hamill-Fisher, cuya binomio sirva para que una entrañable melancolía se convierta en la argamasa que une a los espectadores con la saga. 
Que la fuerza nos siga acompañando. En el vídeo de inicio podéis ver mi opinión con más detalle y algún curioso aspecto de la banda sonora de John Williams.