lunes, 12 de junio de 2017

Feliz cumpleaños, don Luis

 
 
Hoy hubiera cumplido 96 años. Estuvo en activo hasta última hora. Debería haber nacido un poco más tarde, para que en estos años hubiera estado aun con nosotros y con capacidad para ponerse ante la cámara. Escribir lo que pudiera rodar hoy le hubiera sido fácil ante tanto Bárcenas, Rato y Pujoles varios sueltos.
En la página 130 del libro 'La Isla, lucha o revienta' de José Carlos Fernández Moreno, se cuenta una anécdota de cuando Luis García Berlanga vino a San Fernando tras mis gestiones para la Fundación de Cultura. El autor del libro escribe:
"Yo, personalmente, fue en mi coche a recoger a Berlanga al aeropuerto de Jerez. Una vez llegados a La Isla, dimos un paseo en el vehículo y le mostré el barrio de la Pastora. Le encantó. En pleno recorrido, de improviso, me dijo con insistencia: "Para, para, José Carlos...". Frené casi bruscamente. "¿Qué pasa" -le pregunté sobresaltado-, "¿Ocurre algo?". "No, no, no pasa nada, pero estas fachadas las tengo yo que tocar". Y efectivamente, bajó del coche y se puso a pasar sus dos manos por las cales de aquellas casas a las que observó con mucha curiosidad, sus casapuertas, sus cierros, incluso escudriñando por algún postigo entreabierto. "Mira, mira, son como los decorados de mis películas...", me decía a voces con semblante de complacencia. Aquella fue una jornada inolvidable y de las que más me he reído en mi vida".
Doy fe de aquello. Feliz cumpleaños donde quieras que estés, don Luis. "Austrohúngaro". 
 
 

lunes, 5 de junio de 2017

La calle más justa para Alfonso Berraquero



No me cabe la menor duda. Si el maestro Alfonso Berraquero volviera a vivir y supiera que su nombre ha sido objeto de dos polémicas ciudadanas en solo cinco meses, volvería a morirse.
Enemigo acérrimo del onanismo artístico, de la megalomanía y de la lisonja para bien o para mal. Del protagonismo de los atriles que tanto atrae a muchos de los gremios que lo rodearon en su vida, ahora estaría desconsolado y asqueado.
Primero porque contemplaría atónito como en diciembre surgía la polémica sobre el destino de sus restos, los de un Predilecto de La Isla que tuvo su hogar familiar en Bonifaz y en la Pastora el de sus hijos e hijas que esculpió sin que nadie vaya a saber jamás qué se le podía pasar por la cabeza y las manos a un artista de esta categoría cuando golpeaba la gubia entre el humo del omnipresente tabaco, a las dos de la madrugada, o al despertar a las siete antes de marchar a dar clases. 
Ahora, el enfrentamiento se suscita por la calle que se le quiere dedicar. Una petición popular, de las que vienen de la Pastora, es decir, popular intrínseca, legítima. Palabra de La Isla. Digo que una solicitud que venía canalizada para pedir que la calle Maldonado pasara a rotularse con el nombre del genio isleño. A él ya a priori le hubiera horrorizado esta petición, pero sus amigos creen, creemos, que las calles donde nos movemos cotidianamente se convierten en la extensión de nuestros hogares si estamos hablando de la Pastora. Porque de Ancha o Jesús de la Misericordia, de Hernán Cortés o San Dimas al altar de la Virgen de la Salud o al Nazareno de La Pastora solo hay un pasillo marcado por cierros y mosaicos, por morera vieja hacia espadaña y una puerta en el corredor que da a la cocina de Rosa y el Churre. No sé si me entienden los de la nueva política, los comuneros del siglo XXI que venían a romper con todo y finalmente se han metido en el casting de El Ministerio del Tiempo para rescatar la memoria de Maldonado. New Deal podemita, con un desorientado e innecesario as en la manga para borrar de un plumazo al fundador de la Marina castellana y volver locos a ochenta vecinos de la calle Bonifaz. Al final, en esta Isla inmovilista, en cuyo barrio más añejo no hay calles dedicadas a fascistas sino a santos, heroínas de la libertad y maestros de la Carraca, hasta los revolucionarios vienen a hacer la revolución con cabecillas del medievo y extraña soldadesca de compañeros de cama, donde aparecen como héroes de la causa comunera quienes han borrado de la faz política de la tierra, de parlamentos y plenos, a una izquierda clásica, secundados por sus propias víctimas posando en la foto. Paradójico.
Es lógico y legítimo que la gente que ha querido a Alfonso de verdad reclame la calle Maldonado para él. Tienen claro que si Berraquero hubiera nacido en Sevilla, en Madrid o vaya usted a saber dónde, lo menos que hubiera sido para la historia, con todo lo que ello supone de honor, es tener el título de Hijo Predilecto de la ciudad que lo vio nacer. Es la calle donde está la hermandad que él ha engendrado, donde ha pasado muchas veladas trabajando por sus titulares, de Bonifaz a la Pastora y de la Pastora a Maldonado. Está en el barrio que se siente orgulloso del artista y de quien en vida, que todo hay que decirlo, sufrió los ataques torticeros de envidiosos y criticonas pertrechados tras teclados desde donde han vomitado la mierda que llevan, la mierda que son. Esta Isla es jodida para eso y para entender que por la calle del "ya voy", se va a la casa del "nunca", que decía Cervantes. Así que es ahora el momento de inmortalizar en el callejero, sin más dilación, a quien con seguridad hubiera tenido ya una casa-museo en el Soho de Nueva York o un recoleto pasaje en Montmartre. Y es que allí, por lo pronto, Juana La Loca no tuvo nada que hacer.

domingo, 28 de mayo de 2017

Mi primera banda sonora rayada. Georges Delerue y 'Ana de los mil días'


Tal día como hoy, el 28 de mayo de 1533, el arzobispo de Canterbury Thomas Cranmer declaraba válido el matrimonio de Enrique VIII de Inglaterra y Ana Bolena. 
Recuerdo de pequeño tener en mis manos un disco recopilatorio de bandas sonoras que era de mi padre, y entre sus temas, estaba el de 'Ana de los mil días', la pelicula de Richard Burton y Geneviève Bujold. Nunca creo haberlo confesado, pero la música compuesta por Georges Delerue para este filme fue la primera banda sonora de la que tuve constancia musical en mi infantil cabeza. Antes de Superman, Memorias de África y todas las que ya hemos hablado mil veces que despertaron nuestro particular mundo cinematográfico-musical. 
Machaqué mil veces aquel tema de Delerue hasta rayar el disco, lo que me provocó una cierta reprimenda pero me dio alas para 'robarlo' y quedarme con él hasta hoy. Ahí lo tenéis en la foto. 
 Tantos años y tanto uso que hubo que hacerle una carpeta nueva de manera chapucera para que sobreviviera desde que en 1971 llegara a mi casa. Así que, aunque sueñe extraño, cuando escucho hablar de Ana Bolena me acuerdo de la primera banda sonora de la que tengo constancia. 
Georges Delerue siempre me pareció un olvidado entre tanto nombre americano y también europeo, en cuyo cine de décadas pasadas parece que solo existe el nombre de Morricone. Francia ha dado grandes compositores que parecen inmerecidamente olvidados. 
Aquí os dejo el enlace al tema de 'Ana de los mil días' incluido en el disco de Orlador, ¿quién no ha tenido un Orlador en su casa?


martes, 23 de mayo de 2017

Roger Moore y James Bond


Me apena lo de Roger Moore, lógicamente. 
Creo que lo recordaré más por 'El Santo' que por sus papeles de 007, entre otras cosas porque aborrezco el personaje de James Bond. Pocos registros tan pobres ha habido en el cine para un protagonista como el de este tipo impoluto, machista e imposible, capaz de mirar hacia un lado y usar y tirar a una mujer. Ya el malo malísimo hará las explosiones y ahí se acaban sus películas. Eso sí, nos llevamos semanas, meses, años con la canción de Durán Durán de 'Panorama para matar' en la cabeza. 
Cuando las peleas eran porque a las niñas les gustaba Simon Le Bon o Martin Kemp, decíamos que eran maricas y que su música era una porquería. Ains.

viernes, 12 de mayo de 2017

Monoteísta de Alien y de Carlo Rambaldi


Cruzo los dedos ante el nuevo Alien de Ridley Scott. Pero lo mío es una tortura desde hace décadas. En realidad solo me gusta la primera, la obra maestra. No la defiendo por lo ya conocido: su atmósfera vacía, asfixiante, la música inconmensurable de Jerry Goldsmith al servicio de la imagen, la ejemplar medida del tiempo narrativo para exponer ante nuestros ojos un grupo supervivencial que muta en su comportamiento, un ángel exterminador espacial que mediatiza el triunfo de una inesperada naturaleza: la de una mujer enfrentada y victoriosa ante un ser que no se ve nunca, hitchcockiano a lo brutal.
Alien, como expuse durante años, era la historia de un único ser, de un dios ignoto que, en la esencia y clave explicativa del filme, reflejadas en las palabras de Ash antes de ser abrasado por el lanzallamas de Yaphet Kotto,carecía de remordimientos, por encima de cualquier otra forma de vida. "¿Tú lo admiras?". A la impecable técnica cinematográfica con la que se nos presenta el protagonista se une el concepto existencial de un ser superior oscuro, cuyo desarrollo en las siguientes partes degenera, con la desgracia que ello supone para los que deseábamos ahondar en el sentido de su asesina supervivencia. La secuela 'Aliens', que ensimisma al personal por su intachable estética, no fue para mí sino una legión de boínas verdes contra lo peor que podía haber ocurrido: multiplicar al ser elevado a los altares en el filme originario. Ya no era único, eran un batallón de animales del espacio sin otro objetivo que atacar, luego en sucesivas partes criar... y ahí quedó todo. Una pena. 
A pesar de esta frustración por la saga, y de ahí mi suplicio, cada vez que se estrena una nueva parte de Alien me pongo nervioso y la espero con ansiedad. Es algo inexplicable. ¿Atracción por el mal cinematográfico? ¿Sumisión a la estética? ¿Autoengaño? 
Mañana sábado buscaré un hueco para ver el nuevo invento de Ridley Scott, sin mayor pretensión que disfrutar. No es conformismo. Es, simple y llanamente, que la maestría y la orientación expiró en los créditos finales de aquella jodida joya de 1979 cuando el monoteísmo espacial dio paso al más vulgar politeísmo criaturístico. 
Este rollo venía a cuento porque me acuerdo mucho de Carlo Rambaldi cada vez que se estrena una nueva Alien. Conocí a Rambaldi en Barcelona y me enseñó una serie de bocetos de sus creaciones que me dejó fotografiar, como la cabeza de Alien y el brazo de King Kong para la película de John Guillermin. Si os fijáis en las fotografías, las palabras de su puño y letra están en italiano. Me comentaba en la entrevista que nunca tuvo ni puñetera idea de inglés ni interés alguno en aprenderlo. Se entendía con Spielberg para hacer ET como ambos podían. De su relación con Scott en este sentido no me habló, me imagino el plan de ambos :-) Tengo que rescatar la cinta cassette para recordar las cosas que me dijo y un día con tiempo os lo cuento de nuevo, esta vez por aquí. 
A Carlo Rambaldi, con Oscar incluido, creador y artesano abrumador, también hay que respetarlo. No estoy seguro de que con tantas partes se le haya guardado respeto a su criatura. Un gran abrazo donde estés en el cielo, maestro.