lunes, 26 de febrero de 2007

Los indiferentes Oscars 2006


Finalmente tenía que ocurrir. Al menos era de justicia, por mucho que nos duela en nuestro chovinismo más interior. Hasta a mí me causa desazón, pero no podemos mirar hacia otro lado cuando de justicia se trata. Lo digo sobre todo por El laberinto del fauno. Debo ser una de las pocas personas a las que no les estusiasma nada este filme y, aunque conozco a Guillermo del Toro desde hace más de doce años y lo he telefoneado hoy (os pondré una foto en Sitges en 1993 en la que estamos ambos que más vale no mirarla mucho), no era normal considerar que nos encontramos ante una película que mereciera tantos galardones. Como tampoco que Penélope Cruz se llevara una estatuilla a su casa. Y lo que más me satisfizo de la aburridísima ceremonia de anoche, fue ver cómo Babel por fin se queda en el sitio que le corresponde. Y aún así me parece demasiado premio el concedido a Gustavo Santaolalla, que ni por asomo se lo merece, con esa banda sonora tan horrenda para una película que ya escribí hace tiempo resulta ser previsible y de escasa aportación al cine actual. Que Thomas Newman se quede sin premio me parece del todo incomprensible. Disfruten en cuando tengan opción del score de The Good German. Vaya 'revival' de aquellas composiciones de su progenitor Alfred Newman, qué momentos de temas oscuros con deudores pero admirables recordatorios a Bernard Herrmann,... incluso Javier Navarrete debería haber ganado, que ya dio muestras de su talento progresivo en El espinazo del diablo... Pero Santaolalla...Manda narices, ya tiene dos Oscar por dos bazofias. Posee más estatuillas de Hollywood que el mismo Herrmann o Morricone, del que por cierto tengo que reseñar que se le quedó la misma cara que a mí cuando sufrimos la aberración que hizo Celine Dion de su música.

A Ennio Morricone lo conocí en Sevilla en los Encuentros de Música de Cine de 1999. También os pongo una foto para que lo veáis. Seré franco, hablé con él cinco minutos, le entrevisté y desde entonces no he vuelto a verle, no es lo mismo que me ha ocurrido con muchos profesionales del cine con los que sigo teniendo contacto como Del Toro, Imanol Arias o Roque Baños. De aquel encuentro y de algunas reflexiones más bastante fidedignas concluí que Morricone es un malas pulgas. Eso me alegra, ya somos dos. Y hay cosas que le molestan demasiado. Quizá en alguna declaración le ha perdido ciertas dosis de egocentrismo, y eso me gusta menos. Pero después de años criticando que no le hayan dado ya el Oscar -y llevaba razón, viendo los premios concedidos a personajes como Stephen Warbeck o el mismo Santaolalla-, al final tiene uno honorífico y aprovechó en su discurso para dejar bien claro que se cometen muchas injusticias en esto de los Oscar, dedicando el galardón a los que jamás lo obtienen. Que se lo cuenten también a Hitchcock, a Billy Wilder o a Paul Newman, que recibió un Oscar honorífico por El Color del dinero pero le habían negado el pan y la sal incluso en El Buscavidas de Robert Rossen, en la que tiene unos últimos cinco minutos que jamás he visto un nivel interpretativo de ese calibre en mi vida...

Al fin y al cabo, y regresando a este año insustancial, se hizo justicia. Lo mejor era el remake (porque es una copia de un filme oriental, que conste) Infiltrados, a mucha distancia de lo de La Reina y no digamos de cosas como Babel. Quizá se le acercaba a su calidad Diamantes de sangre, pero estaba claro que había que premiar ya al maestro Scorsese que, dejando a un lado aquel tropiezo de Gangsters de Nueva York, ha hecho mucho cine de kilates. Y en actores no sé qué estaban esperando para premiar a Forest Whitaker, ese eterno secundario que ya es grande a pesar de su juventud.
Por cierto: Estoy harto de Jack Nicholson en los Oscar. La culpa no es de él, claro está, sino de quienes les ríen las gracias al mayor histriónico de la historia del cine, con permiso de Klaus Kinski o Gustav Fröhlich. Bueno, este último no sabía lo que iba a evolucionar esto del cine y la interpretación, el pobre...

jueves, 22 de febrero de 2007

Frustración y miedo en TVE


Me quedé sorprendido anoche cuando, aguardando pacientemente frente al televisor, visioné el comunicado que TVE emitió en lugar de la entrevista que Jesús Quintero hizo a José María García. Aquél fondo negro con las letras apareciendo de la zona inferior de la pantalla tenía mala pinta. Tanto que parecía otros tiempos, daba la sensación de que se había cortado la emisión por algún grave motivo y repentinamente iba a aparecer una carta de ajuste con algo de Beethoven o Wagner de fondo. Parece tremendista, pero qué quieren que les diga... Yo sentí ese escalofrío.

Posteriormente reflexioné al respecto. Es obvio que lo primero, tras la sensación de sorpresa, es digerir la frustración del vacío con el que te topas al no saciar el interés que tenía por conocer lo que el periodista deportivo era capaz de soltar por la boca. Después me puse a pensar en algo que me inquietó aún más. Porque me gustaría saber qué piensa Quintero de lo sucedido. Al 'comunicador' (vocablo de moda para evitar la palabra periodista por diversas razones) lo sigo desde hace muchos años, y me resultó chocante verlo proclamando justicia y la necesidad de ser invendible al poder para, en cuestión de segundos, admitir en su programa el mensaje que nos advertía de que lo que había dicho García era de tal calibre que no podía emitirse.

Quizás a Quintero le ha sentado como una patada esta censura que para TVE eufemísticamente será un "ejercicio responsable". De acuerdo, lo habrá sido, aunque es algo que no podemos calibrar porque no se nos ha dado la oportunidad de medir las reflexiones del entrevistado. Pero al fin y al cabo censura. E insisto, me choca. En un programa habitual de entrevistas quizá me hubiera llamado menos la atención semejante decisión con una entrevista, pero en un programa de la filosofía de Quintero... Algo debe estar ahora moviéndose en los despachos de TVE y debe haber un buen pollo montado. Al menos si yo fuera Quintero formaría el expolio, a menos que el 'comunicador' no sea tan consecuente como ha parecido serlo desde siempre.

Ustedes y yo no nos sentamos a ver un programa de Quintero como podemos hacerlo con otros espacios. Sus emisiones están destinadas para los que queremos ver a personas a las que se les desnuda su mente con el permiso correspondiente, a gente incapaz de zafarse de las preguntas de su presentador y, al verse arrinconadas por él y la parafernalia del programa, salir por donde jamás serían capaces de hacerlo en otros programas. Por eso, la entrevista a José María García hubiera sido sumamente interesante, y no lo digo como opinador político, social o ciudadano al que formar en ideologías, sino como simple y mero espectador.

Es probable que TVE haya sido cobarde y piense que las querellas les va a llover con las declaraciones de García. Pero la emisora que se pavonea de tener un programa como el de la naturaleza de Quintero debe admitir esos riesgos. Además, seguramente las demandas hubieran ido contra el entrevistado. Eso me es indiferente. Lo que no es de recibo, y discúlpame Jesús, es entrevistar supuestamente a Tita Cervera haciendo ver que no acude al programa porque no le viene en gana, e instantes después decir que el que viene no sale porque ha dicho de todo por su boca. Y en un gesto papista, ofrecer un minuto de García despotricando del director general de TVE.

Por cierto... ¿Qué medio va a telefonear a José María García para que diga su opinión? Si es una radio, ¿me dicen cuál para oírla? Porque esa es la segunda parte de esta agria polémica...

miércoles, 21 de febrero de 2007

Málaga (1)

Pues sí, es cierto... Me quedé dormido en el cine viendo lo de Kubrick aquél día, como especifica una lectora de este blog a la que le agradezco su participación.

Desconozco cómo lo sabes, quizá me escuchaste en la radio lanzando improperios sobre aquellos 140 minutos de grandes lagunas de un Kubrick crepuscular en el sentido más peyorativo de la palabra. La sufrí en Málaga, varias horas después de asistir al estreno de Locos en Alabama en el primer pase que se llevó a cabo para la prensa. El director de aquella cosa que es El Resplandor casi me fastidia el día.

Viajé a Málaga invitado por la productora de la cinta de Antonio Banderas y a las nueve de la mañana, como en un festival de cine de esos que te engulles seis películas diarias, estaba sentado en una butaca en el Teatro Cervantes con el buen fotógrafo y mejor amigo Paco Martín esperando con escepticismo la película de Banderas. Me llevé una gratísima impresión. Por cierto, inconmensurable el trabajo de Mark Snow en la música en determinados momentos como el del chico en la piscina boca arriba...

Después de disfrutar de la ópera primera de Banderas compartí con él unos minutos de preguntas y alguna copa de cava con aires de grupo de amigos, éramos apenas ocho periodistas y al final cuatro... Los más jartibles, para variar... Fue cuando el actor malagueño sacó una caja de bombones de no sé dónde y comenzó a repartirlos entre el reducido grupo de personas que nos quedamos y podíamos admirar la belleza de la hija de Tippi Hedren, a la que les aseguro que no le beneficia para nada la pantalla en muchas ocasiones, así que fíjense si merece la pena contemplarla... En fin, buen tipo Banderas, tanto como mal actor. Son dos cosas compatibles...

No creo que lo de Kubrick me provocara sonnoliencia porque me fuera al cine después de comer en uno de esos extraordinarios restaurantes malagueños. Por si existía alguna duda, volví a visionarla una vez regresé a Cádiz y me volvió a parecer un peñazo. Sólo a base de practicar "la letra con sangre entra" y verla varias veces más en dvd (sí, el que trae el estuche dedicado a Kubrick que se comercializó hace ya algunos años) pude concederle ciertos méritos, pero ninguno de peso como para retractarme de mi primigenia opinión.

Eyes Wide Shout casi me fastidia aquel día que había comenzado de manera tan positiva. Banderas haciendo una peli buena en su estreno como director, cercano como pocos y su mujer al lado, varias copas de cava (con lo que me gusta y la que pillé en el festival de Sitges en 1993 con Xavier Catalfall de director del certamen), un opíparo almuerzo y de repente... Ladrillazo de Kubrick. En fin, ya lo dijo Osgood en Con faldas y a lo loco: "Nadie es perfecto".

Ah...¿Por qué el título de este artículo con el de esa maravillosa ciudad y un uno? Sencilla razón: porque me toca hablar de Málaga en varios capítulos, de su festival, de su gente, de su mar, de su belleza.. y dejo para mi intimidad algunos capítulos de mi vida directamente relacionados con la ciudad en la que, de no vivir en Cádiz, me gustaría estar...

jueves, 15 de febrero de 2007

Qué pesado


Mi buen amigo José Luis Porquicho escribió hace varios días un artículo en el periódico Información Cádiz que, independientemente de la satisfacción que me produce, es un paso más para decirle las cosas claras a alguno acostumbrado a pontificar con sus planteamientos para así llamar la atención o simplemente distraer al personal y evitar así que alguien le exija que brame menos y trabaje más por el gremio al que representa.

Porquicho mostraba su enojo por una de las petulancias que escribe Fernando Santiago -presidente de la Asociación de la Prensa gaditana- en Diario de Cádiz, en este caso indicaba que le resultaba francamente injusto que un "periodista de despacho y de viajes VIP" criticara a un chaval que se ha ganado un puesto en Onda Cádiz TV retransmitiendo el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas (COAC) de Cádiz. Para Santiago, el trabajo de Germán es malo porque, entre otras cosas, no es periodista, no tiene la licenciatura de esta profesión que avale su trabajo, está ocupando un lugar que no le corresponde,...


Miren que es pesado Fernando Santiago, y resulta reconfortante que gente de su gremio le diga ya las cosas a la cara de una vez por todas después de años en los que sólo algunos le hemos dejado claro que su soberbia es tan molesta como su desprecio hacia muchos periodistas que durante años no hemos encontrado quien nos defienda cuando se han producido situaciones de claro abuso empresarial sobre los profesionales de la información, algo muy habitual desde que tuvo lugar, hace ya más de una década, la eclosión de medios de comunicación en la provincia gaditana.


Germán es un chaval que, cuando yo desempeñaba las labores de redactor jefe en Información Cádiz, comenzó a ganarse su pan colaborando con el suplemento carnavalero 'El Gallinero'. Trabajó muy bien y le dieron dos patadas cuando terminó la fiesta, sin que le pagaran un duro. Por entonces no vi a Fernando Santiago interesándose por su situación o si alguien más de la profesión, ya fuera un becario o un periodista consagrado, padecía un trato similar por parte de la empresa que edita ese medio o cualquier otra. El chico ha sido en dos años el ejemplo del tesón hecho persona para hacer lo que le gusta, y ahora ha conseguido ese hueco en la nueva televisión municipal que le reporta algún dinero y le sirve para continuar mejorando. Puede gustarte o desagradarte su modo de presentar tanto como otros, ya sean anónimos o considerados clásicos de la comunicación como Joaquín Prat, que me resultaba insoportable empleando la fórmula machista de preguntar en 'El precio justo' a una participante "¿Y su marido a qué se dedica?". Pero echar por tierra la pertinaz pugna de un chaval por llegar arriba de la manera tan despótica a la que nos tiene acostumbrados Fernando Santiago es algo que sólo hacen las malas personas.


Sí, es pesado el tipo este, con el debate sobre los licenciados en ciencias de la información, a los que tengo muchísimo respeto. Yo no lo soy y me he llevado 18 años en el periodismo, he sido redactor jefe de dos periódicos y posteriormente director de ambos, entre otras cosas. Siempre he dicho que tener esa licenciatura es un logro y que me frustró ver cómo delante de los libros y en edad de aprender muchos fueron capaces de lo que yo no hice. Pero de igual manera o más me congratula ver que los que me superaron en la Universidad no han sido capaces de hacer lo que yo he hecho en los puestos de trabajo que tuve hasta hace año y medio. Si un licenciado es capaz de hacer mejor lo que yo hacía, pues adelante, que me cambien. Pero curiosamente, yo enseñé a muchos titulados a redactar, a tratar las maquetas, a distinguir estilos, me llevé hasta la madrugada corrigiendo muchos disparates, incentivé a licenciados que me aseguraban "estar agobiados" por tener que trabajar los sábados, depuré sus noticias, reportajes, textos en definitiva,... y cuando me marché de mi periódico entre una atronadora ovación que jamás olvidaré, los licenciados aplaudieron más aún si cabe que el resto. Así que el asunto es cuestión, como todo en la vida, de hacer las cosas bien o mal, que son las dos únicas maneras de actuar en todos los ámbitos, no de poseer un título o estar a falto de él.


Qué chocante resulta que Fernando Santiago esté siempre negando el pan y la sal a periodistas no licenciados cuando sorprendentemente tiene en su directiva a un vicepresidente que tampoco tiene título y que suele escribir de cofradías y una serie de miembros con cargos rimbombantes entre los que a alguno/a tuve que rehacer páginas enteras de noche porque los sufrí en mi etapa de director. Otros, obviamente, son brillantes periodistas y también trabajé con ellos. No digo nombres por respetarlos, aunque todos sabemos en Cádiz quién vale y quién no para esto...


Qué desorientador es ver a Fernando Santiago permitiendo que algún periodista no licenciado pero intocable -porque para eso es de Diario de Cádiz- presente sus libros en la sede social de la APC. Hay que tener jeta para criticar a un chico de Onda Cádiz y llevarse años mirando para otro lado cuando las sangrías en los medios de comunicación han sido constantes con los periodistas -licenciados o no-, porque el número de periódicos, radios y televisiones ha crecido, pero en calidad de empleo mejor no hablar. Y eso lo sabemos todos. El problema en el periodismo durante ya más de quince años no ha sido quién tiene título, sino el desamparo sufrido por muchos jóvenes a los que han quemado espectacularmente, a los que se les obliga a escribir pagándoles cuatro horas pero trabajando doce diarias, sin contrato, sin días de libranza regulados, no renovados para no hacerlos fijos, utlizándolos en las emisoras de radio tanto para hacer un magazine en el mercado de abastos como en un programa deportivo provocando precariedades tanto en el empleo como en la calidad informativa ante la falta de especialización de los profesionales...


Yo me quedé esperando a Fernando Santiago y a su patulea durante años. A lo mejor es que no me consideró periodista porque no soy licenciado y, aunque trabajaba con mi equipo catorce horas al día en una redacción y necesitábamos que alguien corporativamente detuviera tanta explotación generada en muchos medios, jamás se dignó a mostrar un mínimo de preocupación. Que ya fuera nombrado director de dos medios y jamás me enviara ni siquiera una fría carta de felicitación era algo que me lo suponía, pero me costaba trabajo comprender que alguien que debía defender los derechos de los periodistas no hubiera en su vida mostrado interés por conocer en qué situación se encontraban redacciones enteras de nuevas generaciones de periodistas, entre los que había algunos que cobraban setenta mil pesetas y sin contrato. Aún hoy hay periodistas brillantísimos y en sus nóminas, arriba a la derecha, en la casilla de categoría laboral, los empresarios les han puesto "auxiliar de redacción", y semejante humillación nadie la denuncia. Y menos el tipo este de la Asociación de la Prensa, que debe estar muy satisfecho organizando pamplinas como viajes a Nueva York en verano (también curioso, con lo izquierdista que dice ser y se va al corazón del capitalismo...), regalando jamones en Navidad a sus colegas o colaborando con eventos culturales como la agónica Muestra Cinematográfica del Atlántico y otras zarandajas que de ninguna de las maneras deben constituirse en prioridades para la APC.


Hace tres años apareció por la redacción del que era mi periódico un enviado de la asociación que preside Santiago tratando de hacer un sondeo entre los redactores para conocer las situaciones profesionales de cada periodista. Ingenuo de mí, creí ver un cambio de actitud, e incluso uno de los profesionales del rotativo le dijo al recién llegado que a él ni le preguntara porque aquello no serviría de nada. Tuve una acalorada discusión con mi redactor porque consideré que quizás la APC estaba progresando en algo. "Tiempo al tiempo, José Carlos", me dijo ese redactor. Pues sí que tenía razón...


Yo, particularmente, estoy harto de este tipo. Que los periodistas decidan lo que quieran, pero tenemos la obligación moral de hacer un llamamiento a los colegas para, entre todos, decirle a Fernando Santiago que "ya está bueno lo bueno", como tuvieron agallas los fotógrafos de prensa de decirle públicamente cuando en una de sus meteduras de pata, los menospreció públicamente y los redactores gráficos -que es lo que son realmente los fotógrafos de periódicos, porque nos cuentan la noticia a través de sus imágenes- le pusieron la cara colorada en una convocatoria de prensa con la presidenta del Parlamento Andaluz.


Así que ya sabes, Fernando: arregla la precariedad laboral, trata a todos por igual, échale una mano a muchos periodistas a los que queman los explotadores, déjate de viajecitos caros, respeta a Germán como lo haces con Ismael Beiro (¿será que a éste no lo critica porque es de Canal Sur, que la gobiernan los socialistas y no quiere morder la mano que le da de comer?) y déjate de falso progresismo. Y "no te meta en ná" cuando hables del Cádiz CF, que en eso me atañe como trabajador del club, que en mi puñetera vida te he visto en el Carranza, porque quizá sea algo demasiado vulgar para tu status. Cuando arregles todo esto, hablamos de títulos colgados en la pared. ¿Hace o no hace?

domingo, 11 de febrero de 2007

No lo entiendo

Debe ser que me he vuelto demasiado escéptico, o quizás cascarrabias. Me resisto a pensar en que la insensibilidad se ha apoderado de mí, pero no encuentro explicación: me aburro soberanamente con el cine que veo desde hace varios años para acá. Y ya lo de los últimos meses, de cara a los próximos Oscar, me provoca la peor sensación que puede mostrar un ser humano hacia algo: la indiferencia. "Nunca subestimes el poder de la indiferencia", se decía en American Beauty...

Yo he sufrido por elegir realmente la mejor película hace años ante la dificultad por escoger, ya que era como hacer la manida pregunta de si quieres más a tu padre o a tu madre. Qué regusto daba ver una y otra vez joyas como La Lista de Schindler, En el nombre del padre o Lo que queda del día hace trece años para decantarte finalmente por una a la hora de concederle tu anónima estatuilla particular. Recuerdo las nominaciones de mediados de los ochenta en las que si no te convencía aquella obra maestra de Sidney Pollack que era Memorias de África tenías detrás El color púrpura de Spielberg; o John Williams competía por el premio con Jerry Goldsmith, James Horner trataba de ganar haciendo doblete en las nominaciones con Apollo XIII Y Braveheart o era difícil decidirse entre JFK, La bella y la bestia, El príncipe de las mareas... Les pongo estos ejemplos para que no me digan que me retrotraigo al cine clásico, que es lo más fácil, y así puedan rememorar lo que sucedió apenas hace unos años, en aquellas sesiones maratonianas que yo radiaba en mi programa Último Estreno y en la que ofrecí entrevistas de lujo para una fiel audiencia, con la participación telefónica de Ivonne Blake, Fernando Trueba, Carlos Pumares,...

Pero ahora el hastío ya es alarmante. Fíjense el panorama: Ahí está Babel, que dicen que es la mejor película del año y seguramente ganará la estatuilla al mejor filme. Qué previsible el disparo de los chicos, que innecesaria la historia de la mexicana, qué aburrida la lentitud con la que están narrados los devaneos de la adolescente oriental,... Qué filme más curioso para verlo un jueves en los multicines El Palillero de Cádiz dentro de Alcances rodeado de progres de izquierda con coches caros y despacharla como si fuera una producción de esas venidas de la gran puñeta con cierto y limitado interés. Pero de eso a ser lo mejor del año... Y Gustavo Santaolalla nominado a mejor banda sonora. ¿Qué banda sonora? Qué cosa más repetitiva y fea, joder...

Tampoco me explico esa euforia desmedida por El laberinto del fauno. Es la peor película de Guillermo del Toro con diferencia. Qué lejos de aquella Cronos, con un impresionante Federico Luppi en busca de la inmortalidad, el mismo que nos impresionaba con..."¿Qué es un fantasma..?" de la brillante El espinazo del diablo. Ahora, con lo del fauno, hace una cinta en la que curiosamente nadie echa en falta al bicho y sus historias cuando desaparece castigando a la pequeña y la película se convierte en un ejercicio pulcro pero nada original de una historia de malos malísimos durante la guerra civil española (¿les suena?). Justamente cuando vuelve a aparecer el fauno ("Te voy a dar otra oportunidad"... manda cojones, el guión) la película tiende nuevamente a aburrir, tanto como aquella historia de la niña entrando en la sala donde se encuentra el ser desojado que mira con las palmas de sus manos y cuya historia más parece un juego de consola (el bicho es clavado a una enfermera del Silent Hill) que a un solvente guión. Y ese militar tan hijoputa, que en el colmo de la ida de olla de Del Toro, lo coloca bajo la lluvia con gabardina y gafas andando como si del mismo Alfred Molina en Spiderman 2 se tratara... Definitivamente, al cineasta mexicano le perdió su amor por el comic. En fin... nada de nada.

Ni siquiera Dreamgirls. Miren que el musical pareció vivir un revival con Moulin Rouge y Chicago. Ambas tenían su talón de Aquiles en el guión, pero eran enormemente resolutivas y visuales. Y varios años después terminamos con esta cosa insustancial... El musical ha muerto. Viva el musical.

Y si ya nominan a Penélope Cruz a mejor actriz, pues apaguemos y démosle a la bebida. Su subida por el pueblo comprando comestibles para su restaurante feliz y admirada por los lugareños es más propia de los minutos iniciales de La Bella y la Bestia que de una película de Almodóvar, que no parece recobrar la senda de las estupendas ¿Qué hecho yo para merecer esto?, Laberinto de pasiones o Matador.

Estoy absolutamente divorciado del cine. Con lo que duele renegar de lo que amas...